Aquí estoy. Me presento: soy una mujer hispano-guineana, negra y española. Vivo en Boston, o como yo digo, en el exilio, migración forzada.
Y es ahora que me siento fuerte, inspirada, y consciente para volver la mirada hacia el país que me vio nacer, y dirigirme a todas y a todos ustedes para vociferar desde la distancia: ¡Os veo! ¡Os animo! ¡Orgullo!
A todas y todos ustedes, os saludo. Me siento orgullosa porque ahora, después de mucho tiempo, puedo ver con claridad y por doquier, en los medios de comunicación y través de la literatura, las artes y ciencias, vuestros movimientos y logros diarios y que tienen como principal motivo establecer vuestros derechos de visibilidad y respeto como ciudadanos y ciudadanas, y seres humanos.
La lucha contra los desafíos que las comunidades negras y especialmente las mujeres negras viven cada día en España, en los Estados Unidos, Guinea Ecuatorial, y en el mundo con relación al racismo y la violencia continúa. No obstante, quiero expresar mi homenaje hacia ustedes, ya que es ahora que veo como lucháis a través de vuestros cuerpos y vuestras voces, diversas plataformas existentes, asociaciones en las ciudades grandes y pequeñas, y universidades. Sigo los temas que abordáis sobre nuestras pieles, nuestro pelo, identidades, representaciones políticas, y motivaciones para continuar con firmeza, y además comparto vuestras denuncias y procesos legales para desmantelar ataques que atormentan.
Vuestros esfuerzos hacen eco fuera, en la diáspora. Me habéis llegado e impactado, ya que creo que sois familia, hermanas y hermanos. Vosotras y vosotros os quedasteis al pie del cañón y al frente sosteniendo vuestras almas llenas de poder para luchar la causa que yo nunca luché: las posturas de vuestro ser, vuestras herencias, vuestras culturas, pensamientos, artes, y voces literarias.
Me marché forzosamente de España y muy joven. Mi historia es una narrativa repleta de experiencias trágicas. La más grande de las tragedias vividas es esta: nunca entendí con claridad el origen de mi piel negra. Después de esta tragedia tan grande para mí, porque en realidad perdí a mis padres, saco de mi pecho soledades, exilio forzado, pobrezas, y abusos. A estas miserias tan dramáticas, le siguen más verdades: mi vida también dio una gran vuelta con grandes cambios positivos y superación.
El mayor tesoro que he encontrado en todas estas trayectorias mías como emigrante en el Reino Unido y después en los Estados Unidos ha sido la educación. La educación me salvó, y me sigue salvando. Ya lo dijo Mandela: “La educación y la enseñanza son las armas más poderosas que se pueden utilizar para cambiar el mundo,”… y a las personas.
La educación me ha permitido captar los significados de mi exilio forzado y mis andares por entre los mundos de la diáspora africana. Gracias a la educación, y mi iniciativa para entrar en la universidad, he podido comprender que mis movimientos transnacionales no son únicos, y que son parte de fenómenos migratorios que se originan en las historias sociales africanas. Puedo apreciar un poco más de cerca las migraciones de gentes de América Latina, el Caribe y países africanos hacia Europa, la esclavitud y los colonialismos, los movimientos de resistencia y derechos civiles en los Estados Unidos, las fusiones culturales entre las comunidades nativo americanas y afrodescendientes en Nuevo México, y entre africanos deportados hace centenarios, élites francesas y colonos hispanos en Nueva Orleans.
La educación, unida al tiempo y la experiencia, también me ha enseñado a entender los universos de la diáspora africana, y un poco mejor el mundo negro en España. Existen historias de comunidades negras en el país desde tiempos inmemorables, y una multitud de posibilidades para unir mi historia y experiencia personal, así como mi condición de mujer hispano-guineana a las vuestras, y a la de mi padre español nacido en Guinea Ecuatorial. Ahora más que nunca puedo descifrar posibles razones por las que me fui, de forma forzosa. En realidad, por mi experiencia creciendo en España hace veinte años, una mujer que desconoce la razón de su negritud y además, que carece de apoyo y ambientes amables, lo tiene difícil para sobrevivir y salir adelante. Ahora ya puedo entender que mi condición de mujer negra y sola fueron factores decisivos para marcharme.
No obstante, lo más importante es que ahora los referentes negros brillan y se presentan más visibles. Esto es avance, y un gran alivio. Desde que me marché hasta ahora, las cosas han cambiado algo, y para mejor. Ahora que ya voy madurando, y crezco consciente de mi herencia española, puedo volver la mirada y reconocer que las mujeres jóvenes negras, junto con otros individuos, pueden obtener para sus ser una gran valoración personal, y salir adelante gracias a vuestros impulsos diarios.
Carolina Nvé Díaz San Francisco
Mujer hispano-guineana, y antropóloga médica basada en Boston University School of Medicine.
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Obdulia, hermana, muchas gracias por tu comentario. Es muy cierto y apropiado. Creo que es necesario contar las batallitas ganadas para seguir adelante. La fuerza y vigor que veo ahora no estuvo tan presente en mi vida pasada en Madrid. Muchos abrazos.