
Ayer vi la película La sociedad de los negros mágicos. Más allá de la sátira que propone sobre los estereotipos raciales en Hollywood, me dejó dando vueltas a una idea que siempre regresa: ¿por qué en Estados Unidos el racismo es tan feroz?
Porque racismo hay en todas partes. América Latina está atravesada de racismo. Cuba, de donde yo soy, está llena de prácticas racistas, aunque a veces se disimulen bajo discursos de igualdad. En España, donde vivo, la discriminación se sufre cada día en el acceso al empleo, la vivienda o el trato institucional. Y, sin embargo, hay algo distinto en el contexto estadounidense.
En la película se habla de un miedo compartido por muchas personas negras en Estados Unidos: lo peor que te puede pasar es quedarte desprotegida, sola, frente al aparato policial. Porque la policía puede matarte. Y eso no es una exageración. Es una realidad histórica.
La pregunta es: ¿qué hace a ese país distinto?
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Una raíz en la esclavitud
Estados Unidos se fundó sobre la esclavitud africana. Allí se instauró la regla de “una sola gota de sangre”: cualquier ascendencia negra te convertía automáticamente en negro. No había espacio para mestizajes, ni matices de color, ni identidades intermedias. El racismo quedó grabado en la base misma del país como una línea de separación absoluta entre blanco y negro.
Un Estado armado hasta los dientes
A diferencia de España o Cuba, donde la policía discrimina pero tiene más límites para usar la violencia letal, en EE. UU. la policía posee armas de guerra y un poder casi militar. Allí el “orden” se sostiene en la represión armada. Y lo más grave: existe una impunidad estructural que permite disparar, matar y justificarlo después en un tribunal.
Capitalismo salvaje y precariedad racializada
El tercer factor es el modelo económico. En EE. UU. nunca existió un Estado del bienestar como en Europa. Salud, vivienda y educación dependen del mercado, y las comunidades negras, históricamente empobrecidas, cargan con una precariedad constante. Esa pobreza racializada se traduce en más vigilancia policial, más encarcelamientos y más exclusión. Angela Davis lo nombró con claridad: el complejo industrial carcelario convierte a los cuerpos negros en negocio.
Una diferencia esencial
Por eso, aunque el racismo sea global, en Estados Unidos se manifiesta con un filo mucho más letal. Es racismo más Estado armado, más neoliberalismo sin freno. Allí la vida negra es sistemáticamente vulnerabilizada, hasta el punto de que estar sola y desprotegida puede costar la vida.
La película lo plantea en clave de comedia, pero la realidad detrás no tiene nada de graciosa. Y nos recuerda que el racismo adopta formas diferentes según el lugar, pero nunca deja de ser un sistema global que se reinventa para sostener desigualdades.

Antoinette Torres Soler
Directora y Fundadora de Afroféminas
Lic. Filosofía. Máster en Comunicación de Empresa y Publicidad.
Cubana y española

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