
La propuesta de Donald Trump para transformar Gaza en una “Riviera de Oriente Medio” mediante la reubicación de la población palestina evoca fantasmas históricos de limpieza étnica y apartheid. Este plan, da una visión deshumanizante de los palestinos al considerarlos obstáculos al “progreso”, y devuelve al terreno internacional políticas colonialistas que han intentado borrar a pueblos enteros de sus tierras ancestrales. Al examinar este proyecto a la luz de los paralelismos históricos, emergen conexiones inquietantes con el Plan Madagascar del régimen nazi y los bantustanes del apartheid sudafricano, estrategias inhumanas que buscaron resolver conflictos étnicos mediante el desplazamiento forzado y la segregación.
El plan Madagascar
En 1940, tras la derrota de Francia, el régimen nazi concibió el Plan Madagascar, una propuesta para deportar a cuatro millones de judíos europeos a la isla de Madagascar, entonces colonia francesa. Esta «solución» al llamado «problema judío» no pretendía ofrecerles una nueva patria, sino aislarlos y condenarlos a la desaparición. El aislamiento geográfico, la falta de recursos y las condiciones adversas de vida estaban diseñados para garantizar la extinción progresiva de la población judía.
El arquitecto de este plan, Heinrich Himmler, veía la expulsión masiva como una medida temporal antes de implementar soluciones más radicales, que finalmente culminaron en el Holocausto. Aunque el Plan Madagascar nunca se concretó debido a limitaciones logísticas y el dominio británico en los mares, sentó las bases ideológicas y estratégicas para la Solución Final. En este caso la segregación territorial puede servir como preludio al genocidio.
El proyecto de Trump para Gaza comparte inquietantes similitudes con el Plan Madagascar. Ambos plantean la transferencia forzada de poblaciones bajo el pretexto de resolver conflictos étnicos. La propuesta de Trump sugiere reubicar a los palestinos en países vecinos como Egipto y Jordania para “desarrollar” Gaza sin sus habitantes originales. Este enfoque refleja una visión colonialista y deshumanizante que ve a las poblaciones indígenas como obstáculos al “progreso” y justifica su desplazamiento en nombre del desarrollo económico.
El plan ignora deliberadamente el derecho inalienable de los palestinos a su tierra, su historia y su identidad. Al igual que el Plan Madagascar, la solución de Trump prioriza intereses geopolíticos y económicos sobre la dignidad humana y los derechos fundamentales, perpetuando la lógica colonialista de despojo y exclusión.
Apartheid en Sudáfrica: la creación de bantustanes
Para entender mejor el modelo de segregación propuesto para Gaza, es fundamental examinar el sistema de apartheid en Sudáfrica, donde se crearon los bantustanes. Estos eran territorios segregados designados para diferentes grupos étnicos negros, con el propósito de negarles la ciudadanía sudafricana plena y mantener el control blanco. Se diseñaron como “naciones independientes” para justificar la exclusión racial bajo la apariencia de autodeterminación, mientras se consolidaba el poder de la minoría blanca.
Entre 1960 y 1980, más de 3,5 millones de personas fueron expulsadas de sus hogares y reubicadas en bantustanes. Estas áreas eran territorios áridos, sin recursos ni oportunidades de empleo, condenando a sus habitantes a la pobreza extrema. La vida en los bantustanes significaba aislamiento social, económico y político. La movilidad estaba severamente restringida mediante un sistema de pases que controlaba cuándo y dónde podían trabajar o vivir las personas negras.
Algunos ejemplos clave incluyen a Transkei, el primer bantustán en declararse “independiente” en 1976, aunque ninguna nación fuera de Sudáfrica reconoció esta independencia ficticia. Su economía dependía de subsidios del gobierno sudafricano, perpetuando una relación colonial de dependencia. Bophuthatswana, por su parte, se utilizó como una zona de amortiguación para evitar que las áreas urbanas blancas se “contaminaran” con asentamientos negros. Al igual que otros bantustanes, carecía de infraestructura adecuada y recursos económicos. Por último, Ciskei y Venda también fueron declarados “independientes” en los años 80, aunque en realidad eran prisiones a cielo abierto donde la pobreza y la represión política eran moneda corriente.
Gaza como bantustán moderno
El proyecto de Trump para Gaza es una reminiscencia escalofriante de los bantustanes sudafricanos. E plan propone convertir Gaza en un territorio turístico, mientras sus habitantes son desplazados o confinados sin derechos políticos plenos a lugares áridos y campos de refugiados en zonas desérticas de países árabes. La reubicación forzada de palestinos en países vecinos evoca el despojo sistemático de tierras en Sudáfrica, donde comunidades enteras fueron desarraigadas para facilitar la expansión colonial.
Además, la narrativa de “desarrollar Gaza” como un destino turístico refleja la misma retórica utilizada por el apartheid para justificar el desalojo de tierras fértiles y costeras para el beneficio exclusivo de la minoría blanca. La visión de convertir Gaza en una “Riviera” para turistas y empresarios extranjeros ignora deliberadamente la realidad de millones de palestinos despojados de sus hogares y sus medios de vida.
La transferencia forzada de poblaciones no es una solución de paz, sino una estrategia colonial para consolidar el poder y el control territorial. Desde el Plan Madagascar hasta los bantustanes sudafricanos, pasando por la propuesta de Trump para Gaza, todas estas iniciativas comparten una lógica imperialista que niega la humanidad de los pueblos desplazados.

Estas políticas violan el derecho internacional y perpetúan la violencia estructural, el desarraigo cultural y la pobreza intergeneracional. Además, desmantelan la cohesión social y fragmentan la identidad nacional, neutralizando cualquier forma de resistencia colectiva. Ese es su verdadero propósito.
La propuesta de Trump para Gaza, además de un planteamiento político, es un reflejo inquietante de tácticas coloniales que han originado genocidios, apartheid y grandes desplazamientos. No representa una solución para el conflicto israelo-palestino, sino que es una perpetuación del despojo colonial iniciado con la Nakba en 1948.
Si el mundo acepta que se implemente esta propuesta, estará validando una vez más la limpieza étnica y la injusticia colonial. La única solución adecuada para Gaza y Palestina se encuentra en el respeto a los derechos humanos fundamentales, la autodeterminación del pueblo palestino y la convivencia pacífica basada en la igualdad. Repetir los mismos errores de ayer no traerá paz, sino más opresión y sufrimiento.
La lucha contra el apartheid, el racismo y el colonialismo sigue vigente, y Gaza se ha convertido en el nuevo campo de batalla de esta contienda mundial por la justicia y el reconocimiento de la dignidad humana.
Afroféminas

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