domingo, diciembre 22

Así nos ven en México (I): La Mulata de Córdoba

A pesar del reconocimiento constitucional que se logró este año, lxs afromexicanxs seguimos sin existir en el discurso nacional oficial, tampoco en el cotidiano. México continúa siendo un espacio negado para las poblaciones afromexicanas y migrantes de la afrodiáspora. Esto se debe, en cierta medida, a las imágenes que, cargadas de estigmas racistas y estereotipos de extranjería, imperan en el imaginario social de México. 

Las representaciones en los medios de comunicación son de suma importancia para las personas negras, ya que ayudan a alcanzar un verdadero autoreconocimiento. Las representaciones, diferentes a las que las personas blancas realizan, no sólo retratan, sino que influyen en nuestra construcción y autoafirmación identitaria.

Las imágenes representativas de lxs negrxs en el imaginario social mexicano se reproducen en la historia oral y en los medios masivos de comunicación. Para entender la manera en la que son concebidos los cuerpos de las mujeres negras, me propuse analizar una de las grandes leyendas mexicanas: La Mulata de Córdoba.

La actriz Toña la Negra en la película «La Mulata de Córdaba» de 1945

La importancia de revisar las leyendas de la cultura mexicana radica en que son narrativas que le sirven a las representaciones para que se transmitan de manera oral.

La Mulata de Córdoba se ubica en la época colonial, en Córdoba, Veracruz. Al ser una narración oral, existen varias versiones sobre su historia. 

La Mulata de Córdoba era una mujer negra muy hermosa, y aunque se desconocían sus orígenes, se decía que tenía pactos con el diablo, lo que explicaba su inminente belleza, juventud y sabiduría. No sólo atraía a los hombres, sino que también mucha gente del pueblo se le acercaba para pedirle favores; además ayudaba a los más desfavorecidos. Un día fue capturada por el Santo Oficio, encarcelada en San Juan de Ulúa, Veracruz, fue sentenciada a muerte por la Inquisición. La Mulata, encerrada en su celda, pintó un barco en la pared con un pedazo de carbón, y cuando el Inquisidor fue a visitarla para saber si se arrepentía de los crímenes por los que se le acusaba, ella subió al barco y nunca jamás regresó. 

Esta leyenda es una de las primeras representaciones de las mujeres afro en México, ya que data desde la época colonial. En la mayoría de las versiones de la historia oral se desconoce su origen y se niega su probable pertenencia a la Nueva España, en ese entonces. Aquí es visible el estereotipo de extranjería debido a que no se reconoce su pertenencia al país, se duda de sus orígenes y se asocia su cuerpo negro con lo extraño y lejano.

En algunas versiones de la leyenda, se menciona que fue uno de los pretendientes de la Mulata quien la acusó ante el Santo Oficio. La constante exaltación de su belleza, razón por la cual era perseguida por los hombres, puede ayudarnos a reflexionar en torno a cómo se expresa en esta representación el exotismo, consecuencia de dicha exaltación. 

Xavier Villaurrutia, famoso escritor, retoma esta leyenda para crear una ópera junto con José Pablo Moncayo. También hace una película con Adolfo Fernández Bustamante en 1945, en el rodaje participa Toña la Negra, una cantante y actriz afromexicana de la llamada época de Oro del cine mexicano

Cartel de la película mexicana «Angelitos negros» donde se utilizó el black face de manera descarada.

La época de Oro del cine mexicano es una pieza clave para entender cómo las mujeres negras somos vistas, cómo se generan esas representaciones. Además de la película de la Mulata de Córdoba, Angelitos negros, es una producción audiovisual donde predomina el uso del blackface como herencia del cine estadounidense de la época.


Scarlet Estrada

Antropóloga afromexicana, estudia periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México y se encuentra redactando su tesis de licenciatura sobre la sexualización de las mujeres negras en Ciudad de México.


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1 comentario

  • Brenda Silva

    Hola, soy mexicana y radico en Estados Unidos. Siempre me ha llamado la atención que en este país a los descendientes de otras razas que no son europeos pero que ya han nacido aquí se les agregue un prefijo antes de la palabra “americano”. Es decir, Afro-americano, Mexico-americano, Latino-americano, Nativo-americano como si no fueran Americanos reales sólo por no ser rubios de ojos azules, pues a los europeos no se les llama Euro-americanos.
    Siempre considere que en México no teníamos ese tipo de distinción, que todos, sin importar color o ascendencia, nos llamamos mexicanos. En mi familia somos de todos colores y razas. Somos mezcla de indígenas, negros, europeos, y chinos. Tengo unos tíos que son mulatos y que pueden verificar su ascendencia hasta un esclavo traído de Africa, jamás se han llamado así mismos afromexicanos. Ellos son veracruzanos y mexicanos. Por eso me llama mucho la atención encontrar este sitio donde tú te definas como afromexicana.
    Está bien reconocer nuestras raíces pero no debemos usarlas como distinción para separarnos como pueblo. Somos mexicanos.

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