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sábado, julio 27

«Esta vez el fuego». Una antología de textos sobre el dolor y la esperanza de los afroestadounidenses


Después del asesinato de George Floyd vivimos el espejismo de que todo iba a cambiar. Mientras escribía este texto recibí el vídeo de un hombre negro desarmado, acribillado a balazos por la espalda mientras intentaba subir a su coche. La ilusión del cambio se desvanece con cada balazo y muestra lo necesario de entender la raíz del problema, pero también de clebrar la negritud y reivindicar la afrodescendiencia.

Ediciones del Oriente y Mediterráneo acaba de publicar «Esta vez el fuego. Una nueva generación habla de la raza» de Jesmyn Ward , traducido por María Enguix Tercero. Se trata de una conmovedora antología de escritores contemporáneos afroestadounidenses concebida como una respuesta a «The Fire Next Time» (El fuego la próxima vez) , la fantástica colección de ensayos de James Baldwin de 1963. Estos escritores contemporáneos reflexionan sobre el pasado, el presente y el futuro de la identidad negra en Estados Unidos.

Pero esta respuesta al libro de Baldwin ha llegado a un mundo que parece varado, siempre igual. Basta con mirar las noticias de ayer para ver que no ha cambiado mucho desde que el mítico escritor negro publicó su libro. Parece que cada generación negra ha tenido la esperanza de progresar, y tal vez, a veces los negros, nos sintamos como si estuviéramos llegando a la meta, pero en cuanto nos damos la vuelta, vemos que hemos avanzado muy poco. Parecen que siempre hay una fuerza que nos mueve a la línea de salida.

Jesmyn Ward

Hay que tener en cuenta varias cosas antes de enfrentarse a este libro. Primero que cuando se publicó en Estados Unidos estábamos a punto de introducirnos en lo que iba a ser la era Trump, en la que ahora habitamos. Entonces únicamente «disfrutábamos» de su campaña presidencial en las postrimerías de los dos mandatos de Obama. Esto permite leer con más prespectiva el libro y nos aleja de la contaminación y de la omnipresencia del inquilino de la Casa Blanca, que condiciona todos los debates de una manera casi enfermiza.

Muchas de las piezas de esta antología reflexionan sobre el pasado, intentando arrojar luz sobre el presente. El momento en el que existimos es el producto de todo lo que ha sucedido antes, lo bueno y lo malo, y no tenemos ninguna esperanza de entender quiénes somos si ignoramos cómo llegamos aquí. La amnesia no cambia lo que sucedió, solo nos impide comprender nuestras conexiones con el lugar donde hemos estado y nuestras relaciones entre nosotros.



En esta colección Ward reúne a 18 escritores «para disentir, pedir cuentas, testificar, tener en cuenta». Ella espera que este libro ofrezca consuelo y esperanza a una nueva generación de lectores, tal como lo hizo el trabajo de Baldwin para ella.

Muchos textos de este libro responden a la violencia racial e invocan las tragedias de la época Trayvon Martin, Michael Brown, Eric Garner, Tamir Rice, Sarah Bland, fieles de la Iglesia Emanuel de Charleston y Abner Louima, entre muchos otros. Hoy anñádiríamos muchos nombres más a esa lista. Edwidge Danticat cuenta que cuando le preguntó le preguntó a Louima cómo se siente cada vez que escuchaba que la policía mató a una persona negra le contesto: “Me recuerda que nuestras vidas no significan nada”.

Como revelan otros padres negros en sus ensayos, Danticat siente que debe tener dos conversaciones con sus hijas: «una sobre por qué estamos aquí y la otra sobre por qué no siempre es una tierra prometida para personas que se parecen a nosotros». En cambio, desea asegurarles que “pueden superarlo todo, si son valientes, resistentes y valientes. La madre de un hijo negro le dijo a la poeta Claudia Rankine, “la condición de la vida negra es de luto”. Además del temor por el futuro de sus hijos, algunos escritores se centran en su identidad negra.

Como resultado de unas pruebas genéticas, Ward descubrió que su ascendencia era europea en un 40 por ciento, un resultado que ella encontró «desconcertante». «Durante unos días después de recibir mis resultados», escribe, «me miré al espejo y no supe cómo entenderme a mí misma». Wendy Walters se resistió a pensar en la esclavitud hasta que el descubrimiento de esclavos enterrados durante mucho tiempo en New Hampshire la llevó a investigar el pasado.

El poeta Kevin Young investiga los motivos de la líder de la NAACP, Rachel Dolezal, para hacerse pasar por negra. Aborda el tema de los impostores raciales y explica elocuentemente que «Ser negro, con demasiada frecuencia, vira entre dos polos en el ojo público: la opacidad y la invisibilidad».

Emily Raboteau habla en “¡Conozca sus derechos!” de los diferentes murales en la ciudad de Nueva York que parafrasean la Advertencia Miranda y brindan asesoramiento legal simple para los residentes. Aunque los murales son hermosos, son más que arte. Las pinturas sirven como vallas publicitarias colocadas en comunidades donde conocer sus derechos es importante para sobrevivir.

Carol Anderson, Natasha Trethewey y otras también agregan ensayos útiles a esta importante colección.

Pero no es un libro solo para que nos repensemos los negros, también lo es para la blanquitud. Todos los textos llevan implícito un tema que normalmente en que a la blanquitud no le gusta colocarse, su privilegio blanco.

Los disparos en la espalda de ayer, que son disparos que no han cesado, nos obligan a conocernos, reivindicarnos y visitar nuestro pasado. Pero también, inevitablemente pasa por que las personas blancas revisen su privilegio. La capacidad de rehacer las cosas está a nuestro alcance.


Elvira Swartch Lorenzo

Colaboradora SIEMPRE en Afroféminas.



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