miércoles, diciembre 4

Demérito de la reivindicación afro y otras formas de opresión contemporánea

Foto Samara Hudgson

Es una ley universal que al comentar un problema, un conflicto, un dilema o simplemente una situación que nos preocupa y nos atormenta; el emisor muestra su consternada necesidad de desahogarse y el receptor se limita a aconsejar en lo que más pueda, o en la mayoría de casos tiende a comparar su caso con una situación que –a su parecer- resulta familiar. Esto sucede todo el tiempo, y a veces, resulta bastante frustrante. De las lecciones más fuertes que he aprendido durante mi corta experiencia es que  ningún dolor es comparable con otro, no es menor o mayor, las vivencias de cada uno las sobrellevamos de manera individual, cada quien con su personalidad y visión. Cada quien lleva el duelo, la felicidad, la tristeza, el gozo y el desamor de distinta manera, no existe una fórmula adecuada para el éxito, lo que sí es un punto en común es que se siente y se vive tan intensamente que queda plasmado como un souvenir inolvidable. Cada lucha es distinta, no es comparable, o menor ni mayor y la lucha social negra y afrodescendiente quiere dejar de ser demeritada.

Inicié este escrito dando una introducción desde lo cotidiano, porque he aprendido como las personas quienes no conectan o entienden la discriminación pueden aplicar el contexto a un espacio totalmente distinto, o simplemente, no pueden identificarse. Los sentimientos que experimentamos los seres humanos son universales y casi todos hemos los hemos vivido, pero no los identificamos hasta que una muy buena descripción logra hacernos sentir identificados; esto pasa a menudo con las luchas sociales. Algunas mentes cerradas se encargan de sólo de rechazar pero aquellas que están dispuestas a escuchar, pueden lograr comprender la raíz del asunto, no siempre se trata de concordar pero sí de comprender. La lucha afrodescendiente no surge en época moderna, se remonta a la época esclavista a nivel mundial. El objetivo era simple: obtener libertad, no ser posesión de nadie y tener una vida digna. Claro los objetivos han cambiado con el paso del tiempo, la sociedad se modifica y con ella se rectifican sus conflictos y problemas. Hoy no hablamos de lucha, hablamos de reivindicación, hoy no reclamamos libertad pero sí irónicamente algo que desde el principio se ha pedido: equidad.

El reconocimiento nos llevó, a una indiscutible lucha con la ignorancia, la reivindicación se produjo desde la frustración de muchos y la equidad se exige porque seguimos siendo víctimas del flagelo social proveniente de cualquier fuente o espacio. A medida que las luchas sociales se incrementan y gana algún tipo de reconocimiento se produce el fenómeno del desprestigio y la antipatía; son quienes pronuncian frases como: “eso ya fue hace mucho, déjenlo ir”, “los negros son los más racistas”, “ahora todo lo quieren”, “es que esos negros si friegan”, etc. Cada una de esas desagradables frases tan comunes en la sociedad proviene del desagrado de que produce la reivindicación de una minoría y el orgullo que produce pertenecer a las mismas.

Remitiendo al comparativo inicial en el que trazo un paralelo de lo frustrante que resulta ser comparado, las luchas sociales a menudo sufre también este fenómeno. Es muy claro como muchos comparan la reivindicación afro con otro tipo de luchas sociales; lo malo de esto es que ninguna lucha es igual o comparable. No hay más o menos, existen luchas y todas son importantes, todas esclarecen puntos de convergencia en los que queremos un cambio, todas tienen un ideal al que es claro, no será fácil obtener, todas exigen respeto y  deben manifestarlo. Estamos cansados de oír como son pisoteadas nuestras reclamaciones y como se burlan de nuestras desdichas, estamos cansados de oír la misma clase de comentarios que se remontan a la época colonial y tener que actuar como si causase gracia, estamos cansados de ser objeto de burlas y rechazos directos cuando reclamamos algo que por deber, nos debe la mayoría de población: respeto.

Quienes no respetan la reinvidindicación hacen de la lucha un tema que nunca se podrá discutir, convierten a la población vulnerada en un chiste que aman contar y sobretodo, crean una forma de opresión moderna. Un ejemplo claro de este fenómeno es la frase anteriormente mencionada que dice que “los negros somos las personas MÁS racistas”, el descaro en la anterior frase no tiene límites. Y es que dígame, ¿cómo puede una minoría proclamarse racista y cometer los mimos actos vandálicos de una mayoría opresora vigente?, ¿cómo se es racista al reclamar un espacio que fue arrebatado bruscamente? Estoy consciente de quienes no están a gusto con la sociedad y lo manifiestan, a veces a manera de disputa o insultante, pero ¿cómo eso convierte la reivindicación afro en un movimiento racista? Ni siquiera caben ambos términos en una misma frase. Por favor, despertemos, el racismo es una estructura de poder sistemático y jerarquizado, con orígenes antiguos pero precursores modernos. No nos insulte pronunciando ese tipo de frases, la solución siempre es la misma: educarse.

Concluyo recalcando que como decimos muchos, la discriminación racial está vigente; ya no nos amarran las cadenas pero aún persiste un lenguaje que genera un flagelo, aún está vigente una concepción errada que sólo produce el aislamiento de la comunidad negra y el desarraigo a una sociedad en la que no se siente bienvenida. Por eso el surgimiento de la lucha social y de ahí radica su importancia, deje de comparar, desvalorizar y rechazar aquello que no comprende. Las vidas negras importan, la salud mental de la comunidad negra importa y la opresión contemporánea no es más que un arraigo de ignorancia que por respeto con nosotros, debe acabar.


Samara Hudgson Llanos

Escritora y artista. Apasionada por la música y el arte. Bogotá, Colombia


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