domingo, diciembre 14

¿Negras o afrodescendientes? Por Shirley Campbell Barr


No había querido hasta ahora  entrar  en este debate sobre ser negra o afrodescendiente al cual me vienen invitando con insistencia desde hace un tiempo para acá. Estas auto-denominaciones sin embargo,  me tocan  directamente porque las he asumido, y  me he declarado poética y públicamente “Rotundamente Negra” y  lo he manifestado  una y otra vez  poética e irreverentemente “Porque me da la gana”.   

La verdad sin embargo,  es que tiendo a mantenerme al margen de estas discusiones que para mí, no conducen a ninguna parte, no solo porque  promueven encasillamientos, divisiones  y rupturas, sino que además, ningún favor le hacen a la construcción de nuestros movimientos alrededor del mundo.  Por el contrario,  creo que con estas polémicas, a menudo innecesarias,  le hacemos un servicio al juego orquestado por el colonialismo cuyo objetivo es la profundización de  las diferencias y  de las divisiones ya existentes  dentro de nuestros movimientos.

Y es que para nadie es un secreto, que en el curso de los últimos  500 años,  hemos  sido nombrados y etiquetados  con  denominaciones y apelativos  que los “otros” han escogido e impuesto sobre “nosotros”. Fuimos negados de llevar  nuestros propios nombres,  de establecer nuestras propias definiciones y de ser seres humanos portadores naturales de derechos,   con las consecuencias  históricas por demás conocidas.  En algunos de nuestros países, se establecieron  sofisticadas listas que  jerarquizaban  a los descendientes de africanos según tonalidades  de piel y/o mezclas raciales. Era de acuerdo a la posición que ocuparan en esa escala, que  eran sujetos de determinados  derechos o favores particulares o les eran negados algunos  de sus derechos básicos.

La llegada de los europeos al continente africano  convirtió  seres humanos  en “negros”.  Previo a este nefasto acontecimiento  el continente africano estaba poblado por personas con diversas tonalidades de piel y  agrupadas geográfica, cultural  o  étnicamente.  Los africanos no sabían  que eran  negros hasta que entraron en contacto con los europeos. A partir de entonces,  la denominación “negro” o “negra”  significó  deshumanización,  mercancía  y todo lo que implicó  el proceso de trata,  esclavización y la subsecuente marginalización de las poblaciones de origen africano  en el nuevo mundo.   El término negro entonces conllevó  una  profunda carga ideológica  negativa  que fue colocada sobre las espaldas de esta población y que fue sustentada  con argumentos seudocientíficos,  leyes diversas y mantenida por siglos, historia por todos conocida.

Me preguntan si me llamo negra o afrodescendiente? Y yo respondo que llamo a mi misma “como me da la gana”.  Porque mi historia,  las luchas de liberación sostenidas por mis ancestros y  las luchas que seguimos librando, me otorgan el derecho de decidir la forma como quiero ser llamada. Soy negra,  porque me identifica con el  término.  Es un término del cual me apropie y porque ya ha sido resignificado y habla de una historia de opresión y de lucha de la que soy parte y que me define hoy como parte de una comunidad global. Y si quiero seguir llamándome negra, es mi prerrogativa. Porque para muchos auto definirse como negro o negra, se ha constituido en un acto de afirmación política y  está asociado no solamente con pertenencia étnica,  sino que está revestido de una alta dosis de conciencia y activismo. Soy la mujer negra que quiero ser y respondo a los dictados de mi conciencia.

