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viernes, marzo 29

Una extraña entre nosotras: el racismo en el movimiento feminista II

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Traducción para Afroféminas de un texto de Sister Outrider

Lo personal es político. Así es el grito de guerra del feminismo de la segunda ola, una perspectiva que ha caracterizado una importante cuerpo de la teoría feminista. Es por esta razón que he decidido compartir una reflexión sobre mi experiencia como mujer negra dentro del movimiento. Existe una teoría dentro del feminismo negro de que al ser ajenas a las posiciones relevantes de raza y sexo, las mujeres negras como observadoras, podemos dar una visión particular de las estructuras de poder dominantes y los medios por los cuales se manifiestan (Hill Collins, 2000). Con esto en mente, deseo estar a la altura de los estándares establecidos por mis abuelas y mejorar este movimiento para las mujeres negras que seguirán después de mí.

El feminismo es para todos según dice bell hooks (hooks no argumenta que el movimiento debe priorizar a los hombres, ni a ninguna otra clase dominante, sino que debe ser totalmente inclusivo por motivos de raza, clase y sexualidad). Este texto fue decisivo en mi desarrollo de un feminismo radical negro, el momento en que las negras se volvieron negras. El feminismo es para todos  delineó la importancia de reconocer la raza y la clase junto con el sexo si se quiere desmantelar el patriarcado capitalista de la supremacía blanca y proporcionó un plan para la verdadera solidaridad interracial entre las mujeres. Aquí, hooks postulaba que la hermandad puede existir entre mujeres racializadas y mujeres blancas siempre que la raza sea reconocida como una jerarquía y el racismo como un sistema de poder, del cual las mujeres blancas se benefician. Si las mujeres blancas continúan negando el privilegio de se blancas, sin tener en cuenta innumerables testimonios entregados por mujeres racializadas, no tenemos ninguna razón para confiar en ellas como aliadas políticas. Esta es la perspectiva de hooks, con la que estoy totalmente de acuerdo.

La solidaridad interracial entre mujeres es posible. Lo sé. Lo he experimentado. Pero también he aprendido que es tan raro, la alternativa tan incómoda, que nunca voy a condenar a otra mujer racializada por reclamar otra cosa. Esta solidaridad no está garantizada de ninguna manera y en mi opinión, lo más seguro es no esperarla, pero es poderosa cuando funciona.

El primer lugar en el que experimenté la verdadera solidaridad interracial dentro del movimiento es la organización de mujeres donde soy voluntaria. Los valores y la praxis de esta organización son interseccionales en su más puro sentido. Es un lugar para mujeres racializadas, mujeres de clase obrera, mujeres lesbianas y BI, mujeres con discapacidades. Las mujeres que negocian identidades marginadas no son tratadas como fichas, o una hucha para recaudar fondos: estamos en el centro de la organización. Cuanto más tiempo estoy allí, más aprecio esto. Cuanto más tiempo estoy allí, me doy más cuenta de lo rara que es esta situación en otros ámbitos. Es un lugar donde puedo sentarme alrededor de una mesa trabajando con mujeres blancas y saber que no ven mi negritud como un método fácil de señalización de virtudes, algo que se muestra cuando es conveniente y no se tiene en cuenta cuando no lo es. La diferencia no se fetichiza o se ignora, pero se reconoce y se trata en consecuencia (exactamente los criterios esbozados por hooks). Son mujeres que viven sus principios feministas, y estoy orgullosa de trabajar junto a ellas.

Vale la pena observar que la mayoría de las mujeres blancas con quienes comparto solidaridad son significativamente mayores que yo, y/o lesbianas, y/o clase obrera. En cuanto a por qué estas mujeres tienden a ser mayores, el feminismo fue significativamente más radical cuando empezaron por el camino del activismo, que sin duda dio forma a su perspectiva sobre la opresión estructural (1). La política radicalmente feminista agregó profundidad a su análisis estructural, en la medida en que eludir la raza se volvió extremadamente difícil de justificar e intelectualmente deshonesto.

