La latina y la Cataluña profunda
Decidimos mi marido y yo vivir en un pueblo hace algunos meses, un pueblecito precioso de montaña con menos de 3 mil habitantes, el piso que encontramos allí para alquilar nos fue un chollo, tanto que me permitió mantener mi antiguo piso compartido en Barcelona, para los días en que necesitase bajar a la ciudad con la comodidad de poder dormir allí.
La recepción en el pueblo fue interesante, yo, tataranieta de africanos, indígenas y colonos brasileiros, con mi pelo voluminoso pasando por la transición y vestidos coloridos era objeto de miradas enigmáticas por la calle, miradas cuyos sentimientos por detrás serían imposibles de definir por un lego en el tema. Cierto día, subiendo nuestra calle en un junio caluroso, nos cruzamos con un grupo de chicas adolescentes que volvían a casa después...




















