jueves, noviembre 21

África según la animación clásica estadounidense: una historia de racismo

Jungle Jitters, corto de animación de Friz Freleng, 1938, parte de Merrie Melodies. Warner Bros. Pictures

La civilización occidental ha contribuido desde muy temprano a construir una visión estigmatizada y racista del continente africano. Un territorio que además ha sufrido colonizaciones y guerras que todavía hoy en día siguen erosionando el tejido social, económico y cultural de una población castigada por la historia.

Cuando la Europa renacentista descubrió que el mundo era de mayor magnitud de lo que se creía hasta entonces, comenzó una concepción europeísta y errónea en relación con el resto de individuos que habitaban el globo terráqueo.

La esclavitud, derivada de esta época de descubrimientos, se convirtió en un grave episodio para el África negra, que perdió la cuarta parte de la población; y causó gran inestabilidad política en los reinos de las costas, más afectados ante la ingente demanda de esclavos para comerciar en Europa.

El primitivismo colonial

Tras este capítulo de esclavitud llegó más adelante el de colonización, que no solo afectó a las zonas costeras, sino también al interior. En el contexto colonial surgió lo que se conoció como “primitivismo”, un término utilizado para denominar la influencia del “arte negro” –incluía tanto África como Oceanía– en las obras de distintos artistas vanguardistas, como Gauguin, Van Gogh, Cézanne o Picasso.

Ninguno valoró este tipo de manifestaciones dentro de su contexto original, sino que fue un mero instrumento para su propia creación.

El sentimiento de superioridad de una cultura frente a otra se visibilizó también en otro tipo de actuaciones. En otros medios más populares como la música también estuvo presente esta misma idea. Ejemplo de ello es la canción Civilization (1947, Bob Hilliard y Carl Sigman).


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Sy Oliver and his orchestra interpretan Civilization (Carl Sigman y Bob Hilliard, 1947)

La animación estadounidense

El ámbito audiovisual tampoco fue ajeno a esta visión, tal y como se puede apreciar en algunos de los cortometrajes de animación que se llevaron a cabo en la primera mitad del siglo XX. Durante los años treinta y cuarenta se realizaron desde Estados Unidos una serie de cortometrajes cuyo contenido fue motivo de revisión décadas después.

Merecen especial atención algunos de los trabajos que componen The Censored Eleven, conocidos en español como Los once censurados. Pertenecientes a Merrie Melodies (Warner Bros. Pictures) y Looney Tunes, fueron censurados en 1968 por sus continuas y despectivas referencias a la raza negra y por considerarse ofensivos para la audiencia contemporánea.

Dentro de estas once propuestas hay dos cortometrajes que hacen alusión directa a las tribus africanas: Jungle Jitters (Friz Freleng, 1938) y The Isle of Pingo Pongo (Tex Avery, 1938).

Clichés y racismo

Jungle Jitters es un cortometraje de dibujos animados situado dentro de la serie Merrie Melodies. Los clichés utilizados para representar a los africanos son continuos, tanto en relación con su manera de actuar (infantil e irracional); como con su apariencia física, a la que dotan de algún elemento occidental de modo burlesco, como el sombrero de copa.

El racismo presente en la obra convive a su vez con una noción machista y retrógrada, en la que la mujer queda relegada a las tareas del hogar.


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Película de animación Jungle Jitters (Friz Freleng, 1938) remasterizada.

En The Isle of Pingo Pongo, como ocurría con Jungle Jitters, se caricaturiza a los habitantes de la isla mostrándolos con unos rasgos muy característicos –labios y pies grandes, altos…– siguiendo de este modo la visión estereotipada que se tenía de los africanos.

Por otro lado, All This And Rabbit Stew no está protagonizado propiamente por un africano, sino que se trata de un cazador al que han pintado de negro.

Primates y jazz

Hubo a su vez otros ejemplos en cuyo caso ni siquiera contemplaron al africano como un ser humano, sino que directamente buscaron ridiculizarlo presentándolo como un animal. Una práctica que sirvió para acrecentar el menosprecio hacia esta población, restarle dignidad y atribuirle unos comportamientos primitivos y salvajes.

El cortometraje Africa Squeaks (Bob Clampett, 1940), parodia del documental Africa Speaks! (Walter Futter, 1930) se encuentra dentro de este grupo. Dos de los estereotipos más repetidos en este tipo de producciones son la caracterización del africano como primate y la utilización del jazz como género musical inherente a la población negra. Es lo que ocurre en Congo Jazz (Hugh Harman y Rudolf Ising, 1930) o Swing, Monkey, Swing (Ben Harrison, 1937).

Descolonización y cambio de visión

A partir de los años cincuenta y coincidiendo con el proceso de descolonización experimentado por muchos países africanos, comenzó a alterarse la visión más puramente esclavista que tenía occidente de los habitantes de estas regiones.

Un proceso lento y que continuó durante mucho tiempo bajo la sombra de este tipo de prejuicios.


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En la actualidad existe una tendencia que aboga por desterrar el racismo presente en cualquier tipo de manifestación, tanto pública como privada. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer, y lo que está claro es que cualquier aportación en este sentido ayudará a conseguir un mundo más justo. También desde el mundo de la animación.

La importancia de ser conscientes

Conocer y estudiar este tipo de cortometrajes, entendiendo el contexto y la época en la que se crearon, contribuye a reflexionar sobre todo lo que se ha avanzado en este sentido, lo que queda por hacer y sobre todo, estar alerta para que no vuelva a repetirse.

Trabajar en contra de la xenofobia significa también recordar, y con el uso de estos audiovisuales como herramienta didáctica se logra que las nuevas generaciones empaticen y tomen conciencia del problema.

Solo trabajando en este sentido se logrará corregir definitivamente la tendencia excluyente que dominó gran parte del siglo XX, y que ya en pleno siglo XXI ha quedado sin duda como algo “primitivo”.


Ana Asión Suñer

Profesora de Historia del Arte, Universidad de Zaragoza

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


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