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sábado, julio 27

Dolor desatendido: La realidad oculta de la experiencia negra en la atención médica


Se dice de los negros que nuestra piel es más resistente, que tenemos una mayor capacidad para soportar el dolor, incluso se llega a afirmar que somos inmunes a él. Sin embargo, es probable que sintamos más dolor que la mayoría de las personas.

Todos estos prejuicios están arraigados en el psique colectivo como una de las herencias de la imperdonable época de la trata transatlántica de seres humanos, donde hunden sus raíces muchos de los conceptos que sobre la negritud se tienen en el occidente blanco.

En medio del debate sobre el dolor y la atención médica, emerge una verdad cruda y desafiante: la comunidad negra enfrenta una lucha constante contra la desestimación de nuestro dolor físico y mental.

La desconfianza hacia el sistema de atención médica no es infundada; está arraigada en una historia de injusticias y abusos. Desde los horrores del pasado, como los experimentos médicos realizados en esclavos hasta la era moderna, donde persisten los prejuicios y el sesgo racial en la atención médica, la comunidad negra ha sido objeto de discriminación y desigualdad sistemática.

Esto es muy familiar para las mujeres negras, que estamos atrapadas entre ser consideradas insensibles al dolor debido a nuestra raza y demasiado histéricas ante el dolor debido a nuesto género.

El dolor es un tema propicia para que el sesgo implícito tenga un impacto porque es un área extremadamente subjetiva. Si una persona sangra, se puede calcular cuánta sangre se pierde. Pero alguien que tiene dolor lumbar, por ejemplo, es una medida muy subjetiva. Además, las diferencias culturales en cómo las personas expresan su dolor y cómo los médicos registran esa expresión también pueden afectar la atención para el manejo del dolor.

Esto afecta particularmente a las personas que padecen enfermedades como la anemia de células falciformes, que afecta casi exclusivamente a los negros, o la fibromialgia, el lupus y la endometriosis, enfermedades que a menudo se diagnostican e interpretan erróneamente.

A pesar de los avances en la medicina y la conciencia pública, la experiencia de los pacientes negros sigue siendo marcada por la desigualdad. La falta de acceso a una atención médica de calidad, junto con la subestimación sistemática del dolor, contribuye a resultados de salud más pobres y una sensación generalizada de ser ignorados y menospreciados.

Los datos respaldan estas preocupaciones. Estudios recientes han revelado que los médicos, incluso en la actualidad, tienen más probabilidades de subestimar el dolor de los pacientes negros, lo que perpetúa el ciclo de desatención y desigualdad.

Por ejemplo, un estudio estadounidense de 2016 encontró que casi la mitad de los estudiantes de medicina de primer y segundo año creían en el mito de que los negros tienen la piel más gruesa que los blancos y percibían que los negros experimentaban menos dolor que los blancos.

Recientemente otro investigación realizada por un equipo francés ha revelado hasta qué punto el sexismo y el racismo se reflejan en los diagnósticos realizados por el personal médico en los servicios de urgencias de Francia, Bélgica, Suiza y Mónaco. Los resultados mostraron que el 63% de los hombres blancos fueron puestos en situación de urgencia vital, frente a solo el 42% de las mujeres negras, con los mismos síntomas. En comparación con un paciente hombres blanco, las pacientes mujeres negras tienen, por tanto, menos probabilidades de recibir tratamiento de urgencia. 

Para poner de relieve la cuestión del sesgo radicalizado del dolor y generar soluciones, el proyecto Advil Pain Equity se asoció con la Facultad de Medicina de Morehouse para realizar una encuesta a 2000 estadounidenses negros sobre sus experiencias al buscar atención y tratamiento para el dolor. El estudio reveló que nada menos que el 74% de los encuestados dijo que existe un sesgo en la forma en que se diagnostica y trata el dolor. 

Estas injusticias sistémicas están presentes en todos los sistemas sanitario occidentales, donde hay infinidad de estudios, encuestas y testimonios que evidencian el sesgo racial en el trato a los pacientes de raza negra. Tenemos que mplificar las voces de la comunidad negra, abogar por una atención médica sensible a la diversidad cultural y promover la educación y la conciencia sobre el dolor y el sesgo racial como pasos cruciales hacia un sistema de salud más equitativo y compasivo para todos. La lucha contra la desestimación del dolor negro no es solo una cuestión de salud, sino un llamado a la justicia y la humanidad que no puede ser ignorado.

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