
Investigar sobre nuestra herencia afrodescendiente además de por satisfacer nuestra curiosidad personal, puede ser un acto profundo de reparación, dignidad y verdad. Durante siglos nos han arrebatado nuestros nombres, nuestras lenguas, nuestras historias y, sobre todo, el derecho a conocer quiénes somos más allá del doloroso recuerdo de la esclavitud. Recuperar esa historia no es fácil, pero tampoco imposible. Aquí te comparto seis maneras de comenzar ese camino:
1. Habla con tu familia — incluso de lo que no se dice
A veces, las respuestas están en casa. Pregunta a tus mayores lo que recuerdan: nombres, lugares, apodos, profesiones, costumbres. Muchas veces la memoria familiar guarda fragmentos que parecen poco importantes, pero que, unidos, revelan lugares, rutas migratorias o referencias culturales. También hay silencios que dicen mucho. La vergüenza, el miedo o el racismo interiorizado han hecho que muchas historias se callen. Escuchar con atención, sin presionar, es una forma de honrar lo que fue posible decir… y lo que no.
2. Revisa archivos históricos y registros civiles
En muchos países de América Latina, el Caribe y otras regiones con presencia afrodescendiente, los archivos eclesiásticos, notariales y censales pueden contener información sobre personas esclavizadas, libertas o sus descendientes. Busca actas de nacimiento, defunción, matrimonio, registros militares o censos. No siempre están digitalizados, pero algunos archivos nacionales o regionales comienzan a poner recursos on líne. Ten paciencia, los nombres pueden estar mal escritos o modificados, y las categorías raciales cambian con el tiempo.
3. Investiga el contexto histórico de tu región o apellido
¿De qué zona proviene tu familia? ¿Cómo era la historia de esa región? ¿Hubo plantaciones, ingenios, minas, puertos esclavistas? A veces no encontraremos el nombre de nuestros ancestros, pero sí podemos saber qué tipo de vida llevaban, qué resistencia ejercieron y qué legado dejaron. También puedes investigar el origen de tus apellidos. Algunos provienen directamente de amos esclavistas, otros fueron impuestos por sacerdotes o instituciones. Conocer su historia nos ayuda a resignificarla.
4. Explora fuentes orales y culturales
Mucho de lo que somos no está en los libros, sino en las canciones, los cuentos, las recetas, las creencias. Nuestra herencia vive en el ritmo del tambor, en la forma de celebrar, en los remedios de las abuelas, en los cuentos de aparecidos. Escucha y observa: ¿qué prácticas de tu familia o comunidad pueden tener raíz africana? Investigar también es volver a valorar aquello que el racismo nos enseñó a ver como “poco importante” o “atrasado”.
5. Usa herramientas tecnológicas y test genéticos con pensamiento crítico
Hoy existen plataformas que permiten hacer mapas genéticos y rastrear posibles regiones de origen. Aunque estos test pueden darte una idea general (por ejemplo, qué parte de África podría estar en tu linaje), hay que usarlos con precaución. Las categorías genéticas no siempre reflejan realidades históricas, y las empresas detrás no siempre tienen una ética clara. No te obsesiones con porcentajes, lo importante no es cuánto ADN africano tienes, sino qué haces con ese conocimiento.
6. Conéctate con otras personas afrodescendientes
La búsqueda no tiene que ser solitaria. Existen grupos, redes, talleres y proyectos que acompañan procesos de memoria y reconstrucción familiar. Escuchar otras experiencias puede darte pistas, alivio y motivación. Además, compartir tu propio camino puede inspirar a otrxs. Lo personal es político: al investigar tu historia, estás también tejiendo la memoria colectiva de nuestros pueblos.
Investigar nuestra herencia afrodescendiente no es mirar atrás, es caminar hacia nosotros mismos.
Cada nombre recuperado, cada dato, cada recuerdo, es una forma de resistencia. No somos huérfanxs del pasado, somos descendientes de pueblos con cultura, fuerza y dignidad. Y tenemos derecho a saberlo.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora


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