Es fácil responder a la parte lésbica de esta dinámica: en su novela The Night Watch, Sarah Waters postuló que las lesbianas tienden a mostrarse una a la otra «gallardía» sobre la base de que nadie más lo hará y, en términos generales, creo que ella tiene razón. En algunos casos, estas son mujeres que pelearon contra la Sección 28; es razonable imaginar que ahora miren cómo florecen los frutos y lo consideran un logro. Habiendo experimentado una considerable marginación ellas mismas, es más probable que estas mujeres sean conscientes de la marginación que experimentan otros: cómo se supone que la interseccionalidad funciona, pero no siempre funciona.

Por qué encuentro una unión más fácil con las mujeres blancas de clase trabajadora también está claro. Están conscientemente desaprendiendo el racismo cuando yo (una mujer de clase media negra) estoy conscientemente desaprendiendo el clasismo. Como han argumentado múltiples trabajos de erudición feminista, la raza y la clase están inextricablemente unidas por las estructuras de poder dominantes. Ni el negro, ni la clase trabajadora se caracterizan por la imagen optimista de la vida como la pinta la mentalidad domiante. Los dos pertenecemos a las partes de la sociedad representados en los «otros» y no al «nosotros» hegemónico. Las mujeres blancas de la clase trabajadora se han comprometido con mi activismo y me han mostrado una bondad extraordinaria de una manera que, en mi opinión, ejemplifica la hermandad.

Estas mujeres me han mostrado todas las consideraciones personales y profesionales. Han alentado mi trabajo, amplificado mi voz y escuchado de cerca lo que tengo que decir. Ellas son mis hermanas. Ellas tienen mi confianza. Y son la excepción a la regla del racismo blanco.

Participar en el movimiento feminista como mujer negra es, francamente, difícil. Eso no se debe a que los machistas racistas de derecha que rutinariamente se sienten poseídos por el impulso de llamarme negrata, sugieran que «regrese a África» ​​( imposible, lo lamento, nunca he visitado ese continente, y nunca están dispuestos a ayudarme a comprar los billetes de avión …), hacen alguna alusión a la esclavitud o al Ku Klux Klan con la esperanza de causarme incomodidades, etc. Estas personas son irrelevantes. Con el tiempo, me he vuelto insensible a tales ataques. No, lo que hace que mi participación en el feminismo sea difícil es presenciar y experimentar el racismo de las mujeres blancas a las que anteriormente había considerado aliadas, mujeres que entienden la misoginia a nivel estructural, pero que hacen la vista gorda ante el racismo.

Cada vez que hablo de raza, el resultado es el mismo. Las blancas y autoproclamadas feministas me han juzgado, han cotilleado sobre mí, han cuestionado mis credenciales feministas, se han burlado de mí, han hecho bromas racistas poco refinadas y, lo más extraño, han cuestionado mi raza. Tan rápido, la actitud defensiva blanca evoluciona hacia la crueldad blanca. No daré ejemplos. No incluiré capturas de pantalla ni nombraré ni avergonzaré a las culpables. Lo que diré es que sucede con la suficiente regularidad para que automáticamente esté en guardia con las feministas blancas, esperando a que comiencen las microagresiones. Y lo hacen.

Algunas feministas blancas incluso se sienten obligadas a hacer pequeñas pruebas, que solo puedo pasar demonizando a los hombres negros y priorizando el sexo sobre la raza en mi análisis. Ni siquiera puedo permitirme ese pequeño pasatiempo en Internet al comentar sobre las payasadas de Kanye West sin que aparezca alguna mujer blanca en mis menciones, esperando que a) Cuestione la masculinidad negra b) deje de escuchar su música c) me aleje de la cultura negra en el nombre de hermandad. Si critico la misoginia dirigida a las mujeres negras en la industria de la música, como Nicki Minaj , la respuesta es igualmente predecible. Las mujeres blancas pasan por alto que Nicki, reiteradamente, alienta a sus fans a centrarse en su educación y nunca depender de un hombre, ignoran el mensaje detrás de su música y la forma en que eleva a la mujer negra, solo quieren criticar la sexualidad de su imagen. Pero seré premiada si digo que Taylor Swift es un buen modelo para las niñas.

