Poco a poco, mientras el mes de julio se sigue asentando, vemos a distintas marcas alrededor del mundo bajando la bandera LGBTIQA+. Vemos algunas comunidades de personas trans convocando eventos y marchas independientes, porque en muchas instancias la mercantilización del movimiento queer les invisibiliza o no les representa con el mismo ímpetu que representa otras causas. Lo cierto es que pasado el famoso mes del “orgullo” las personas antirracistas debemos seguir en nuestro trabajo de poner en el centro de la conversación a las comunidades y grupos más vulnerables, debemos seguir elevando el pensamiento decolonial que deja de pensar en binarios, una idea heredada de la blanquitud. Debemos recordarle a los feminismos blancos porque el antirracismo no aboga únicamente por la anti-negritud; sino que aboga por erradicar la idea de personas subalternas.
Cuando hablamos de raza necesariamente hablaremos de género, como sabemos las personas antirracistas, entender el contexto es esencial y determinante; entender que el pasado anti-negro está cimentado bajo enunciados similares a los que se usaron como detrimento del rol de las mujeres nos ayuda a ver que también se reutilizan dichos argumentos para rechazar a la comunidad queer en distintas latitudes. Defender el género desde una concepción binaria es preservar la blanquitud y, aún peor, defenderla. El problema lo podemos ver a través de rastros históricos donde comunidades originarias en la Polinesia, comunidades originarias en Estados Unidos y diversas comunidades de la África precolonial tienen registro de entender el género desde espectros más amplios. La simplificación, mejor dicho, la división llegó con el colonialismo y se asentó con la diseminación de las múltiples segregaciones transnacionales entre personas racializadas y personas blancas, entre hombres y mujeres, entre niñez y adultxs.
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El antirracismo como movimiento se compromete, ante todo, a pensar que el lugar de lxs subalternxs se construyó como una forma de dominio y explotación de otres, en específico de mujeres, grupos racializados, disidencias de género y credos minoritarios. Lo que en últimas nos da una luz sobre porque tenemos que mantenernos como aliadas y facilitadoras de una conversación sobre la protección y las garantías que la comunidad TRANS debería tener en el día a día. Aquí, como ven, específico, porque es esta comunidad la que más azotada se ve por la violencia basada en género. En Colombia, por ejemplo, la expectativa de vida de una mujer trans es de 35 años, algo escalofriante. Esa famosa máxima Ubuntu: soy porque somxs trasciende a la vista de tanta injusticia e impunidad, porque aquí es donde como sujetxs que entendemos bien qué es ser percibido y etiquetado como subalternx alzamos la voz en pro de quienes más vulnerables se encuentren. Es una oportunidad para unirnos, para confabular contra el sistema que sigue oprimiéndonos con numerosas excusas (género, raza, preferencias sexuales, credo, riqueza, etc). No es un secreto que las personas trans son targets fáciles de violencia sí también son negras, solo en Estados Unidos se registraron 45 personas trans asesinadas durante el 2020, la mayoría de las víctimas son mujeres racializadas.
Pese a esto, cuando la comunidad queer se manifiesta carga consigo un halo de alegría, con atrevimiento lo atribuyo a entender que las tinieblas se deben combatir con luz. Quiero aprovechar para extender mi admiración a los movimientos antirracistas que se han manifestado en Colombia desde el reconocimiento de las duras intersecciones que atraviesan la vida de las personas negras y trans, desconocer sus incontables batallas en las calles y durante el paro nacional sería de gran negligencia. Pese a que estamos lejos de vivir en una sociedad que ante todo priorice la vida; vemos en las resistencias una bandera que ambiciona más y mejor, una bandera que entiende que estamos interconectadxs y, por tanto, nos debemos a la lucha de un mundo conformado por horizontalidades.
¡CANCELEMOS LA IDEA DE SUBALTERNXS!
Carolina Rodríguez Mayo
Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá. Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida.
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