Esta cuarta entrega de mi diario de pandemia es la que más me ha costado escribir. Los días de confinamiento, incertidumbre y malos pensamientos se acumulan en mi sufrida cabeza. Mi pelo era color platino, pero ahora vuelvo a mi ser natural de cabello negro azabache.
Llevo 36 días confinada y empiezo a sentir las secuelas de la soledad. No puedo evitar sentir comprensión por los que se saltan la cuarentena. Pero entonces pongo la televisión (la pobre está trabajando a destajo estos días) y me dicen que son insolidarios, malvados contagiadores que merecen que caigan sobre ellos las siete plagas, que con la que tenemos encima serían ocho.
Se jalean actos punitivos de la policía en los medios progresistas y me siento incómoda. Mi mente viaja a solo hace unos meses, cuando uno de esos policías me pidió la documentación en la estación de Santa Justa de Sevilla al llegar con el AVE. Solo me la pidió a mí, la única persona negra que salía por la puerta. Así que conozco el sesgo racista que tienen.
Y tengo dudas, muchas dudas. Veo a los periodistas de una cadena de televisión «progresista» haciendo guardia en la entrada a un supermercado para ver quien va en pareja o quien compra poco. Y MARCAN a dos personas, las dos latinas, migrantes. Una por acompañar a su pareja y un muchacho que lleva la bolsa poco cargada.
La periodista convertida en Gestapo le dice a un muchacho de apenas veinte años que le enseñe lo que lleva en la bolsa:
-Dos paquetes de frijoles.
-Solo para dos paquetes de frijoles no se puede venir al supermercado. Está muy mal esto que has hecho. ¿Lo volverás a hacer?
-No señora. Lo siento.
Pienso que quizás el muchacho no podía comprar mucho más y le dio vergüenza decirlo, porque la pobreza avergüenza, o quizás lo necesitaba, simplemente.
Y empiezan a darme asco esos guías morales que sacan ventaja de su poder mediático.
Y me digo que así no.
Y empieza a molestarme el buen rollo obligatorio. Me comienza a importunar esa solidaridad impuesta cuando veo a los míos sufrir.
Y pienso en esa mujer migrante golpeada en Euskadi por la policía cuando paseaba a su hijo autista. Pienso en sus gritos desesperados para ser escuchada y como la ignoraron.
Y pienso en cómo serán esas detenciones de hombres negros que ningún móvil grabará. Y me cabreo porque se que aunque fuese grabado ya estarían los medios para MARCAR al golpeado y jalear al violento.
Me lo pienso mucho, porque me da miedo protestar. Porque temo que me acusen de insolidaria, de trabajar para que muera gente. Que le acusen a una de contribuir a la muerte de nuestros mayores asusta.
Y me digo que hoy no saldré a aplaudir, hoy no me nace. Quizás mañana.
Y sigo teniendo dudas.
Y temo a quien tiene demasiadas certezas.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora habitual en Afroféminas. He trabajado de todo. Hija de migrantes afrocolombianos.
Hasta que termine la crisis al final de los artículos de Afroféminas encontraréis esta imagen. El enlace da acceso al mapa interactivo de recursos que ha puesto en marcha @CEAntirracista Cualquier ayuda, aporte y recurso es necesario para personas en especial estado de vulnerabilidad. Puedes entrar a través de este enlace:
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