jueves, noviembre 14

La perspectiva interseccional en el feminismo

For the Woman’s House (1971) de Faith Ringgold

La interseccionalidad es una metodología que estudia la percepción del poder cruzada o imbricada en las relaciones sociales. Este enfoque señala que el género, la etnia, la clase u la orientación sexual, están interrelacionadas.

La interseccionalidad fue aplicada en las ciencias sociales por la abogada afroamericana Kimberlé Crenshaw en 1989, a través de este concepto se pueden evaluar las interacciones e intersecciones de los distintos sistemas de opresión, destacando las consecuencias de éstas en los derechos de las mujeres.

La  interseccionalidad trata de explorar la diversidad y dispersión de la trayectoria en el entrecruzamiento de las diferentes modalidades de opresión, dominación, y discriminación, a partir la investigación sobre el origen y la puesta en práctica de las relaciones de fuerza en las categorías de raza, género y clase. En su marco teórico la perspectiva interseccional estudia como las categorías, biológicas, sociales y culturales compuestas por tópicos como: el género, la clase, la discapacidad, la orientación sexual, la religión, la casta, la nacionalidad, entre otros, se relacionan en distintos niveles.

Lo que intenta demostrar esta teoría es que la injusticia y la desigualdad social se componen por elementos que conforman la identidad.
El enfoque interseccional no es nuevo, Olympia de Gouges en la declaración de los derechos de la mujer de 1971, relacionó la dominación colonial con la dominación patriarcal, estableciendo la semejanza entre las mujeres y los esclavos.

En el siglo XIX en los Estados Unidos las luchas feministas y abolicionistas protagonizadas por las mujeres negras señalaron que el racismo y el sexismo tienen el mismo desarrollo en su funcionamiento.

En 1851, durante la convención por los derechos de las mujeres en Akron, Ohio, Sojourner Truth, mujer afro esclavizada por más de 40 años, pronunció un discurso que se transformó en manifiesto: “¿Acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mis brazos! ¡He arado y sembrado, y trabajado en los establos y ningún hombre lo hizo nunca mejor que yo! Y, ¿acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre si es que consigo alimento, ¡y puedo aguantar el latigazo también! Y, ¿acaso no soy una mujer? Parí trece hijos y vi cómo todos fueron vendidos como esclavos, cuando lloré junto a las penas de mi madre nadie, excepto Jesucristo, me escuchó y, ¿acaso no soy una mujer?”. Esta disertación no solo reclama la igualdad de derechos respecto a las mujeres blancas, cuestiona también el significado burgués de la “femineidad”, exponiendo a través de un interrogante, que las mujeres negras no eran tomadas en cuenta y que se banalizaba el sufrimiento de las mujeres esclavizadas.

El feminismo interseccional cuenta con expositoras como Angela Davis, bell hooks, Chela Sandoval, June Jordan, Norma Alarcón, Audre Lorde, Chandra Talpade Mohanty, María Lugones y Gloria Anzaldúa, todas ellas critican al feminismo blanco hegemónico por ignorar la influencia de la etnia y el género en la categoría mujer.

En Latinoamérica podemos ver el encuadre de la perspectiva interseccional que fue aplicado en 1899 por la escritora peruana Clorinda Matto de Turner, quien a través de su libro “Aves sin nido” denunció los abusos sexuales cometidos por los curas y gobernadores locales hacia las mujeres indígenas, destacando que “La vulnerabilidad que generaba, en este contexto, la categoría étnico-racial y de género”.

En el siglo XX se empezó a cuestionar la hegemonía del feminismo blanco, y cómo la categoría “mujer” era utilizada de forma universal ignorando la interacción entre raza, clase y género. Uno de los grupos afrofeministas más activo de la década del 60 fue la Colectiva del Río Combahee, quienes en su manifiesto de 1977 sentaron las bases del nuevo feminismo a partir del concepto: “lo personal es político”, de esta manera quedó establecido que la raza, el sexo, y la clase social forman parte de las opresiones de las mujeres negras, por ende, éstas no se pueden separar.

El discurso hegemónico feminista había pretendido ignorar la presencia del racismo en los debates políticos, creando marcos teóricos que ignoraban las relaciones de poder en cada contexto histórico y político. La académica danesa-sueca de estudios de género Nina Lykke, definió a la interseccionalidad como “un lugar discursivo donde diferentes posiciones feministas se encuentran en diálogo crítico o de conflicto productivo”.

En el 2007 Ange Marie Hancock propuso en el campo del feminismo estructuralista como identificar los presupuestos básicos para responder a la problemática de la justicia distributiva y de gobierno, para analizar situaciones concretas y específicas tomando en cuenta que en todos los problemas y procesos políticos complejos están implicadas más de una categoría de diferencia, es por esto que se debe prestar atención a todas las categorías pertinentes, pero las relaciones entre categorías son variables y continúan siendo una pregunta empírica abierta, pero en donde cada categoría es diversa internamente. Asimismo, establece que las categorías de la diferencia son conceptualizadas como producciones dinámicas de factores individuales e institucionales, a raíz de esto se debe realizar una investigación interseccional examinando las categorías en distintos niveles, así se podrá analizar el proceso de interacción entre estos, sin olvidar que la interseccionalidad es un paradigma que requiere desarrollos teóricos y empíricos.

Toda teoría tiene su análisis crítico, y en el caso de la perspectiva interseccional podemos mencionar la que ha hecho la filósofa argentina María Lugones en el 2005 quien señaló que la intersección es un mecanismo de control, inmovilización y desconexión; que estabiliza las relaciones sociales, fragmentando en categorías hegemónicas, creando posiciones fijas que dividen los movimientos sociales, en lugar de unirlo.

Lugones identifica como opuesta las perspectiva de Audre Lorde y la de Kimberlé Crenshaw clasificándolas como dos maneras de entender las diferencias,  donde la primera aborda como diferencias no dominantes e interdependientes y la segunda como categoría de opresión separables que al entrecruzarse se afectan.

Para Lugones la intersección deja en evidencia la ausencia de la mujer negra, porque según esta la categoría “mujer”, o la categoría “negro” la incluyen. Por eso propone la lógica de la fusión como posibilidad de resistir múltiples opresiones mediante la creación de círculos de resistencia al poder desde adentro, en todos los niveles de opresión y desde la interdependencia de diferencias no dominantes.

El feminismo vive en constante evaluación y gracias a este proceso el movimiento se oxigena, se adapta y evoluciona. La perspectiva interseccional incluye a todas las mujeres, disidencias y diversidades, porque entiende que solo así se podrán analizar las relaciones e intercambios que se producen en los privilegios, generando opresiones que después se transforman en violencia.


Melina Schweizer

Periodista Dominico-Argentina, ciudadana y libre pensandora



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