Cuando inicie mis estudios doctorales en humanidades, línea estudios de género en la Universidad del Valle, confieso que fue duro darme cuenta que era la única mujer negra en un grupo de 11 personas, donde si había presencia de un hombre negro. Más allá del impacto de saber que no todas las mujeres afrocolombianas o afrocaribeñas estábamos interesadas o podíamos acceder a un programa doctoral pionero en el país, lo que más me costó es comprender como las mujeres negras teníamos formas distintas de construir lo femenino y el conocimiento sobre el género de las mujeres que se consideran a sí mismas blancas mestizas. Lo anterior, me plantaba el interrogante, ¿acaso no hay mujeres negras feministas en Colombia? O acaso lo que nosotras hacemos esta por fuera de este discurso académico, y solo llegamos a hacer “mujeres de base” o “mujeres populares”.
Afortunadamente conté con un excelente grupo de maestras en el doctorado que me dieron herramientas suficientes para conocer el movimiento feminista negro en Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y Colombia. A pesar de la ausencia de feministas caribeñas y afrocaribeñas, me sorprendió la capacidad de mis maestras de plantearse un diálogo respetuoso con estos discursos e incluso en las clases se cuestionaban la visión de las feministas de la segunda ola que invisibilizaron los aportes de feministas como Hooks y Hill Collins.
Adicional a mi experiencia en el doctorado, debido a lo positivo de mi participación con el movimiento de mujeres afrocolombianas de la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas y del colectivo Mujeres Afrocolombianas y Paz, realmente creí que el discurso de la igualdad entre las mujeres, ya que en estos espacios las relaciones en la construcción de conocimientos y saberes nunca percibí distinción académica o de clases sociales entre nosotras.
Todo esto ha traído como consecuencia que no fuera del todo solidaria y comprensiva con algunas entradas de Afroféminas, porque consideraba que el espacio se convertía en un muro de lamentaciones, que no reconocía suficientemente la capacidad de agencia y de incidencia que teníamos las mujeres negras en nuestras sociedades. Sin embargo, una experiencia laboral, que quiero compartir en esta entrada, me hace reconocer públicamente que las mujeres negras, estamos muy lejos aún de alcanzar un reconocimiento real de nuestros méritos y aportes.
Como mujer activista, hago parte de un grupo feminista de diversas tendencias y orígenes étnicos, para mi estar en este grupo se ha vuelto problemático porque percibo una tendencia de las feministas con más experiencia, y blanca mestizas, de querer imponernos al resto del grupo su visión de las relaciones de género y del feminista, a pesar de mi molestia he sido bastante tolerante con esta situación. Pero lo que hoy me causa una gran molestia, fue que al momento de hacer un proyecto común, estas mujeres, haciendo alarde de su casi infinita experiencia laboral y de conocimientos en el tema de género y mujeres, exijan ganar más que el equipo de mujeres que tal vez no tenemos toda su trayectoria, pero que curiosamente somos las que nos toca todo el soporte administrativo, logístico y también académico del proyecto, pero que sobre todo somos negras o étnicamente diferenciadas. Y si esto fuera poco, son capaces de escribir un correo “amoroso” diciendo que para que a una de ellas se le pueda subir los honorarios recomiendan abiertamente que me paguen menos a mí.
Saquen ustedes sus conclusiones.
Silvia Elena Torres
De San Andrés Islas, Colombia- de profesión psicóloga social, magister en estudios del Caribe, candidata a doctorado en humanidades linea estudios de género, investigadora y activista de la corporación de mujeres y jóvenes Miss Nancy Land
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el feminismo ya solo la palabra discrimina al hombre. es como si te dijera que yo soy machismo. y en la lucha por la igualdad no debe haber discriminacion de razas, religiones o sexo. asi que vaya discurso feminista y racial.