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sábado, julio 27

Ponerse las gafas antirracistas


El día 31 de marzo tuvo lugar la gala de los Premios Linces Moradas de la fundación República y Democracia, que dirige Juan Carlos Monedero, y que está vinculada a Podemos. Los premios intentan reconocer la labor de personas en diferentes campos del activismo y la concienciación social, como el ecologismo, los derechos LGTBIQ+ influencers en redes, y también, el antirracismo.

No solo vengo aquí a hablar del premio Lince antirracista sin peros que recibió, al parecer por votación popular, Hanan Alcalde, contra la que no tengo nada personal, y que seguramente, se encontró con este premio, muy a pesar suyo. Vengo también a comentar como este pequeño incidente muestra cómo los espacios blancos de izquierdas gestionan los temas antirracistas y la incapacidad que tienen para no cometer este tipo de torpezas. 

Hanan Alcalde es una mujer blanca e influencer que ha vivido las islamofobia cuando se convirtió al Islam y decidió ponerse velo. De ello hizo su caballo de batalla en las redes para denunciar esta lacra, cosa muy loable. Hanan ha recibido odio sin duda, y ha ejercido una labor encomiable de denuncia desde sus redes.

La propia Hanan comentó al recibir el premio que sufrió rechazó al llevar el velo. Ese velo ocultaba a esta sociedad racista que Hanan era blanca, rubia y de ojos azules. Y cuando decidió quitarse el velo volvieron los privilegios que le daba su blanquitud. Volvieron las ofertas de trabajo, la consideración e incluso la empatía.

¿Cuál es el problema?

Hanan ganó la votación, pero no debió ser nominada. Era responsabilidad de la organización no proponer a personas que chirriaban entre los nominados. Porque sus privilegios blancos son los que determinan su presente. Porque seguramente fue premiada porque encarna una imagen muy al gusto de la blanquitud. Hanan es vista como una salvadora blanca, y eso agrada a una parte de la izquierda blanca que en realidad no comprende el racismo y sus consecuencias.

Las gafas antirracistas

Dentro del feminismo es muy popular la expresión “ponerse las gafas violeta”, una metáfora utilizada por la escritora Gemma Lienas​ en su libro de 2013 sobre igualdad y feminismo destinado a un público adolescente “El diario violeta de Carlota”. He oído esta expresión cientos de veces. Muchas mujeres feministas la lanzan a sus interlocutores con la intención de que la persona que no alcanza a comprender algunas posiciones, desde una perspectiva feminista, se ponga en el lugar desde que le interpelan.

Lo que no alcanzo a entender es la incapacidad para ponerse las gafas antirracistas. Porque si en esta entrega de premios se las hubieran puesto, quizás pudieran haber reconocido que era un error hacer publicidad en las redes sociales de Podemos de haber dado un premio antirracista a una mujer blanca, rubia y de ojos azules .

https://twitter.com/PODEMOS/status/1641859047765803008

Si se hubieran puesto esas gafas quizás podrían haber visto que utilizar a un hombre negro, como Serigne Mbaye, para entregar el premio, y así validar lo que seguramente ellos ya sabían que quedaba horrible, era un abuso. 



Las gafas antirracistas les hubieran servido para ver que el racismo sufrido no es de quita y pon para las mujeres negras y racializadas. Y la racialidad es esencial para entender la lucha antirracista en el contexto español, y así deberían considerarse los premios, si es que se deciden dar, lo cual también es cuestionable.

Porque también deberíamos cuestionarnos qué tenemos que celebrar o premiar. Debemos pensar en que estamos haciendo cuando hacemos premios a influencers, blancas o negras. Hay mucha gente haciendo muchas cosas importantes contra el racismo, más allá de la redes, que no reciben reconocimiento porque no tienen repercusión mediática de la que sacar tajada política.

¿El activismo debe convertirse en un evento de influencers y alfombra roja cuando mueren personas de piel negra intentando llegar a este país para vivir dignamente? ¿Debemos celebrar el paro gigantesco e invisibilizado entre las mujeres negras? ¿Celebramos el racismo policial? ¿Nos premiamos por la incapacidad de dar una vida digna a las familias de la Cañada Real?

Hace unos días se puso en contacto conmigo una mujer negra Mauritana. Estaba muy contenta porque le habían concedido la residencia después de un largo proceso. Ella también se había quitado el velo hace tiempo, en contra de su comunidad, de su tradición, de todo lo que le habían enseñado. Había sido muy valiente por conservar su dignidad como mujer y había huido de un matrimonio concertado.

Ahora, no les esperan premios. Le espera una muy difícil vida en un país que siempre la verá como negra, extranjera, “mora”  y donde solo podrá aspirar a trabajos precarios. Le espera el rechazo y la lucha.

En aquel momento no me atreví a decírselo. Preferí felicitarla por haber recibido “el premio” de ser reconocida como ser humano.

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