jueves, noviembre 21

Sobre la película «Pride», los tomates incomibles y el apoyo al campo

SALAMANCA, 02/02/2024.- Agricultores y ganaderos de Salamanca cortando la A-50 a la altura de Santa Marta, durante media hora y de forma intermitente. EFE/ J.M. García

¿Has visto Pride? Pues tendrías que verla o conocer la historia real para ganar en contexto. Te explico.

Recientemente en las fronteras entre España y Francia se desató una crisis entre transportistas franceses y españoles. Los franceses no permitían pasar los productos del campo español y alegaban que eran de muy mala calidad y competencia desleal. Las imágenes donde se vandalizaba las manzanas, tomates o vino español empezaron a ocupar todas las portadas. Los agricultores franceses disfrutaron humillando. Algo que se les da muy bien.

Mientras tanto la sensación aquí era un poco rara. Se hace difícil defender y empatizar con los agricultores españoles porque están muy mezclados con sectores ultraderechistas, o esa es la percepción que se tiene. Y no sólo eso, cuando vemos a los agricultores, vemos a los mismos que explotan a personas migrantes.



Sin embargo, y es este el objeto de mi reflexión, está clarísimo que sin campo no hay comida sana y quiero creer también que todos esas personas no forman parte de la «fachosfera».

Mi razonamiento consistía en que si apoyamos a esta gente, si ofrecemos nuestra solidaridad al campo, quizá surjan  nuevas alianzas y con ellas soluciones para personas muy vulnerables. No hay progreso si sólo se habla desde una posición de clase media. No hay progreso sin campesinxs ni obrerxs.  Pero al compartir mi reflexión con mi círculo más cercano no lo entendieron. Los veían como unos ultras a los que no hay que darles ni agua. Y lo entiendo.

Entonces pensaba que si recibes el rechazo social de la mayoría de la gente,  lejos de querer hablar, la gente se escora más y así es muy fácil abrazar las promesas de VOX. Se crean barreras de odio y lo peor es que la  gente como yo seguirá en la más absoluta vulnerabilidad, porque toda esta historia siempre termina igual: «la culpa la tienen los inmigrantes». Y no es verdad.



Como mujer negra siento que estoy autorizada para odiar al mundo, pero no. Pese a que me tengo que defender si voy a dar una charla en una universidad, me tengo que defender al comprar en el supermercado o cuando entro al autobús no quiero cargar con el peso del odio. Y aún más, creo que la gente que tiene que convivir con el odio, la hostilidad y el racismo en definitiva,  por un problema de supervivencia, está más abierta a buscar soluciones nuevas. Porque el objetivo último, al menos el mío, no es odiar sino vivir en paz.


Cartel de la película «Pride»

Y fue así como recordé la película Pride. Una cinta que recomiendo a todo el mundo. Está basada en un hecho real. El colectivo LGTB decidió apoyar a los mineros en huelga en los 80 en Inglaterra. Nada más y nada menos. Apoyaron para luego obtener la confianza de gente que, en principio, les odiaba. Para llegar a buen término, hubo decepciones, odio, alegrías y pequeñas grandes victorias. Y de eso se trata.

Supongo que habrá que empezar a cambiar de estrategia porque al paso que vamos hablaremos solo para nuestra parroquia y para círculos cada vez más pequeños. No puedes querer a Mandela e ignorar lo difícil e importante que es la estrategia de la generosidad.

Si no queremos que el campo sea abrazado por los ultras, hay que apoyar a los agricultores, hay que establecer vínculos, hay que escuchar a esa gente,  y seguramente que en ese camino encontremos piedras pero también muchísimas flores que recoger. Nos necesitamos. ¿Cuándo lo vamos a entender? Ubuntu.

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