En mi vida he sido exotizada desde varios frentes, para mi pesar la escritura no es la excepción. Cuando se desea pertenecer al mundo de las letras siendo una mujer negra las expectativas son muy específicas y corresponden a estereotipos que parecen no abandonarnos en ningún tipo de carrera. Desde la literatura mi fenotipo y mi culturización apuntan a textos que deben referir al abandono estatal, la opresión sistemática, la constante sexualización, el llamado ancestral; todos temas que están integrados en corrientes esenciales en la escritura y la oralidad negra. No obstante, no son los únicos temas en mi imaginario.
Cuando una escritora negra busca salirse de los marcos teóricos étnicos y negros, de esos marcos afro-referenciados; sus letras dejan de ser relevantes. Si no estoy rezando alabaos o purgando mi alma en las aguas poéticas de Yemayá, lo que tengo por decir pasa a un segundo plano.
Un desafío que veo entre las personas negras que creamos contenido, -sea narrativo, multimediático, periodístico, cinematográfico, turístico, musical, teatral, etc.- está en que los productos culturales, fruto de nuestro trabajo, sean apreciados como parte de una experiencia humana universal. Los resultados de nuestra labor terminan siendo vistos desde una limitada orilla que categoriza éste, como parte de una relación directa entre lo que hacemos y cómo nos vemos. Un reto enorme como creadoras de contenido es deconstruir al sujeto detrás del quehacer, al menos para evidenciar que el lugar de enunciación de las autoras negras no tiene que hablar únicamente de su experiencia de género o su experiencia como afrodescendientes. Debería ser una elección y no una obligatoriedad.
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Es crucial que caminemos por estas pedregosas avenidas con cuidado. Las autoras negras y las creadoras de contenido negras, afrodescendientes y racializadas vivimos experiencias particulares por nuestro fenotipo, la manera en que somos culturalizadas por nuestra etnicidad y/o raza y nuestro género; esto no es algo cuestionable. Lo que es cuestionable es que por siglos han sido los hombres blanco cisgénero los que nos cuenten todo tipo de historias, ¿por qué incluso dejamos que sean estos autores los que nos hablen de las vidas negras, los traumas de los migrantes, los amores de las personas con diversas identidades de género? En cambio, cuando se trata de una creadora afro descartamos que pueda hablarnos de temas que no respondan a su experiencia directa.
El paso siguiente a la visibilización, que es esencial para la comunidad de la diáspora africana, debe ser la universalización. Partir de la intersección -que es la elección obvia a la hora de legitimar y luchar por nuestros derechos fundamentales- no debe desconocer que en cada intersección hay una batalla humana; por consiguiente, puede ser una batalla en la que todes nos sintamos representades. Ver en las historias de personas negras un arquetipo literario, o bien ver en las historias de personas negras un molde para referir las vivencias humanas es imperativo en aras de una transformación profunda de los imaginarios a los que nos acogemos.
Entender que las etiquetas son un limitante enorme del potencial creativo para las personas negras es una herramienta antirracista poderosa, lo siguiente es erradicar esas etiquetas; de manera que la herramienta no solo sea poderosa, sino que, además, sea efectiva en la lucha por un mundo sin cercos epistemológicos, narrativos o sociales. Así las voces de las mujeres negras no estarían relegadas en rincones inhóspitos y solitarios de perpetuas autoreferencias.
Carolina Rodríguez Mayo
Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá. Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida.
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Hola Carolina, me ha parecido muy buen texto, conciso y fuerte. Muy pertinente que retomes a tu propia manera la discusión de Chimamanda en “El peligro de una sola historia”. Gracias por escribir y publicar el texto, muy necesario.