En los últimos días he tenido la oportunidad de viajar a los Estados Unidos, concretamente a Washington D.C. por temas de trabajo. Aprovechando esta magnífica ocasión y como no puedo estar quieta en ningún lado, en mis ratos libres he ido por ahí a dar una vuelta por algunos de los centenares de museos y galerías de la ciudad (no es broma, esta gente lo hace todo a lo grande). ¿El objetivo? Ver lo que se cuece en el panorama artístico de la gran capital. ¿Y adivináis qué fue lo que más me sorprendió? Aquí los negros tienen su lugar dentro de todos los espacios artísticos, ¡y no sólo los negros! Los latinoamericanos, los asiáticos, los europeos, ¡absolutamente todos tienen su sitio!
Tengo que admitir que en Washington, alrededor del 50.7 % de la población es afroamericana, el 38.5 % son blancos y el resto lo forma un gran conglomerado de razas, además de ser la cuna por excelencia de la lucha por los derechos civiles; así que esos dos grandes detalles se manifiestan sin lugar a dudas en la rama del arte. Como no quiero adentrarme en cuestiones políticas y demás, voy a ir a lo concreto, a lo que han visto mis ojos durante esta visita, os hablaré de mi recorrido por las salas y espacios de esta ciudad y de las exposiciones, cuadros, charlas en las que he visto manifiesta la diversidad.
En primer lugar tengo que decir que aquí hay museos para todo los gustos y gran parte de culpa la tiene el Instituto Smithoniano, un centro de educación e investigación, que ha tenido como objetivo transmitir la cultura a través de diferentes museos en D.C. Por eso no ha de extrañar si te topas con un museo sobre la cultura asiática, sobre la india americana, o si te das de bruces observando objetos tan curiosos como el primer código de barras de la historia. ¡Muy bizarro! (en el sentido más castellano de la palabra).
Entre esta diversidad de salas di con el Museo Nacional de Arte Africano, un edificio que se encuentra situado en un lugar casi secreto del llamado National Mall y que acaba de cumplir recientemente 50 años. Su colección permanente cuenta con un total de 9.000 piezas artísticas, además de una biblioteca de 32.000 libros y 120.000 videos y documentales sobre la cultura africana, ¡una barbaridad! Cabe decir que la mayoría de los artistas presentes en este museo son hombres, ¿cómo no? Ya sabemos que en esto, todavía hay que abrir unas cuantas puertas y ventanas, pero me dio gusto conocer la obra de artistas como la nigeriana Sokari Douglas Camp o de la zimbabuense Berry Bickle. Además de disfrutar del arte, aquí también hay un espacio para las charlas y la enseñanza tanto de pequeños como para adultos, sin ir más lejos tienen un programa llamado ‘Conversations’, dónde la próxima semana el tema principal será la negritud y la identidad (‘Blackness and Identity’), allí los universitarios dialogarán sobre el color, la personalidad y la cultura.
El Museo de las Mujeres en las Artes, sí, han leído bien, un museo sólo de mujeres, pero para todo el que se quiera acercar a verlo, ya que los clichés quedan a un lado, porque lo que contaba para el señor y la señora Hallowey cuando fundaron este museo en 1981, no era otra cosa que crear un espacio donde se pudiera conservar y difundir las obras realizadas por mujeres. Aquí he podido ver obras que datan desde el siglo XVI hasta obras contemporáneas como las de Lavinia Fontana, Louis Bourgeois, Georgia O’Keeffe y hasta Frida Khalo. ¿Y adivinan quiénes también tienen su espacio entre estos pasillos? ¡Bingo! Las mujeres afrodescendientes, es pequeño, pero aquí pude observar el trabajo de la aborigen Emily Kame Kngwarreye, de Alma Woodsey Thomas, Renée Stout o Mickalene Thomas. ¡Una delicia!
En el National Portrait Gallery y en el American Art Museum me topé además de con un espectáculo en directo donde todas las culturas tenían cabida, con retratos y obras variopintas de todos los estilos y épocas, entre ellas las de el famoso pintor afroamericano Allan Rohan Crite, cuadros de Loïs Mailou Jones o de Kehinde Wiley y una exposición increíble de artistas latinoamericanos afincados en EE.UU llamada ‘El retrato ahora: ponerse en imagen’. Pero lo que más me llamó la atención de todo lo que vi fue el retrato del actor neoyorkino Ira Aldridge, el primer actor afroamericano en interpretar al Otelo de Shakespeare, ¿adivinan donde? ¡En su ciudad natal desde luego que no! Se tuvo que trasladar a Londres para poder hacer realidad su sueño… En 1830, nada más y nada menos.
Después de este viaje y de estos paseos en los que sin buscar a un artista en específico me he dado de bruces con la diversidad de manera gratuita — aquí la cultura es gratis, sólo importa la voluntad— he llegado a la conclusión de que en la ciudad donde vivo, Madrid, esto sería genial. ¿No os parece que eso debería ser posible en todas las ciudades del mundo?
¡Contadme! ¿En vuestra ciudad, cómo se promociona la diversidad cultural? Y sobre todo, ¿hay lugar para las artistas negras en ferias, museos y galerías, o es algo que echáis en falta?
¡Animaos a compartir con nosotras esos centros artísticos que conozcáis que promuevan el arte de las mujeres afrodescendientes!
Angélica Méndez
Madrid
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