Y luego están las mujeres blancas que ven asociarse conmigo como una vía rápida para la coartada: «No puedo ser racista: ¡tengo una amiga negra!» En muchas ocasiones, las feministas blancas me han etiquetado en sus argumentos de Twitter en temas racistas, a menudo exponiéndome a imágenes gráficas y lenguaje racista en el proceso. Hacen esto con menos sensibilidad hacia mí que Ash Ketchum alguna vez mostró hacia un Pokémon que enviaba a la batalla. Lo hacen con la creencia de que lucharé en su nombre, usaré mi voz para proporcionarles un terreno moral elevado. No lo haré. Las imágenes de violencia blanca contra los negros son profundamente inquietantes. Ese derecho sobre mi trabajo intelectual es un acto de desprecio. Es deshumanizante, acompañado de una falta real de interés por mi bienestar.

Es imposible sentir solidaridad con las mujeres que esperan que minimice e ignore mi piel negra y sus implicaciones políticas para su comodidad. No puedo sentir hermandad con las mujeres que esperan que permanezca en silencio porque es «solo raza», descartando un sistema de opresión que continúa afectando a mi vida, como si fuera «una  tontería». No hay lugar para la confianza por mi parte cuando estoy constantemente esquivando el racismo. Cuando hablo de raza y feminismo con otras mujeres racializadas, lo saben. Instintivamente lo entienden. No hay necesidad de explicarlo, y eso es algo maravilloso en un mundo en el que los fanáticos de las clasificaciones y las feministas blancas están definiendo el racismo a su manera.

Sin embargo, no quiero renunciar a la visión de un movimiento feminista unido. Las mujeres blancas con quienes comparto la solidaridad han trabajado para alcanzar ese nivel de conciencia. Muestran que el racismo no tiene que ser una barrera entre las mujeres si todos estamos comprometidos con desafiar la supremacía blanca. En la autobiografía de Angela Davis, hay un pasaje particularmente conmovedor en el que revela el compromiso de su madre con la solidaridad interracial en la lucha contra todas las formas de opresión. La generosidad de espíritu de Sallye Davis, la fuerza que demostró al haber mantenido viva tal esperanza, son inspiradoras.

Si estoy dispuesta a seguir siendo optimista, es porque creo en un movimiento feminista basado en la verdadera solidaridad, uno en el que «todas las mujeres» significa «todas las mujeres», no una insistencia en que se dé prioridad a las mujeres blancas. No está aquí ahora, pero puede llegar. Cuando las mujeres blancas estén listas para trabajar, estaré preparada para llamarlas hermanas.

(1) En España sucede exactamente lo contrario. Son las nuevas generaciones de feministas las que reconocen y practican mejor el feminismo interseccional. Las más veteranas y prominentes, en general, se resisten de una manera feroz a reconocer sus privilegios como mujeres blancas.


Claire Heuchan

Claire Heuchan es una afrofeminista escocesa y editora del blog Sister Outrider leído en todo el mundo y traducido a varios idiomas. Claire tiene el título en Estudios de Género en la Universidad de Stirling. LLeva 25 años desarrollando su trabajo en torno al cuerpo negro femenino y ha escrito varios ensayos.



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4 comentarios

  • Lulu

    Yo yendo con 2 chicas blancas rubiascas y de ojos azules les daban a ellas un papel y a mi ni me lo dieron. No quiero pensar cosas raras pero me pasó 2 veces en la misma noche
    Paso del feminismo que además parece que está de moda y ya me tienen rayada..

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