Rosa Parks y el derecho a estar
Hay gestos que parecen pequeños hasta que tocan el nervio del poder. Rosa Parks no gritó, no corrió, no levantó un puño. Se sentó. Y ese acto, tan íntimo, tan cotidiano, bastó para que todo un sistema temblara. Rosa, al sentarse, desafió una geografía entera que había sido diseñada para expulsarla.
La pregunta no es por qué se negó a levantarse. La pregunta es por qué el mundo esperaba que lo hiciera.
Los cuerpos negros nunca hemos habitado el espacio público de forma neutral. Hemos sido sistemáticamente desplazados, empujados hacia los márgenes, contenidos en zonas de tránsito. Vagones traseros, asientos del fondo, barrios periféricos. El espacio siempre ha sido una cuestión de poder. Y el poder siempre ha necesitado decidir quién puede estar, quién puede quedarse, quién tiene derec...




















