Algunas hemos aprendido a describir nuestras capacidades laborales con adjetivos personales. Estamos confundidas; entre tanto esmog, no se puede respirar ni pensar con claridad. La dignidad se desborda de angustia, una angustia a borbotones. Por nuestro sistema cardiovascular corre una sangre casi roja, la sangre de quien sabe que sabe poco y conoce a su casera, habiéndole visto en la mirada las ganas de sacarla a patadas. Somos una piedra suavecita, para que nos pateen con el pie desnudo.
Somos cualquier cosa que nos pidan, aprendemos todo lo que existe ―esto que no sé es sólo lo que no sabía que se podía aprender. Si así lo requieres, sin saber de economía, llevaremos la contabilidad de tu empresa. Como estamos formadas en el servicio, desconocemos lo que somos pero conocemos lo que podemos ser para ti. Hemos sido camareras antes de ser adolescentes. Hemos contestado tantas llamadas de rechazo ―gracias por aplicar, te guardaremos en nuestra base de datos― que podemos ser recepcionistas de cualquier hotel o despacho de abogados. Sí, también podemos sacar a puños al que se venga a gritar. ¿Que aquí no viene la gente a gritar? ¿Ah, no?
No utilizaremos adjetivos arrogantes para describirnos. Somos poca cosa para nosotras pero mucha cosa para ti. Muchísima cosa para ti. Úsanos. Somos honestas. Impecables. Puntuales. Team-members. No diremos que somos inteligentes o creativas, ni diremos que tenemos ingenio o que se nos dá bien imaginar formas para robar o para hacer trampa (a menos que así nos lo pidas después. Te confesaremos las muchas formas en las que pudimos haberte desfalcado y enfatizaremos en que no lo hicimos porque hemos sido honestas contigo desde antes de conocerte). No sólo hablaremos de lo que hemos hecho. Confundiremos nuestra persona con esa otra persona, la que trabaja. No somos la que saber llevar las cuentas, sino la que sabe llevar las cuentas con honestidad.
Somos honestas, porque la honestidad es una cualidad necesaria en los países en los que no se puede confiar en la otra (por los caminitos que parten Bogotá y la convierten en lo que pudo haber sido un hogar desperdigado entre avenidas, todas somos hermanas y todas somos enemigas. A la de la bicicleta la bajan de un patadón para robarla. Son pasadas las diez de la noche en La soledad. Un grupo de hermanas bajan al ladrón de una tacleada para darle una muenda. La de la bicicleta termina con el casco y la cara rasptada. Somos valientes: taclearíamos a cualquiera para devolverte la bicicleta. Somos honestas: somos más las de la turba que las del robo. Somos casco de Decathlon hecho por manos chinas que hacen el mundo pero que desconocen el sueño de conocer el mundo). Ser honesta es desconocer todo y creer que se conoce algo. Ser honesta es ser arrogante, más arrogante que la que pone abajito’el nombre que sabe hablar en Python y en Bash y que tiene habilidades blandas (las que pueden codificar no necesitan ser honestas sino poderse comunicar. Critical thinking, attention to detail). Nosotras sabemos hablarle a los perros y colgarle el teléfono a nuestras madres justo antes de que comiencen a quejarse y sin que ellas se sientan heridas. ¿Eso dónde lo ponemos, en soft skills o en further education?
Estamos confundidas y lo que hacemos nos confunde más. Al decir que somos honestas, lo que realmente queremos decir es que somos confiables, que nos pondremos del lado que nos pongas tú (sí tendremos que falsificar algo, lo falsificaremos sólo si aquel es un acto que demuestra nuestra honestidad y confianza para contigo).
Somos responsables: no dejaremos el trabajo tirado por nada. Somos guardianas del lugar que nos es encomendado, así nuestra labor no sea la de cuidar nada. Cuidaremos siempre, así lo que tengamos que hacer sea doblar ropa o restregar platos.
Somos organizadas: cuando estemos a punto de dormir, nos avasallará el miedo de ser echadas y reemplazadas por la otra (una que también es honesta y responsable y que además es otra cosa: una dobladora de ropa pulcra. Sí. Somos la honestidad y la otra es la honestidad pulcra). Entonces, comenzamos a pensar en formas de ser más organizadas y de organizarte a ti. Así, llevaremos entre los sobacos calendarios que se calientan entre pelos crespos, endiablados (las que organizan le temen al tiempo). Así, ya no podrán reemplazarnos, porque ya no sólo seremos éticamente confiables sino pragmáticamente confiables. Porque somos responsables y porque sufrimos de insomnio y porque en el calendario llevamos los remedios para todos los males.
Lina M. Sanchez B.
A Lina le gusta el café del mediodía, los días tupidos de cine y el álbum de jazz de Shostakovitch. Es literata de la Universidad de los Andes y tiene un máster en Traducción y estudios interculturales de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado como editora, traductora, florista y profesora. El trabajo creativo de esta escritora bogotana, publicado en inglés y en español, se centra en desentrañar y comprender la experiencia humana.
Instagram: @linamsanchezbetancourt
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