miércoles, diciembre 4

Ana Bolena. Racismo y representatividad

No lo voy a negar. Los primeros veinte minutos, en que me senté a ver Ana Bolena, la miniserie creada para el canal británico Channel 5, mas tarde comprada por la plataforma HBO, sentí placer.

Mi negritud se regocijó en el sofá, disfrutando de ver a una mujer negra encarnando a una monarca de gran poder, y no a la eterna esclava que algún explorador blanco secuestrara de alguna tribu perdida en el continente africano, para entretenimiento de la corte, y sin mas trama que esa, la del sufrimiento y la tortura.

No. Los veinte minutos en los que exploté de placer viendo a una mujer negra, bella e inteligente, rodeada de personas blancas que se rendían irremediablemente ante ella, fueron gloriosos. Ensoñadores, representativos, posibles. Luego esa sensación me abandonó y dio paso a mi fascinación por la trama y la historia de una monarca psicologicamente interesante, vilipendiada, mancillada, y llevada al ostracismo, por quienes escribieron la historia. En aquel momento la piel, y todo el universo que abarca,se relegó a un tercer plano, y dio cabida al mito, al desgarro, y a las escenas tan exquisitamente narradas de la historia. Y eso justamente es lo que concibo, cuando pienso, en lo interesante de la representatividad. Veinte minutos, en los que la actriz Jodie Turner-Smith, me dijo que es posible ser reinas, ser ingobernables, ser ambiciosas, para luego dar paso, a la leyenda.

Muchos han acusado de oportunista a la cadena, y los productores, de usar el filón de la diversidad, para levantar polémicas, provocar y promocionar una historia, bastante vacía según algunos expertos. Cuando el rigor histórico de esta serie, que dicho sea de paso tiene bastante, queda soterrado, por prejuicios raciales, entonces estamos hablando del eterno debate del racismo en las artes e industrias cinematográficas, disimulados por el miedo a perder personajes históricos, interpretados por los mismos de toda la vida.

Si este miedo es selectivo, y no nos molestó ver la interpretación de  Angelina Jolie como Mariane Pearl, en Un corazón invencible, o a Joseph Fiennes como Michael Jakson, en la película Elizabeth, Michael y Marlon, o a Elizabeth Taylor en la mítica Cleopatra, entonces tenemos un problema. La cuestión es, porque ponemos un grito en el cielo, cuando la historia se invierte, y nos atrevemos a soñar con personajes, narrados desde la riqueza y diversidad de otros colectivos. ¿Acaso no es eso ser también antirracistas? No solo invertir las narrativas e  historias, sino destrozarlas, para que desde el fuego renazcan, y nos pueda abrazar a todes. ¿Acaso esto no es también deconstrucción?

Si le quitamos importancia, a que la historia y el arte, en todas sus manifestaciones, haya sido contada y representada, a través de una mirada blanca, patriarcal, y hegemónica, por qué no entender, que hay una niña negre, gitana, musulmana, de Abya Yala, disca, neurodivergente, que en algún lugar del mundo, por primera vez, ya no solo sueña con ser reina, sino que sabe, que puede ser real.

La representatividad lo es todo. La representatividad nos da bocanadas de oxigeno, y nos ayuda a seguir respirado. Nos acuna cual madre comprensiva, custodiada por la esperanza. Y si para que esta representatividad sea efectiva, necesitamos mas Anas Bolenas negras en el mundo,

que así sea. 


Dayana Catá

‌Educadora especial y escritora. Ante todo humana, negra, cubana, mujer y activista. Todo en ese orden y con el mismo grado de intensidad.


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