Días atrás salí rumbo a casa de un amigo. Usé el sistema público de transporte de la ciudad. En algún momento del viaje dos mujeres una con facciones indígena y otra negra abordaron la ruta y se sentaron junto a mí y al estar tan cerca no podía evitar escuchar la conversación que sostenían. La mujer negra hablaba de su proyecto de negocio: montar una barbería en el centro de la ciudad.
La conversación fue tomando su curso hasta llegar a tema del uso del cabello natural y afro. A ella, desde su perspectiva de negocio, le resultaba inentendible que ahora las mujeres ya no quieran cepillar su cabello porque prefieren llevarlo suelto y “desorganizado”, y mucho menos concebía que muchas mujeres negras ya no contemplaban con el mismo furor de años atrás el uso de cremas alisadoras y las planchas: “…no sé, ahora quieren usar el cabello con esos afros desordenados, espelucados pudiendo llevarlo cepillado y arreglado…”. Yo, sentada a su lado con dreadlocks en el cabello, pensé en la cantidad de mujeres negras que siguen reproduciendo este pensamiento de forma consciente o inconsciente ante el mundo.
Confieso que la sangre me hirvió, me tocó las fibras de mi ser e inmediatamente me dije: debo hablar, debo expresar mi punto de vista, pues de nada sirve manejar un discurso en eventos de reivindicación y dentro del movimiento negro y al salir a las calles no reaccionamos ante estos episodios de racismo y discriminación. Estos discursos y construcciones mentales son los que desde la colonización han servido para mantener a los y las esclavas divididas y evitar un plan de fuga o de sublevación. El colonizador sembraba el odio y la rencilla entre los esclavos y muchos los siguen reproduciendo hoy.
Entonces tomé la palabra y respetuosamente les dije: “no pude evitar escuchar lo que hablan, y me refiero al punto de vista sobre el uso del cabello natural y afro. Las narrativas actuales de las y los negros reivindican el uso del cabello afro y natural, pues hemos comprendido la riqueza ancestral que traen consigo”.
La señora se sintió un poco apenada y la otra sonrío apenada también. De inmediato sin dejarme terminar me dijo: “entiendo, pero igual las blancas también ya no quieren cepillarse el cabello, prefieren tenerlo suelto y desarreglado”. Finalmente no pudimos concluir pues habíamos llegado a nuestro destino.
Esa tarde no dejé de pensar en ese episodio y me pregunté varias cosas: ¿cuántas mujeres negras siguen multiplicando ese pensamiento, y cuántas siguen creyéndolo y asumiéndolo? ¿Cómo llegar a todas esas mujeres negras que no son académicas ni activistas y que desconocen la trascendencia histórica de nuestros peinados?
Celebro cada evento que se hace alrededor de nuestro legado ancestral pero a partir del episodio de aquella tarde entendí que compartir toda nuestra historia con la gente de siempre no transciende el momento de pensar en mayores alcances de empoderamiento.
Reflexioné: ¿y si esta mujer negra en vez de una barbería monta un salón para cuidados del cabello afro, sabiendo que es ahora una constante en las mujeres que le rodean o que ve en las calles? Ella está convencida que montar una barbería que será visitada en su mayoría por hombres es una excelente idea de negocio. No intento juzgarla, me planteo otras posibles visiones o alternativas.
Es por esto que vivir la ciudad y su movilidad implica encontrarse con la máxima expresión de la diversidad y la pluralidad, personas de todas partes del país, de todos los colores y procedencias. La presencia de afrodescendientes, afrocolombianos, negros en la ciudad de Santiago de Cali alcanza un porcentaje aproximado al 60% según un reciente estudio de la Consejería de Asuntos Afrocolombianos de la Alcaldía (Fuente: Diario el País). Esto implica una cantidad considerable de afros circulando por las calles, en universidades, colegios, sistema de transporte, plazas, empresas, etc. Somos muchos y a pesar de esto, el racismo sigue latente incluso entre nosotras mismas.
