La educación suele producirse en los primeros años de vida, pero sus repercusiones en la salud cardiovascular pueden durar décadas y tener repercusiones mucho tiempo después, según un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh y de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, y publicado en la revista ‘JAMA Cardiology’.
Para cuantificar hasta qué punto la educación influye en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares a lo largo de la vida, como un infarto de miocardio o un ictus, un equipo dirigido por el doctor Jared W. Magnani, cardiólogo del UPMC y profesor asociado de medicina en Pitt, examinó seis conjuntos de datos de más de 40.000 hombres y mujeres que se identificaban como blancos o negros. Los datos abarcaron tres décadas, de 1985 a 2015. El estudio tuvo en cuenta los riesgos concurrentes, es decir, la muerte por causas no cardiovasculares.
El análisis del equipo mostró que, de media, las enfermedades cardiovasculares aparecen más tarde en la vida de las personas con niveles educativos progresivamente más altos. Los participantes en el estudio con menos de estudios secundarios tenían entre 1,4 y 1,7 veces más probabilidades de sufrir un episodio cardiovascular que los graduados universitarios.
El estudio analizó los posibles mecanismos de estos resultados. El nivel educativo es un conocido determinante social de la salud, ya que suele estar estrechamente relacionado con las oportunidades profesionales y, a su vez, con el acceso a tratamientos generales y especializados, las ventajas materiales y la exposición ambiental y psicológica. La educación también influye en los conocimientos sobre salud y en los comportamientos sanitarios que pueden reducir el riesgo cardiovascular.
El equipo también comparó la edad media ala que se produjeron los episodios cardiovasculares con el número de años que las personas vivieron después de ellos, y descubrió que la educación no sólo protege de los episodios cardiovasculares, sino también de cuándo se producen. «La educación se asocia a una mayor duración de la salud, protegiendo a las personas delos accidentes cardiovasculares hasta un a edad más avanzada», afirma Magnani.
El estudio demostró que la asociación entre educación y riesgo de eventos cardiovasculares difería según la raza. Un mayor nivel educativo protegía más la salud cardiovascular de los individuos blancos del estudio que la de los negros. De hecho, los participantes negros con estudios superiores seguían presentando un riesgo elevado en comparación con sus homólogos blancos.
Las razones de esta disparidad son «a la vez simples y complejas –reconoce Magnani, señalando el racismo sistémico y estructural que produce segregación en la vivienda, en las oportunidades y en los recursos tangibles y sociales en Estados Unidos–. La conclusión es que la educación es necesaria, pero no suficiente, para atenuar el riesgo ante los profundos obstáculos generacionales secundarios al racismo estructural».
Magnani subraya que el nivel educativo merece más atención en el diseño de los estudios de ensayos clínicos. «Los determinantes sociales de la salud no son modificadores de los resultados experimentados por nuestros pacientes: son impulsores de esos resultados». Y sin embargo, la educación y otros determinantes sociales de la salud suelen estar ausentes de la investigación», advierte.
MADRID, 12 Nov. (EUROPA PRESS)
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