La historia de Mansour Konte, el joven guineano que rescató a una mujer durante la DANA en Málaga, ha conmovido a muchos. Su valentía le ha valido el reconocimiento de la ciudad, que ha decidido que este año representará al rey Baltasar en la Cabalgata de Reyes Magos. Nos alegra sinceramente que este gesto lo haga feliz, porque después de todo lo que ha vivido —su viaje en patera, su proceso de adaptación a una nueva vida—, merece sentirse orgulloso y querido. Pero más allá de la alegría que podamos sentir por él, esta historia debería hacernos reflexionar como sociedad.
Es inevitable leer las reacciones en redes sociales y notar un patrón en los comentarios: “Por más gente como él”; “Esto es lo que necesitamos, inmigrantes que se adapten”; “Ole por Mansour, un ejemplo de integración”; “Si todos los inmigrantes fueran como él, no habría problemas”; “Gente así, sí. Que trabajen, que aporten, que se integren”. Aunque estas frases parecen elogios, encierran una narrativa problemática. ¿Estamos diciendo que las personas migrantes deben comportarse de una manera específica para merecer respeto? ¿Que necesitan hacer algo extraordinario para ser valoradas? ¿Qué ocurre con quienes no tienen la oportunidad de destacar de forma heroica? ¿O con quienes simplemente viven sus vidas sin encajar en este molde de «migrante ejemplar»? ¿Significa eso que no son lo suficientemente dignos de ser aceptados?
Mansour salvó a una mujer en un acto heroico, y eso es admirable. Pero, ¿qué pasa con los muchos Mansour que nunca serán visibles porque su día a día no encaja en este relato de heroísmo? ¿Qué pasa con quienes no sobresalen, no “se integran” según nuestras expectativas, o simplemente buscan una vida tranquila? Este patrón de exigencia no solo es injusto, sino que perpetúa la idea de que la dignidad y el respeto deben ganarse, cuando en realidad son derechos básicos que toda persona merece.
Es cierto que Málaga ha dado un paso importante al acabar con la práctica del “blackface” en la Cabalgata de Reyes Magos, optando por una representación más respetuosa y auténtica al elegir a Mansour como rey Baltasar. Este gesto, aunque simbólicamente positivo, no debería hacernos perder de vista el problema estructural: seguimos condicionando la humanidad de las personas migrantes a lo que hacen, en lugar de reconocer su valor simplemente por ser.
Nos alegra profundamente que Mansour reciba este reconocimiento, y celebramos su valentía. Pero debemos preguntarnos por qué seguimos construyendo una sociedad donde las personas migrantes necesitan demostrar algo extraordinario para ser respetadas. La dignidad no debería ser un premio reservado para quienes cumplen con nuestras expectativas. Nadie debería tener que ser un héroe para ser tratado como igual.
Mansour es un héroe, pero no todos los migrantes tienen que serlo para merecer respeto. Es hora de que dejemos de condicionar la aceptación y empecemos a construir una comunidad verdaderamente inclusiva, donde todas las personas, independientemente de sus acciones, su origen o su historia, sean tratadas con igualdad y dignidad.
Aya Ben Hamama Kaddouri
Secretaria Grupo Municipal Socialista de Parla /Presidenta Asociación Parla Cuida
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El derecho a migrar es básico y el trato a migradxs no puede depender de actos heroicos. Las personas que nos definimos como antixenóbas, antirracistas, antipatriarcales o feministas, ecologistas y contrarias a la heteronormatividad y al antropocentrismo deberíamos estar más unidas. Espero que esta sea una herramienta para lograrlo: infinito5.home.blog