Los medios de comunicación han contribuido a la reproducción de estereotipos que influyen en la manera en que la sociedad asimila las características de determinados grupos sociales. Las mujeres negras se han visto afectadas por estas prácticas que han llevado a la formulación de creencias universales sobre sus vidas como si fueran, de hecho, una realidad absoluta.
Puede verse claramente en los anuncios publicitarios, desde la gran pantalla o cuando salimos a la calle. Nos exponemos diariamente a imágenes, textos y discursos que legitiman una forma concreta de mirar y también de ser objetos de la visión del mundo. Sobre esto no sólo pesan enfoques racistas, sino también sexistas, clasistas y en general discriminatorios; ellos hablan de las formas en que somos percibidas como mujeres negras por buena parte de la sociedad. La herencia del colonialismo es una consecuencia que sigue vigente en la actualidad.
Los medios y las artes en general han podido contar cómo han sido representadas las mujeres negras. A través de la historia, las imágenes representativas están cargadas de elementos visuales que han servido para legitimar en ellas un rol casi permanente de subordinación. Estos discursos se han erigido como mecanismos de exclusión, que las asocian a funciones como la servidumbre, uno de los recursos esenciales de la puesta en escena de la ideología racista (Davis, 20004, p. 100). También resalta una excesiva fetichización de sus cuerpos cual si fuesen objetos inanimados de placer sin muchas más aspiraciones que la de ponerse a disposición de lxs demás.
Si bien las mujeres han luchado históricamente por la igualdad de derechos, les ha tocado asimilar de diversas formas esta lucha en sus vidas. Género, etnia, clase social, nacionalidad, orientación sexual, religión, entre otros elementos influyen, de manera que pautan sobre las mismas, múltiples formas de opresión. Las mujeres negras se ven particularmente afectadas por estas lógicas de exclusión.
El concepto de interseccionalidad es precisamente quien viene a explicar las múltiples experiencias de opresión que viven las mujeres , poniendo de manifiesto también la existencia de actores sociales que no lo sufren del mismo modo porque encarnan algunas de las normas sociales, como puede ser la heteronormatividad y la blanquitud. El concepto de interseccionalidad ha sido muy útil para superar la conceptualización aritmética de las desigualdades sociorraciales como fruto de la convergencia, fusión o adición de distintos criterios de discriminación de las mujeres (Dorlin, 2008).
Desde la época esclavista se establecieron como sellos propios de las mujeres negras, la promiscuidad sexual o la tendencia a asumir posturas matriarcales. Los especiales abusos infligidos sobre ellas facilitaban la explotación económica despiadada de su trabajo. En esta época las negras no eran consideradas «mujeres» en el sentido aceptado del término (Davis, 2004, p. 11-16). Otros elementos que destacan son la docilidad, el desvelo por la vida de otrxs, incluso más que por la suya propia. Estos conceptos evolucionan con el tiempo pero no precisamente a favor de su condición.
Los medios constituyen uno de los mecanismos de los que se vale la sociedad para reproducir una mirada fragmentada y estigmatizada sobre sus cuerpos, además de que influyen en la legitimación de conceptos anclados al pasado. Sirvientas, esclavas, criminales, prostitutas son roles asociados a una herencia colonial que supone, hasta nuestros días, un estigma. Ello se ve influido inevitablemente por un discurso mediático que tiende a responder a los intereses de grandes empresas y grupos corporativos a quienes conviene mantener las fuerzas de poder preestablecidas.
En España es muy poco visible la presencia de mujeres negras en la prensa. Sigue siendo un imperativo dar mayor visibilidad a sus rostros ante la sociedad pues persiste una mirada que las desvincula de su capacidad por desarrollar actividades profesionales. Además, poco se han cuestionado en ellos los temas raciales. Las mujeres afrodescendientes y en general lxs migrantes suelen ser objeto de discursos vinculados con pobreza, marginalidad, criminalidad, así como con otras lacras sociales.
Estos elementos vienen a unirse a estrategias que, deliberadamente, se han implementado para legitimar el racismo en estos espacios. Constituyen también formas de violencia simbólica que ponen en evidencia la construcción de un discurso en el cual se les invalida, anula, y que refuerzan constantemente imágenes deformadas. Silencios, omisiones intencionales, subordinación, marginación, son técnicas usuales utilizadas para influir en la mirada pública hacia las mujeres negras.
Los medios han servido para mostrar el mundo y mostrarnos como sujetas y sujetos protagonistas del mismo, pero su visión está siempre condicionada por enfoques específicos de interpretación que influyen en la manera en que comunican. El reflejo que emiten muchas veces no es fiel a la realidad. La mirada a través de ellos tiene que pasar por entender que no podemos hacernos de un criterio apegado a las intenciones que pretenden trasladar. Nos deben servir para ampliar nuestros propios puntos de vistas pero no para vivir sujetos y sujetas a las percepciones que proyectan.
Referencias bibliográficas
Davis, A. (2004). Mujeres, raza y clase. Madrid: Akal.
Dorlin, E. (2008). Introduction: La révolution du féminisme noir! En H. Carby, B. Guy-Sheftall, L. A. Harris, P. H. Collins, B. Hooks, y A. Lorde, et al. (Eds.), Black feminism: anthologie du féminisme africain-américain, 1975-2000 (pp.9–42). París: L’Harmattan.
Regla Ismaray Cabreja Piedra
Cubana, graduada en Comunicación y apasionada de las letras. Investigadora a tiempo completo y bloguera
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