
La humanidad ha pasado por diversas etapas, una de las más relevantes fue la Ilustración, periodo que se caracterizó por la aparición del pensamiento científico, el desarrollo de instituciones educativas y el auge del conocimiento occidental.
Bajo la lógica del “desarrollo”, que se buscaba manifestar en diferentes espacios y avances sociales escondía múltiples prejuicios y discursos llenos de odio y rencor hacia los grupos sociales que no eran considerados como los deseados.
Además, en un contexto en el que la educación y la ciencia solo estaba al alcance de los más privilegiados, los argumentos científicos eran escritos por los personajes con mayor capacidad económica y que proporcionalmente solían ser los más racistas.
Uno de los ejemplos más interesantes de lo mencionado fue el texto «La desigualdad entre las razas humanas«, de Joseph Arthur Gobineau, un diplomático de origen francés, que no tenía ningún tipo de conocimiento sobre antropología, biología o sociología, aun así, escribió una de las obras más racistas que ha sido retomada constantemente para justificar la existencia de las razas humanas y de la jerarquización de las mismas.
No pasó mucho tiempo para que Francis Galton (primo de Charles Darwin) influenciado por el clima sociopolítico de la época y de las ideas de Thomas Malthus, creara la eugenesia, una seudociencia cuyo objetivo era perfeccionar a la población humana bajo lógica de que: 1) los recursos son escasos, 2) la población menos apta no debe reproducirse, 3) “curiosamente” la población apta es la blanca y con recursos económicos, 4) buscar el control de los cuerpos y la reproducción de las poblaciones menos aptas.
Fue tal este nivel de inconciencia, que era aceptado por las comunidades científicas de la época, que fue propiciando la manifestación violenta de los prejuicios existentes transformándolos en campos de concentración y de experimentación. Todo esto culminó con el fin de la Segunda Guerra Mundial y con el desmantelamiento de las investigaciones enfocadas en la eugenesia.
Sin embargo, esto pasó a medias. Ya que si bien, a partir de 1950 cualquier planteamiento eugenésico suele ser señalado y reprobado, no quiere decir que no se haya intentado desarrollar conocimiento con el mismo espíritu racista que caracterizó a los entusiastas de la eugenesia y sobre todo del racismo.
Debemos estar alertas de cualquier argumento o enunciado que sea promovido mediante los discursos de odio. Sobre todo, aquellos que aparentemente vienen de espacios legitimados, como menciona Ibram X. Kendi en su libro «Marcados al nacer» (2021): “Muy a menudo, las ideas racistas no se cuecen en el fervor de la ignorancia y el odio. Más bien, y por lo habitual, han sido hombres y mujeres poderosos y brillantes quienes han dado lugar a una serie de ideas racistas para justificar las políticas racistas de su era y, así, redirigir la responsabilidad de las disparidades”.
No es de sorprender que incluso personajes como el premio Nobel James Watson argumentaran en 2007 en The Sunday Times que la población africana no debería estudiar ya que no eran tan inteligentes como otras sociedades, por lo que sería un desperdicio de recursos. Una declaración bastante lamentable, sobre todo viniendo de uno de los descubridores de la estructura del ADN.
Otro terrible ejemplo es el intento por encubrir prejuicios como artículos académicos. Angela Saini, periodista científica, en su libro «Superior: el regreso del racismo científico« (2021), alertó el subsidio de revistas científicas por parte de grupos de derecha, con el propósito de seguir promoviendo argumentos racistas, encubriéndolos con una fachada de seudociencia.
La moraleja de esta historia es que debemos cuestionar los discursos racistas, no importa si provienen de personajes legitimados, de la educación de antaño o de la cultura popular. El racismo seguirá siendo un discurso odio sin importar la máscara con la que se encubra y debemos estar alerta ante su aparición, sobre todo por el escenario tan complejo en el que nos encontramos actualmente.
Victor Octavio Hernández Ávila

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«El racismo supone, en efecto, la creación de categorías (llamadas “razas” o como sea) pero también la jerarquización y la esencialización de estas categorías: se le atribuyen características que desvalorizan al grupo y reducen al individuo a estereotipos, características que son presentadas como relativas a la “esencia”del grupo, propias de su “naturaleza”. P. 28, ¿De veras todos venimos de África? De los prejuicios al racismo: las respuestas a tus preguntas. Évelyn Heyer, Carole Reynaurd-Paligot, Siglo XXI editores, 2020.