El asesinato de George Floyd ha despertado un mar de protestas alrededor de Estados Unidos y en solidaridad ciudadanos de todo el mundo también se han manifestado para condenar la violencia institucional que se vive en Estados Unidos. Como estaba claro, el debate y las críticas sobre la violencia en las protestas ha inundado medios de comunicación y redes sociales.
La violencia es una paradoja. Desde pequeños nos dicen que no está justificada bajo ningún caso y que debemos encontrar alternativas de comunicación para solucionar los conflictos. En un Estado democrático y de derecho, en vez de a la violencia acudimos a la justicia. Pero, ¿qué pasa cuando el agresor es el que debe protegernos? ¿Qué pasa cuando se han agotado cientos de veces los medios legales? ¿Qué pasa cuando para llegar a un Tribunal de Derechos Humanos se deben invertir cientos de miles de dólares que nunca tendrás? ¿Qué pasa cuando el Estado que te oprime quebranta sistemáticamente los tratados de protección a los derechos humanos, el derecho internacional humanitario que ha suscrito; empieza guerras y bombardea hospitales? ¿Qué pasa cuando el estado que te oprime no recibirá sanción alguna por ser uno de los más poderosos del mundo?
Si lo que lleva años pasando en Estados Unidos estuviera ocurriendo en Senegal con la etnia Wolof se diría que es un genocidio. Si en la India se estuviera discriminando y asesinando a norteamericanos blancos, el presidente de turno se tomaría la libertad de estrenar la ultima generación de bombarderos y arrasaría ciudades como si barriese migajas de pan. Si quienes se levantaran fueran ciudadanos de primera, el mundo estaría fantaseando sobre la transición a una nueva era. Pero no, son NEGROS en Estados Unidos. Comprendo la frustración, la rabia y el miedo de mis hermanas norteamericanas. Yo no podría vivir así.
Toda la familia negra vive hundida en la pobreza, sometida a guerras por diamantes y petróleo, asesinada por políticas racistas y sin los medios adecuados para desarrollarse como individuos. No quiero que haya violencia, quiero un mundo de paz, pero si no existe protección para una parte de la ciudadanía y el monopolio de la fuerza lo ostentan los que oprimen, no es de extrañar que las calles ardan.
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La solución: establecer políticas publicas que pongan el bienestar de las personas y el respeto a los derechos humanos por delante y asegurar su cumplimiento. ¿Podríamos considerar, sin estas políticas, que la violencia usada en Estados Unidos es una forma de legitima defensa?
Cuando el ciudadano no tiene medios legales para terminar con la opresión perpetuada durante décadas deberá alzar la mano, cerrar el puño y gritar: ¡Se ha acabado! Primero esclavos, luego ciudadanos sin derechos y ahora el “blanco perfecto”. No habrá paz hasta que no se erradique el miedo. Espero que se establezcan medios legales, efectivos y rápidos para ello.
Me gustaría pedirte que tras leer esta reflexión, cierres los ojos y guardes unos minutos de silencio en conmemoración a George Floyd y a los miles de personas inocentes que mueren a diario. ¿Qué puedes hacer tú para cambiarlo?
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