
El reciente incidente ocurrido durante el partido entre el RCD Espanyol y el FC Barcelona, en el que la jugadora Mapi León realizó un tocamiento sin consentimiento a la jugadora afrocolombiana Daniela Caracas, ha generado un amplio revuelo, que trasciende lo deportivo. Desde Afroféminas, consideramos esencial abordar este suceso desde una perspectiva interseccional que contemple no solo las dinámicas de género, sino también las de raza y poder que subyacen en este tipo de situaciones.
El pasado fin de semana, durante el derbi catalán de la Liga F, se produjo un incidente que ha suscitado una considerable polémica en el ámbito del fútbol femenino. En el minuto 15 del partido, durante una jugada a balón parado, Mapi León, del FC Barcelona, fue captada en imágenes realizando un gesto hacia Daniela Caracas, del RCD Espanyol: un tocamiento inapropiado en su zona íntima. Este suceso ha generado una serie de reacciones y declaraciones por parte de ambos clubes y de las jugadoras involucradas.
El RCD Espanyol emitió un comunicado en el que condenaba el gesto de Mapi León, calificándolo de «inaceptable» y afirmando que «vulnera la intimidad» de su jugadora. El club blanquiazul ofreció su apoyo a Daniela Caracas, incluyendo asistencia legal, y expresó su descontento por los insultos que la jugadora ha recibido en redes sociales tras el incidente.
Por su parte, Mapi León negó las acusaciones a través de un comunicado, afirmando que «en ningún momento vulneré, ni tuve la intención de vulnerar, la intimidad de mi compañera de profesión Daniela Caracas». León describió la acción como un «lance del juego» en el que, tras un choque intencionado por parte de Caracas, ella le tocó la pierna y le preguntó «¿qué te pasa?». La jugadora del FC Barcelona insistió en que «no hay ningún tocamiento de zona íntima ni mucho menos intención de ello» y condenó el acoso que Caracas ha sufrido en redes sociales.
Este incidente pone de relieve una serie de dinámicas que, desde nuestra perspectiva , merecen una reflexión profunda. En este caso, Daniela Caracas, como mujer negra y colombiana, además de la víctima, es el eslabón más debil de este incidente, y ya está empezando a sufrir las consecuencias.
Invisibilización y violencia en redes sociales
Tras el incidente, Daniela Caracas ha sido objeto de una avalancha de ataques y comentarios despectivos en redes sociales. Esta reacción minimiza su experiencia y perpetúa una cultura de violencia y silenciamiento hacia las mujeres racializadas. La violencia digital es una extensión de las violencias estructurales que enfrentan las mujeres negras, y en este caso, se manifiesta en forma de insultos, amenazas y deslegitimación de su vivencia como víctima.
Por otro lado, es preocupante observar cómo ciertos sectores del feminismo hegemónico han mostrado una notable falta de empatía y solidaridad hacia Daniela Caracas. Esta actitud está basada en prejuicios raciales y etnocentristas, donde las experiencias de mujeres negras y migrantes son desestimadas o ignoradas. Estamos hablando de nuevo del «feminismo blanco», que se caracteriza por centrar las luchas feministas en las experiencias de mujeres blancas, dejando de lado las problemáticas específicas que afectan a mujeres de otras razas.
Reproducción de patrones machistas
En la gestión de este incidente, se han replicado patrones típicos del machismo institucional: el silencio, el ninguneo y la desligitimación de la víctima. La falta de una respuesta contundente por parte de las instituciones deportivas y de ciertos colectivos feministas ante una agresión que vulnera la integridad de una jugadora evidencia una complicidad con las estructuras de poder que perpetúan la violencia hacia las mujeres racializadas.
La ausencia de una reacción firme por parte del sindicato femenino de futbolistas FUTPRO, dominado en gran medida por jugadoras del FC Barcelona, es una muestra clara de cómo las estructuras de poder dentro del deporte pueden silenciar y desproteger a las jugadoras que no pertenecen a los clubes más influyentes. Ha funcionado un sesgo institucional que prioriza los intereses de los clubes poderosos sobre la protección y defensa de todas las futbolistas, independientemente de su origen étnico o club en el que trabajan.
Desde Afroféminas, hemos demostrado un compromiso constante en la lucha contra el machismo en el fútbol, apoyando casos como el de Jennifer Hermoso. Sin embargo, observamos con preocupación la falta de reciprocidad cuando las víctimas son mujeres negras. Incluso se han atreviso a decir que esto era una maniobra para tapar el juicio a Rubiales. Esta diferencia de trato y ninguneo, muestra a las claras una jerarquización de las opresiones, donde las experiencias de las mujeres racializadas son relegadas a un segundo plano.
El silencio de las voces más representativas del feminismo hegemónico ante este incidente ha sido la puntilla para Daniela. Esta falta de empatía y solidaridad nos descubre una indiferencia preocupante hacia las problemáticas que nos afectan a las mujeres racializadas, perpetuando así las dinámicas de exclusión y marginalización dentro del propio movimiento feminista.
Para nosotras, como siempre, hubiera sido más fácil callar, como han hecho otras. Pero nosotras nacimos para defender a las mujeres negras, que como se ha visto en este caso, estamos solas ahí fuiera.
¿Quién divide?
Afroféminas

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