Soy afrodescendiente porque  este término es el producto de la concertación y porque me da la oportunidad de pertenecer.  Porque los seres humanos necesitamos pertenecer. Necesitamos ser parte de algo mucho mayor que nosotros para sentirnos de alguna forma validados. Porque la mayoría de nosotros crecimos “sin madre”, sin antecedentes, que es como crecer sin nada, sin raíces y sin referentes.  Porque cuando yo crecía nunca pertenecí. Ahora puedo contarle a mis hijos una historia asociada a un gran continente que se llama África. Porque ahora sé de dónde vengo y entiendo que mi historia tiene un valor que quiero transmitir y propagar y heredar. Porque me siento orgullosa de representar esa legado maravilloso.  Porque quiero ser parte de cualquier término que me defina como militante por la igualdad, por el  respeto a las diversidades, por  igualdad de oportunidades,  por  la lucha por los derechos básicos de todos los seres humanos y que implique mi derecho a ser lo que yo quiero ser.



Soy partidaria de cualquier término que nos defina en el marco de una hermandad Universal, que nos convoque a abrazar esa comunidad ancestral y nos invite a caminar juntos hacia los objetivos de libertad, de participación  e igualdad plena. Para mi, cualquiera que sea el término:   negra, afrodescendiente, afro latina, afro costarricense, etc., me identifican.

En mi opinión, no debemos perder el norte  y dejar que otros lucren de esta discusión. Enfoquémonos en lo que es realmente importante, busquemos puntos de encuentro y construyamos a partir de ellos.  Hay quienes usufructúan de esta polémica y no son necesariamente quienes se alegran de ver mejorar  en las condiciones de los afrodescendientes/negros. Por el contrario, son esos mismos,  quienes de una u otra forma se han encargado de atizar y  colocar obstáculos en detrimento de nuestras  luchas. No les hagamos el juego. Nuestras comunidades están sedientas de cuestiones que edifiquen y que aporten al mejoramiento de sus condiciones de existencia, y es en esa dirección que tenemos que dirigir nuestras discusiones.


Shirley Campbell Barr

Poeta, escritora y pensadora afrocostarricense.

Autora del poema afrofeminista «Rotúndamente Negra»


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20 comentarios

  • Carmen Ruiz

    Nos llamamos negros o negras…, porque tal postura nos permite reivindicar las luchas de liberación sostenidas por mis ancestros, epónimos negros americanos y europeos, así como las luchas que seguimos librando, nos otorgan el derecho de decidir la forma como quiero ser llamada. Somos negros o negra, porque nos identificamos con el término. El cual lo internalizamos, apropiamos, además que ha sido resinificado y cada vez que me llaman negro o negra, siento mis legado se impone y me hace apoderarme de su paciencia para comprender que el que me lo dice como un apelativo negativo, me hace recordar de una historia de opresión que la tengo marcada en piel y de lucha, de la que soy parte y que me define como parte de las américa y de la Europa de hace quinces centurias, reforzándoseme en mí, ese orgullo de llevar esa carimba que ahora el término afro descendiente quiere esconder y negar para oscurecer la participación de los africanos en el Sistema de la Trata Negrera y me sigo reconociendo como negro/negra, americano y caribeño, porque tal reconocimiento, se ha constituido en un acto de afirmación política, social, ideológico y cultural que se encuentra asociado, no solamente a mi sentido de identidad americano, sino que está revestido de una alta dosis de conciencia y activismo.
    Y no me reconozco •afro descendiente”, porque ya mi piel no siente la africanidad, porque siento que los africanos nunca nos quisieron y reconocieron como humanos o hermanos y porque, a pesar de que necesitamos tener sentido de pertinencia, la descendencia de nuestra herencia histórica se desarrolló sin sujetos sociales universales (padre o madre) para dejarnos unos shermacios, donde nuestros descendientes se desarrollaran (hijos e hijas) y tuvo que recrearse con sustitutos, que es como crecer sin nada, sin raíces y sin referentes históricos;, del cual, nos sentimos orgullosos, porque no solamente son negros y negras que acompañan nuestra piel, sino tambiíndigena y europeos que hacen parte de lo que soy y delo que me define como negro o negra y porque comprendo que toda esa herencia, tiene un valor, que puedo transmitir y difundir, sin que me impongan la etiqueta de lo africano.

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