Si hablamos del whitewashing que se ha hecho dentro de la industria cinematográfica occidental a personajes históricos naturalmente negros o racializados, hablemos también de nuestras y nuestros representantes actuales en el mundo mediático actual, los que en un futuro lejano, serán seguramente personajes reconocidos.
Primero debemos tener en cuenta que la cultura occidental disfruta de una influencia apabullante dentro del contexto mundial. Lo vemos en como esta se filtra entre las otras abriéndose espacio y colocándose delante sin que lo percibamos, dictando unas normas, mercando un ideario y estipulando aquello a lo que debe ser considerado mejor o peor o aquello a lo que debemos aspirar a ser o a parecernos.
Hablamos de las referentes negras con las que las mujeres afrodescendientes podemos sentirnos identificadas debido a su procedencia así como por la apariencia de su misma figura, su estilo y su reivindicación del afro des de un punto de vista de representación estética e identitaria.
Fijémonos en una de las cantantes afrodescendientes que conforman el panorama musical dentro del mundo occidental y en consecuencia, de todo el mundo. Un clásico, la diva entre las divas, Beyoncé es un ejemplo de reivindicación afro en canuto a las temáticas y producción de sus canciones y videoclips. Ella ha creado una fuerte narrativa entorno a la visibilidad de lo afro, las bailarinas y actrices que aparecen en sus vídeos musicales son un ejemplo de esto. No podemos reprocharle ese intento de visibilización y aunque las opiniones respecto sus acciones sean dispares, se agradece y mucho. Aun así, pensemos en como se nos presenta ella, como mujer negra.
El caso de Beyoncé es el caso de otras muchas actrices o cantantes que nosotras tenemos como referentes afrodescendientes en un contexto occidental. Ellas son mujeres negras y es que aunque sus facciones y su apariencia se alejen más de las facciones y características que se identifican con la identidad negra y de alguna manera su apariencia se adecue más a los cánones occidentales, ellas siguen siendo mujeres afrodescendientes. Así pues, el problema no es que ellas formen parte de nuestra representación, para nada, ellas son mujeres negras y se identifican como tal. El problema está en que esta suele ser la representación más visible y tolerada. ¿Y eso por qué? El caso es que la mayoría de productos de entretenimientos están centrados en satisfacer a una audiencia blanca. No porque todos sus espectadores sean blancos, evidentemente, sino porque esta es la raza hegemónica y por tanto establece sus leyes y preferencias en función de su identidad y también en función de con lo que se quieren identificar. La negrura no vende. Vende un poco, lo suficiente como para crearnos una sensación de diversidad que las mismas personas blancas aplauden, pero en verdad no acaban de normalizar y aceptar.
La verdad es que todo se ve muy bonito cuando nos enteramos de la aparición en escena de nuevas referentes negras de todos los tonos, incluso de los más oscuros, dentro del mundo de la cinematografía occidental. Son un gran ejemplo actrices reconocidas como Viola Davis y Lupita Nyong’o. Aun así, es difícil adivinar hasta que punto las industrias están comprometidas con favorecer a esta visibilidad y hasta que punto se hace por puro “marketing”. Así pues, cuando hablamos de la representación de la negritud, debemos hablar también del cabello y de la piel. En cuanto a la piel sabemos que existe un sistema latente, aunque maquillado y disimulado, que jerarquiza a las personas negras según el tono de esta. Los orígenes de este hecho se encuentran en la época esclavista, cuando los blancos daban un mejor privilegio a aquellas personas negras que respondían a un tono de piel más claro, porque era más parecidas a la raza superior. Así pues, si eras negro, pero tu piel e incluso tus facciones se adecuaban un poco más a los cánones blancos de la época, mejor para ti. Entonces, no es casualidad que en los últimos años se haya hablado de la práctica de blanquear la piel en mujeres y hombres negros (sobre todo mujeres), incluso algunas famosas han sido acusadas de ello. Sin embargo, aquí no se trata de acusar a nadie, cada cual hace lo que quiere, pero debemos estudiar que hay detrás de esto.
El caso del pelo afro, también es un factor importante. Observamos que muchas de las mujeres negras que se encuentran dentro del mundo del espectáculo y musical, tienen el pelo alisado o bien por que es su pelo natural o bien porque se lo alisan. El caso es que esta es casi la única representación a pesar de algunas excepciones. Así que aceptémoslo, por cuestiones históricas que aún arrastramos, el pelo afro no se ha aceptado y normalizado.
En una última observación, os preguntaréis por qué he puesto tanto acento en las mujeres. El caso es vemos que este fenómeno no sucede en la misma medida con hombres y mujeres, sucede más con mujeres. El debate está abierto, pero no parece una casualidad, dado que las mujeres solemos estar más sujetas a estas presiones y a estar “bellas” según se entienda des del punto de vista blando occidental.
Sin embargo, no debemos ser tan pesimistas, hemos visto que en el panorama actual poco a poco se van introduciendo nuevos referentes que reivindican su identidad afro con fuerza y sin miedos, de hecho, nosotras y nosotros mismos debemos buscarlos dándoles visibilidad y también, porque no, convertirnos en ellos, dentro de nuestro entorno, amistades trabajo, etc. No todo se puede lograr únicamente desde los medios.
Mònica Quilez
Estudiante de periodismo y de todo un poco, de origen mozambiqueño. La cultura es la luz o la oscuridad en una sociedad, cultivémosla y cuestionémosla.
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