fbpx
sábado, abril 20

¿Por qué el antirracismo se toma las calles en el 8M?

Fotos @cimarronpro 

Quiero empezar por decir que nunca ha sido mi intención enunciarme desde el activismo. Considero que hay personas allá afuera haciendo mucho por el mundo, personas que se entregan en silencio y con bastante sacrificio a sus comunidades y a sus ideales. Yo solo soy una escritora. Observo con curiosidad y voracidad lo que me rodea. Marcho como mujer negra colombiana, marcho no porque considere eso parte de un activismo fervoroso, lo hago para escribir en el territorio que habito que aquí estoy. Dejo esto como premisa, porque el antirracismo tiene muchas vertientes; desde mi lugar de letras yo me empeño en mostrar su relevancia y continuar con un antiguo registro que otras hermanas y ancestras han elaborado. El antirracismo está cimentado en mares y mares de tinta que sirve para entender que, a nivel de estudio, esta disciplina tiene una amplia trayectoria. 



Varias personas antirracistas nos vemos a nosotras mismas desde este lugar y no desde el feminismo, porque el feminismo hegemónico contribuye directamente a que estamentos antirracistas como la transfobia o el extractivismo sigan existiendo. El feminismo hegemónico puede ser un factor que contribuye a discursos neoliberales y capitalistas. Por eso, en la marcha del 8M en Bogotá un frente salió bajo el sonido de otra tambora, bajo el ritmo de una conversación sobre raza, que tanto hace falta en nuestros territorios del Abya Yala. 

Nos entendemos primero como personas cuyas experiencias de género están, necesariamente, atravesadas por experiencias raciales; para bien y para mal. En los movimientos antirracistas un interlocutor esencial es el cuerpo: nuestro primer territorio y el barómetro de numerosas experiencias. Entre las arengas que proclamábamos como frente, cantamos exigiendo su respeto. Las personas de la diáspora africana entendemos a la perfección lo que significa que el cuerpo sea instrumentalizado, cosificado, tokenisado. De manera que la búsqueda por la paridad, la equidad y la justicia no se puede dar solo a través de un enfoque de género; por eso salimos a marchar, a cantar y a gritar que nuestra experiencia racial debe ser una prioridad en lo que se pide cada 8 de marzo. 

Ser una persona negra no binarie y ser una mujer negra es estar atravesada por opresiones donde la raza y el género no pueden separarse. El acoso sexual, la violencia, el ninguneamiento, el silenciamiento, la explotación, la sexualización; todas opresiones que se dan por nuestro color de piel y nuestra identidad de género. Son las marchas del 8M el perfecto escenario para mostrar que estas faltas a nuestros cuerpos vienen en dos sentidos: el racismo y el machismo. No obstante, algunas de nuestras vivencias con el racismo se dan en espacios supuestamente feministas, por lo que denunciamos el racismo como un aliado de dinámicas patriarcales donde se sigue viendo en la mujer blanca un repositorio de privilegios; privilegios sostenidos por la supremacía blanca. Cuestionamos que el feminismo hegemónico siga preservando dichos privilegios a la vez que, según dice, intenta crear espacios seguros y luchar por los Derechos de todes. 

El principal componente del antirracismo es que no pone a la mujer como centro de la conversación; al contrario, entiende que funcionamos como un sistema. Desde el Ubuntu y el womanism entendernos como parte de un todo permite que veamos cada opresión como una amenaza y cada individuo como una parte intrínseca de nosotras como personas. Por lo tanto, funcionamos protegiendo tanto manifestaciones individuales de vida, hasta la vida que sostiene otras vidas como la naturaleza. Vernos dentro de algo más grande e importante da al antirracismo ese paso que no toman otros movimientos, el paso de ver que las otras personas necesitan de mi tanto como yo de ellas. Vernos co-dependientes de más comunidades afuera de la nuestras, co-dependientes de la naturaleza y co-dependientes de un mundo espiritual (que funciona según preferencias de cada cual) garantiza que no demos una pelea única contra opresiones específicas; sino que combatamos por todes. Ahí es donde los frentes antirracistas tienen una perspectiva diferenciada. 

Fotos @cimarronpro 

El 8M sirve para recordarles a los feminismos que el centro de la lucha no es la mujer, que estamos luchando contra un sistema que nos obliga a mirarnos como personas más allá de nosotras mismas. Sigue creciendo el discurso antirracista y con éste la pelea por descolonizar nuestras ideas, nuestras acciones y nuestras referencias culturales.  


Carolina Rodríguez Mayo

Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá.  Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida. 


SUSCRÍBETE A PREMIUM AFROFÉMINAS


2 comentarios

Deja un comentario