Es duro darse cuenta que la discriminación, exclusión y el rechazo en repetidas ocasiones inicia por los más cercanos y a veces por nosotros mismos…
Nací en Colombia, en una familia mulata, rodeada sin saberlo de costumbre ancestrales africanas y colombiana, siempre amé y aun amo los festejos, los bailes, la gastronomía y hasta la forma en que hablamos pero (siempre hay un pero), hubo algo que nunca amé y fue la forma tan “pobre” en la que nos veíamos a nosotros mismos.
Yo soy de cabello crespo o rizado (tipo 4a) pero para el resto de la casa yo era la “pelo malo”, una más de las tantas que había en la familia. Esto fue algo con lo que tuve que lidiar por más de 15 años, lo que ocasionó en mí una baja autoestima, inseguridad y frustración, todo por ser “negra y pelo malo” o peor aún “negrucia” un término despectivo que solía escuchar y que incluso llegue a usar; entonces a mis 15 años de edad ocurrió lo que tanto esperaba , un familiar me dijo “por fin ya te puedes alisar químicamente el pelo” y dije “perfecto dejare de sentirme negra” (termino que para mí en aquel entonces era igual a fea).
Efectivamente lo hice, me lo alisé, solo que los resultados no fueron los que esperaba, el efecto de aquella “poción mágica” solo duraba 3 meses. Después mi cabello natural afro se dejaba ver entre aquel otro pelo que intentaba disminuir mi verdadera identidad, y aquella sensación de inseguridad y auto rechazo regresaba, y de paso me sentía como con doble identidad y expuesta. Pasé mucho tiempo realizando esta práctica cada 3 o 4 meses para sentirme bien (menos negra, ósea menos fea). Ésto se volvió un círculo vicioso, casi una esclavitud, era presa de las dinámicas sociales que aun hoy imponen estereotipos para lograr adaptarnos a este mundo, que dice ser de todos y al final es de nadie.
Un buen día todo empezó a cambiar. Una amiga me invito a una charla de la asociación de afrodescendientes de mi ciudad (debo confesar que ni siquiera sabía que eso existía, ¡pero bueno!). En esa tertulia los anfitriones hablaban respecto a la identidad de los afrocolombianos. Comentaban el porque de nuestra cultura, creencias, hábitos y demás.
Fue así, como sin pedirlo me respondieron preguntas que no me había hecho antes como: ¿por qué mi padre usaba tantos remedios a base de plantas y hierbas?, ¿por qué el sonido del tambor (cualquiera que sea) estimula mi cuerpo al movimiento?, ¿por qué la forma tan particular en la que hablamos en casa? y muchas otras preguntas.
Ese día comprendí que mi cabello rizado, mi frente pronunciada, el color de mi piel y hasta el tono de mi voz, son el reflejo de una identidad propia que tenía perdida y que ya recuperé.
En ese momento me autoreconocí como afrodescendiente y desde entonces lucho por mostrarme tal cual soy. Mi cabello hizo la transición; paso de químicamente tratado a cabello natural rizado o crespo (se hizo “libre” y yo también).
Ahora me muestro única, original, negra, afro y hermosa. De mí ya no salen frases como “pelo malo” a menos que sea para exhortar a alguien, y en mi familia ya muchos aprendimos que ser negro no es igual a ser malo y/o feo, entendimos que somos una etnia de la que hoy estamos orgullosos y que luchamos por recuperar, defender, y visibilizar.
Yo soy negra, afrodescendiente y pelo crespo o rizado.
Yuranis Paola Vásquez Barrios
Santa Marta, Magdalena, Colombia.
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Eres hermosa. Me encanta nuestro color Y nuestro cabello a veces pienso que es mágico pué con el podemos jugar con múltiples estilos y al natural es bellísimo. Gracias por tu testimonio.