Un grupo de afrofeministas boricuas decide tomar la justicia histórica en sus manos derribando todas las estatuas de Cristóbal Colón que se encuentran erigidas en su Isla. Este pensamiento, además de ser una utopía, es también el argumento que da inicio al libro de cuentos que me encuentro escribiendo. Un libro de cuentos que es también un libro de poemas y que se titula “blancoide”. Esperamos su publicación a principios de 2018.
El tema me ronda la cabeza hace años: la eliminación, de una vez y por todas, del culto a quién violó, sodomizó y abusó a nuestras negras y mestizas indígenas; ese Almirante que dio inició al abuso sexual de nuestras abuelas, que dio permiso para que otros blancos conquistadores lo hicieran, que otros violaran, que lo permitió y le dio continuidad a toda una cultura de genocidas que se repartieron a esas mujeres en contra de sus voluntades, como botín de guerra. Reflexionemos en mi propio apellido Pizarro, ¿a qué sonará? ¿De quién lo habrá “heredado” mi tatarabuela para luego venir a tenerlo yo?
Por eso en 2015 el tema de la erradicación de las estatuas de Colón fue objeto de uno de mis capítulos de tesis de Maestría, y luego en 2016 lo incluí en el libro que lleva por título “Transmutadxs”.
Por eso sigo con fervor compulsivo las noticias sobre las estatuas del genocida descubridor que han acaparado los diarios en reciente fecha: “Podrían demoler estatua de Columbus Circle por ser ‘símbolo de odio’: El Diario NY (22 de agosto de 2017)”; “Destrozan el monumento más antiguo de Cristóbal Colón en EU: Diario Vanguardia, MX (21 de agosto de 2017); “Vandalizan estatua de Cristobal Colón en parque de Houston, Texas: El Universal de México (18 de agosto de 2017)”; “Piden remover estatua de Cristóbal Colón en San José; Telemundo Costa Rica; 23 de agosto de 2017”).
Pienso que como sociedad progresista, tendríamos que debatir no solo la eliminación de esta estatua, si no la de todo aquel busto o monumento que provoque el odio, en este caso, el odio racial. Tomemos por ejemplo, otra estatua polémica, la del ginecólogo J.Marion Sims, quien durante la guerra civil estadounidense, realizara crueles experimentos sin anestesia, con esclavas y negras libres, en muchos de los casos en contra de su voluntad e ignorando sus gritos de dolor y hemorragias que a muchas les costaron la vida. Ha sido tildado de cometer “atrocidades” y su estatua en Nueva York ya tiene molestos e indignado a más de un grupo luchador de derechos civiles (“Exigen el retiro de la estatua de un ginecólogo que hizo experimentos con esclavas sin anestesia”; Univisión Nueva York; 22 de agosto de 2017”).
Y como esas hay otras más, entre ellas incluidas la del nefasto héroe confederado que provocó los eventos en Charlottesville, Virginia: el general sureño Robert E. Lee. Esta última y los demás emblemas, incluidos el de la bandera confederada, han sido tildados de símbolos neonazis, nacionalistas blancos y extremistas de derecha que deben ser eliminados. Pero hay que llamarles también por lo que simple y sencillamente son: racistas.
En Puerto Rico tenemos una de las más grandes estatuas de Cristóbal Colón en Arecibo. La acaban de colocar hace apenas unos meses. Mientras el mundo entero hace fila para denunciar sus estatuas de Colón y manifestar que desean derribarlas, mi país, Puerto Rico, las coloca, cual hazmerreir histórico e histriónico. Y están esperando el momento perfecto para inaugurarla en el silencio encubridor de los cómplices racistas de mi patria. Ojalá y no se logre. Ojalá y nos demos cuenta a tiempo y sea eliminada sin mayores pormenores.
Yolanda Arroyo Pizarro es escritora puertorriqueña. Ha publicado libros que denuncian y visibilizan apasionados enfoques que promueven la discusión de la afroidentidad y la sexodiversidad. Su libro de cuentos Las negras, ganador del Premio Nacional de Cuento PEN Club de Puerto Rico en 2013, explora los límites del devenir de personajes femeninos en época esclavista, quienes desafían las jerarquías de poder. La autora ha ganado también el Premio del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2012 y el Premio Nacional del Instituto de Literatura Puertorriqueña en 2008. Su más reciente obra se titula «Yo, Makandal, poemas». Editorial Boreales. 2017.
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Gracias Yolanda por visibilizar esta gesta para beneficio de nuestra historia colectiva. Si derribar la estatua no añade ni quita importancia, ¿para qué erigirla?
Decidir qué factor de la historia afecta a una generación es bastante acomodaticio. Obviar que el denominador común es un denodado racismo es acallar un reclamo en beneficio del amo.
Gracias de nuevo a las guerreras -cada una en su trinchera.