Sin duda el trabajo es arduo e identificar estos momentos nos ayuda a comprender el contexto de nuestra ciudad y en definitiva, el trabajo colectivo es vital para lograr la eliminación de las desigualdades y todas las formas conexas de discriminación.
MILI PARDO (directora Afroféminas Colombia): estudiante de sociología, con experiencia en trabajo comunitario con comunidades negras del departamento del Cesar y con intereses investigativos en afrofeminismo.
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Uno puede escuchar gente hablando de racismo y hasta de esclavitud y todo haciendo referencia al peinado y haciendo énfasis en la existencia de un peinado africano o un afro peinado que no existe. El afro como peinado no surgió en África, sino fue parte de los cultura de los 60 en los Estados Unidos hasta donde yo tengo entendido Angela Davis no era africana, era negra, pero no africana, porque ser negro no significa tener una cultura africana, que no existe, porque África incluye muchas cosas hasta la pirámides de Egipto. Los peinados que algunos pretenden presentar como africano no lo son, son parte del esnob de negros occidentales que no son culturalmente africano, sino americanos cuya vida sería inconcebible en Somalia como voluntario para mitigar el hambre y hasta de visitantes, como se dice le pasó a Michelle Obama cuando por primera vez visitó Kenia. Las mujeres en su gran mayoría se alisan el pelo por un asunto de manejo, no por un problema racial. Coretta King no era menos negras porque nunca en las fotos aparece con el peinado que se pretende presentar como de origen africano o típico de los negros. Con el pelo se puede hacer muchas cosas . Hay mujeres blancas que quieren el pelo rizo y no creo que alguien tolerante le deba hervir la sangre porque en el modo de llevar el pelo y color de la piel no responda al arquetipo que parece ser sólo es de los blancos.
vicroguez, creo que para hablar con certeza sobre el legado ancestral del trenzado se necesita más que «sentido común» y referenciar a mujeres afroamericanas. Hablas de una cultura africana que «no existe» quisiera que me argumentaras esa negación. Creo que tus apreciaciones carecen de fundamentos, en mi escrito jamás dije que la señora era menos negra por su pensamiento ni por no usar el cabello «afro». Cuando hice referencia a que «me hirvió la sangre» quise dar a entender que me afectó de manera importante a tal punto que mi cuerpo respondió, en ningún momento fue una respuesta de intolerancia sino de sentir, por que cuando has vivido el ser negra y tener cabello afro y sus consecuencias puedes sentir perfectamente este tipo de comentarios, gracias por leerme.
Hola todos! Inspirador el texto, sobre todo porque vas más allá Mili. Descubres alternativas. Cómo es el caso de salones para cuidado de pelo afro. Sin ánimos de ofender, sólo un incapi: Anteriormente se ha llevado más la idea de creación de necesidad. El empresario hacía el mercado. En la actualidad, el mercado (la demanda) hace al empresario. Esto es, para mantenerse en la línea, el empresario ha de ser capaz de adaptarse a la demanda, en todo momento. El caso es que empresarios hay muchos, emprendores pocos. La creatividad es una gran virtud al alcance de pocos. Y muchas veces la ignorancia ciega. Como has subrayado, la idea de salones para el cuidado del pelo afro. Una gran alternativa, pocos la observan. Enhorabuena por el post.
Interesante artículo Mili, solo una cosa cuando vicroguez habla de que no existe cultura africana, se refiere a que no se puede hablar en singular. Pues el continente africano supone un crisol cultural amplísimo. Abrazos
Mili Pardo, te doy toda la razón, yo también entiendo en tu artículo, que te refieres al discurso. Cada cual tiene todo el derecho a llevar su pelo como le plazca, pero si la razón que lleve a alguien que tiene´el pelo afro a desrizarse, es la vergüenza, el sentirse fea a causa de los estereotipos de belleza occidental que se nos ha impuesto desde hace siglos, entonces sí hay que levantar la voz. Me encant acomo escribes. Gracias