Frecuentemente vistos como lugares sagrados de la cultura y el pasado, los museos cuentan historias que enaltecen la colonización y borran la realidad de siglos de abuso. ¿Qué sucede cuando ponemos en duda estos lugares? ¿Qué sucede cuando nos cuestionamos acerca del origen de los objetos que tanto nos gustan? Alice Procter que a través de su libro «El cuadro completo», tiene como objetivo provocar incomodidad, promover la discusión y, en definitiva, descolonizar los museos. Su labor nos hace cuestionar la colaboración a lo largo de la historia de estas organizaciones en la continuación del racismo sistemático.
Procter, quien es historiadora del arteactivista y guía de Uncomfortable Art Tour en su obra «El cuadro completo», que acaba de publicar en castellano la edicotiral Capitán Swing, guía a su público a través de museos como el Museo Británico y la Tate Britain, revelando las historias ocultas de saqueo, genocidio y opresión detrás de las vitrinas. Según su punto de vista, los museos no son imparciales; han sido utilizados como instrumentos políticos para apoyar las divisiones raciales y legitimar la brutalidad colonial a lo largo de la historia.
Las Uncomfortable Art Tours surgieron en 2017 como consecuencia de la decepción de Procter por la ausencia de información histórica en museos y galerías. Durante sus visitas, Procter plantea interrogantes poco comunes en los museos: ¿Cuál es el origen de estos objetos? ¿Cuáles son los derechos que poseen las instituciones occidentales para mostrarlos? ¿Cuál es la razón de que las voces de las comunidades victimizadas siempre sean excluidas de la narrativa?
Durante sus giras, Procter destaca el impacto del escudo Gweagal, perteneciente al clan Gweagal de indígenas australianos que tuvieron un encuentro violento con el capitán Cook en 1770. El escudo, que acabó en el Museo Británico, representa no solo el hurto físico, sino también el intento organizado de eliminar las narrativas de lucha indígena. La inscripción en el escudo en el museo simplifica todo el trauma histórico a una frase vacía: «Frecuentemente los primeros encuentros en el Pacífico fueron tensos y violentos».
Según Procter, los museos utilizan este lenguaje aséptico de manera frecuente para reducir la gravedad de las atrocidades del colonialismo. Al no usar términos como «saqueo» o «genocidio», están manteniendo viva una historia que oculta la violencia y normaliza la opresión.
La historia del arte como la historia del saqueo
En «El cuadro completo», Procter analiza los museos en cuatro grupos: El palacio, el aula, el monumento conmemorativo y el patio de recreo. Este método les permite a los lectores entender cómo los museos, desde su creación, fueron establecidos como dispositivos de exclusión.
Procter señala que los museos no son lugares inocentes. Desde el principio, fueron creados para exaltar a las clases dominantes coloniales, con exposiciones realizadas por hombres blancos privilegiados que determinaron qué narrativas eran importantes y cuáles debían ser eliminadas. Este legado sigue vigente en la actualidad, ya que los curadores mayoritariamente blancos siguen influenciando la narrativa cultural a nivel mundial.
El ejemplo de los mármoles del Partenón en el Museo Británico es significativo, sin embargo, Procter afirma que no son los únicos artículos controvertidos. En realidad, la mayoría de las colecciones están llenas de historias de robo, violencia y dominación. Procter afirma que la historia del arte británico está conectada con la historia del imperio y del genocidio.
Restitución: un acto de justicia racial
Según Procter, descolonizar un museo implica más que solo agregar información histórica a las etiquetas de las obras. Es restituir los bienes robados a las comunidades de las que fueron sustraidos. Esta acción, denominada restitución, no se limita a ser simbólica; constituye una manera concreta de admitir los perjuicios causados por el colonialismo y de dar poder a los grupos marginados.
La importancia del escudo Gweagal es paradigmático. Rodney Kelly, quien es descendiente del guerrero indígena que llevaba el escudo, ha encabezado una campaña para que sea devuelto. No obstante, el Museo Británico, al igual que numerosas instituciones de Occidente, muestra resistencia. Estas organizaciones consideran a los objetos como más que simples reliquias históricas; los ven como emblemas de autoridad que consolidan su posición como protectores autodenominados de la cultura mundial.
Procter afirma que la restitución no es solamente un asunto moral, sino un deber. «Al regresar un objeto a su comunidad original, estás admitiendo que posees un nivel de experiencia y conocimiento que tú nunca alcanzarás», explica.
La oposición a devolver los bienes históricos incautados y la falta de discusión sobre las historias coloniales son, en definitiva, manifestaciones de racismo institucional. Los museos continúan siendo utilizados para fortalecer las divisiones raciales, manteniendo la noción de que el mundo occidental puede controlar y determinar la importancia de las culturas no occidentales.
Procter indica igualmente cómo estas organizaciones marginan a propósito a las comunidades racializadas. Los museos continúan siendo lugares altamente excluyentes, debido a la atención de la diversidad en los equipos curatoriales y las barreras económicas y culturales que enfrentan los visitantes.
Aunque enfrenta estos retos, Procter tiene una visión positiva del porvenir. El Museo Pitt Rivers en Oxford y el Museo de Historia Natural de Londres están liderando esfuerzos de restitución y reevaluando la forma en que narran sus historias. También, organizaciones como Museum Detox, que respaldan a empleados de museos de minorías raciales, están abogando por transformaciones estructurales desde el interior.
En España cabe resaltar las inciativas del Museo Thyssen y del Ministerio de Cultura dirigido por Ernest Urtasun que van en la dirección correcta.
Descolonizar los museos es una labor que no resulta sencilla, sin embargo, es fundamental. Como comunidad es importante cuestionar las narrativas que se presentan y quién tiene la autoridad para presentarlas. Solo al confrontar el legado racista que nos dejó el pasado podremos visualizar un futuro con más justicia y equidad.
Redacción de Afroféminas
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