Se consiguió. Trump ha perdido con una victoria clara de los demócratas en las elecciones de los Estados Unidos. El trabajo está hecho y comenzamos una nueva etapa, pendientes de lo que deparará las maniobras del derrotado inquilino de la Casa Blanca.
Se ha hablado mucho desde sectores de la izquierda y el antirracismo de si se debía apoyar o no al tándem Biden/Harris en esta campaña. Cuando la propia Harris fue nominada para el Ticket demócrata fueron muchas las personas, que legítimamente, recordaron su pasado de Fiscal y sus actuaciones, muchas de ellas poco edificantes.
Hoy, después de haber logrado echar a Trump, todavía se oyen voces críticas, con el tan manido «son todos iguales» que sirve para un roto y un descosido, y arguyendo que en lo básico todo seguirá igual. Seguramente, a los que esgrimen ese argumento, no les falta razón. Estados Unidos no va a cambiar de la noche a la mañana. Los problemas estructurales seguirán existiendo y las cosas, si mejoran, serán con cambios mínimos.
Pero esa no era la batalla que se jugaba el pasado 3 de noviembre en las elecciones norteamericanas. La lucha era por desalojar del lugar de poder más importante del planeta a un ser despreciable que, además de desestabilizar hasta límites insospechados, generó tal cantidad de resentimientos, que era una cuestión moral ayudar a vencerle.
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En las elecciones del 2016 también se usó el argumento de «todos son iguales» contra Hillary. Muchos votantes de Sanders no fueron a votar a la líder demócrata y, posiblemente, esto propició que perdiera las elecciones. Las consecuencias las hemos sufrido estos cuatro años.
Y claro que las cosas han sido diferentes de lo que hubieran sido con Hillary: Trump a abandonado en plena pandemia mundial la O.M.S., incluyendo el apoyo económico. También, el pasado 4 de noviembre, Estados Unidos, el segundo país que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera, abandonó el Acuerdo de París, el mayor pacto global de la historia para luchar contra el cambio climático. Ha roto el Pacto Nuclear con Irán que tanto costó conseguir y que es de vital importancia para la estabilidad de la zona. Ha iniciado una guerra comercial con China y ha impuesto aranceles a países de la Unión Europea y América Latina. Ha cambiado décadas de política exterior estadounidense acercándose a personajes tan siniestros como Putin y a Kim Jong-un y acabó con las esperanza de una resolución del conflicto cubano y su bloqueo destruyendo el pequeño acercamiento y apertura que inició Obama al final de su etapa.
En cuanto política israelí/palestina Trump incendió la zona poniendo la embajada de EEUU en Jerusalén y reconociéndola como capital del estado de Israel contra el consenso internacional. Su apoyo a Netanyahu era total. Los dos personajes se entendían perfectamente.
En política doméstica, ha bajado los impuestos a los más ricos y ha intentado destruir, a toda costa, el plan sanitario de Obama, que ayuda a tener algo parecido a una sanidad decente a los más desfavorecidos. Esto es especialmente criminal en pandemia. También ha sido una activo y nada disimulado defensor del supremacismo blanco y todas sus organizaciones, lo cual ha dado alas a estos movimientos racistas. Durante su mandato el nivel de crispación racial y política ha aumentado considerablemente, inflamado por su mensajes racistas y xenófobos y su política migratoria, que rebasa todos los derechos humanos y es lastimosamente dura con los que menos tienen.
Trump a intentado acabar con la despenalización del aborto. Sus maniobras en el Tribunal Supremo buscan eso y todos los nombramientos que ha hecho han sido para afianzar una abrumadora mayoría conservadora en el mismo. El último nombramiento de la jueza ultracatólica fue una declaración de intenciones. Deja esa herencia en el máximo tribunal del país que es muy posible tenga que decidir sobre este tema no demasiado tarde.
El muro, el racismo, la misoginia, los exabruptos. La lista de motivos para echar a Trump y para que no hubiese llegado a gobernar es tan larga que no terminaríamos. Así que sin duda las cosas habrían sido diferentes y todo este daño causado no se hubiera producido.
Apoyar a Biden/Harris en estas circunstancias no significa validar sus políticas ni todo lo que han hecho a lo largo de su vida. Ese razonamiento es infantil. Las elecciones en EEUU se juegan en un binomio de todo o nada. No apoyar a los demócratas era un acto de irresponsabilidad que es ridículo disfrazar en un presunto ardor revolucionario. La emergencia era de tal calibre que sectores muy dispares de la sociedad norteamericana se han aliado para conseguir el objetivo.
Nosotras humildemente apoyamos a Biden/Harris ya que muchas mujeres negras de origen latino nos leen desde Estados Unidos. Era nuestra responsabilidad y lo hicimos de manera consciente. Ahora la normalidad vuelve a la instituciones norteamericanas y el trabajo de las organizaciones antirracistas vuelve a comenzar. Ahora vuelve la lucha por cambiar el sistema racista norteamericano y del resto del mundo. Volvemos a las batallas y las luchas cotidianas que hacen avanzar a la sociedad. Volvemos a nuestra lucha porque el trabajo esta hecho.
Ayomide Zuri
Inconformista, luchadora, africana y mujer negra. @ayomidezuri ayomidezuri@gmail.com
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