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jueves, marzo 28

Cuarentena y violencia de género. El machismo se queda en casa

Imagen de Tumisu en Pixabay

Tras el contexto actual de Covid-19, muchos estados han tomado el aislamiento social como un método efectivo para reducir el número de contagios y bajar la curva. En algunos lugares hay mayor flexibilidad acerca de quiénes pueden o no trabajar, pero en general se priorizan únicamente los negocios de primera necesidad como supermercados y droguerías. 

Además del privilegio de clase que representa hacer la cuarentena, hay un factor de vulnerabilidad que ataca a muchas mujeres y personas LGBTIQ+, estar en casa con un posible agresor. Producto de la pandemia, todxs tenemos los ojos puestos en las estadísticas de contagios, personas que murieron por el coronavirus y personas que se curaron. Sin embargo hay una cifra alarmante que se ha disparado con el aislamiento obligatorio y es la violencia machista, expresada en feminicidios, en un aumento significativo en violencia intrafamiliar y una mayor precariedad en las condiciones de vida de las personas LGBTIQ+, forzadas a quedarse en espacios homolesbotransodiantes o, violentadxs al salir a la calle por medidas tan violentas como el pico y género en Perú, Panamá y  algunas ciudades de Colombia. 

Por dar algunos ejemplos: tan sólo en México, el país de América Latina con mayor número de feminicidios por semana, se reportaron 210 feminicidios, según Marea Verde durante la cuarentena (teniendo en cuenta que las medidas de aislamiento no fueron tan estrictas como en otros países). Para el 15 de abril, a 25 días de la cuarentena en Argentina, ya se habían registrado 22 feminicidios, producto de la indignación colectiva se convocó desde espacios feministas a cacerolazos en varias ocasiones y a toda una movida por redes para visibilizar a quienes tristemente, fueron víctimas de la violencia machista. En Colombia, al 14 de abril, tras 19 días de confinamiento, ya se habían registrado más de 3000 denuncias de violencia intrafamiliar y un feminicidio por día. El patrón se repite por toda la región y tal como sugiere Victoria Aguirre, representante de la ONG argentina MuMaLá: “La cuarentena deja a miles de mujeres en un infierno, encerradas con un agresor al que le tienen más medo que al coronavirus”. En la mayoría de los casos el lugar del feminicidio fue la vivienda de la víctima y el femicida su pareja o ex pareja; datos que con el aislamiento obligatorio acentúan la vulnerabilidad de las víctimas pues están permanentemente expuestas a la violencia doméstica. Por otro lado, las medidas que han tomado los gobiernos latinoamericanos son insuficientes. Activar líneas de atención de violencia intrafamiliar resulta exiguo para resolver la situación, muchas víctimas ni siquiera pueden comunicarse con la línea pues comparten espacios pequeños con su agresor y sería imposible contar la situación sin que se dieran cuenta. 



Además de la violencia doméstica, muchas personas de la diversidad sexual y de género han sufrido exponencialmente las condiciones del aislamiento social obligatorio. Algunxs están obligadxs a quedarse en espacios donde son agredidxs por su orientación sexual y/o su expresión de género y otrxs, son víctimas directas de las condiciones económicas que el aislamiento acarrea y de decisiones que siguen reproduciendo la heterocisnormatividad en el contexto de la cuarentena. Ejemplo de esto, la estrategia de pico y género, instaurada en algunas ciudades de Colombia, en Perú y en Panamá, que pretende segregar a las personas en función de su género para que puedan salir a hacer sus compras de primera necesidad; asumiendo el binarismo de género como norma, negando la existencia de las personas no binaries y dejando en una situación de vulnerabilidad a mujeres y varones trans que por temas burocráticos no han podido cambiar el género de su documento o que incluso teniéndolo, pueden caer en manos de la hostilidad policial. 

Situaciones tan extremas como la que atravesamos en medio de la pandemia, lejos de inspirar a los gobiernos a tejer estrategias alternativas para mitigar la violencia doméstica y la violencia hacia lesbianas, gays, bisexuales y personas trans, se ha encargado de reforzarla, utilizando medidas tibias frente a la violencia doméstica y desconociendo realidades de sujetxs que se salen de la heterocisnormatividad. Es evidente, el COVID-19 traerá consigo un cambio radical de lo cotidiano. Solamente queda anhelar, que las estructuras opresivas que se encargan de subalternizar ciertos cuerpos (como el racismo, el clasismo, la homolesbotransfobia, el capacitismo, la gordofobia) no persistan, al menos con la misma fuerza que lo hacen ahora y menos aún, que pese a la particularidad de esta situación, se refuercen mucho más y se atornillen para siempre. 

Alejandra Pretel