De estiramientos estoy harta
Desde pequeña me enseñaron que debía ser respetuosa, amable, sencilla y además tener buen aspecto físico.
En cuanto comencé a crecer mi mamá y mi abuela luchaban constantemente para que me estirara el cabello –“¡una negra debe siempre tener el cabello estirado”!- decía mi abuela, y así comenzaba el largo rito de lavártelo con muchos acondicionadores y después secártelo para que, en una hornilla eléctrica y con un peine de hierro “quemarte” el cabello, que sin dudas quedaba estiradamente sedoso y con olor a grasa. Más tarde la gran batalla de no mojarte en la lluvia, de no mojarte en la ducha, de estar siempre tranquila para no despeinarte…. Y así pasó mi niñez entre “peines calientes” y ser una niña tranquila y hacendosa.
Siempre tuve que luchar contra los estereotipos, si se perdía ...




















