Una mañana más
La alarma del despertador irrumpía en mis oídos como una ametralladora, con la ilusión de que fuese una simple pesadilla abrí un poco el ojo derecho.
-¡Dios mío, las siete y media!- me decía mientras hundía la cabeza en mi almohada.
Alargué la mano y la apagué. Me di la vuelta colocándome boca arriba y empecé a mirar el techo perdiéndome en cada una de las gotas de ese gotelé tan anticuado. No había solución, por más que quisiese encontrarla, era lunes y tenía que levantarme para ir a la universidad. Al levantarme suspiré de forma profunda y me dije:
-Tranquila Mariam, cuando vuelvas te echas una siesta- una frase que me repito cada mañana, como la gran mayoría de la humanidad, para consolarme y hacer que la separación de mi cama sea más amena. Después de hacer ejercicio con el nórdico par...