Hablamos con la escritora, productora, actriz y activista Fumilayo Johnson Sopale (Gran Canaria, 1989), española de origen guineano. Con la excusa de la reciente publicación de Troki, en busca de la abuela Chioma (Vivelibros, 2019), la perspicaz y aguda autora reflexiona sobre su trayectoria, las comunidades afroeuropeas y la difusión cultural.
Eres escritora, productora, cineasta, actriz, conductora de un programa de radio… ¿De dónde proviene esta inquietud cultural?
La verdad es que me he dejado llevar según iban saliendo las oportunidades. Escribir un libro vino de la idea de que quería hacer guiones. Como los cuentos se pueden adaptar al cine, pensé en escribir uno y más tarde adaptarlo. Así que mi primer guion es sobre una de las historias que tengo escritas, que no están en Los cuentos de la abuela Chioma (Terra Natio, 2017). Como para hacer la película necesitaría buscar un productor… pues me hice productora. Y como resulta me gustan más los documentales que la ficción, terminé inclinándome por ello. Según iban saliendo las cosas, definía un poco más por dónde quería salir, centrándome en una línea. Al final, sale Chioma, no sale la obra de teatro adaptada, pero produzco un documental. ¿Y cómo llego a la radio? Pues por una entrevista. Me hicieron una sobre emprendimiento, y hablando me dijeron que podía hacer algo con los cuentos en la radio. Ha sido tocar una puerta y se abría una ventana. Yo no decía “no” a nada. Al final he acabado centrándome en lo que de verdad quiero hacer.
¿Pero has crecido en un ambiente que te hiciese proclive a desarrollar estas afinidades?
Yo lo que he desarrollado ha sido únicamente a través de las ‘pelis’, las series y los libros. Me gusta leer. Ahora leo menos, porque estoy saturada. Me gusta ver series históricas. Últimamente veo menos cine, pero me interesa si me cuenta la historia de alguien, si me lo narras de una manera que me haga pensar. Me ha condicionado mi ocio: si mi ocio es leer, mi ocio va a ser hablar de libros; si mi ocio es ver películas, mi ocio me va a llevar a querer hacer una película. Realmente, mi trabajo es ser educadora de tiempo libre, y de alguna forma pienso que todas estas cosas que me gustan me pueden ser útiles para transmitírselas a los chavales en clase.
Eres española de origen guineano, y tus raíces se expanden por países diversos de África. ¿Cuál ha sido tu relación desde niña con la cultura de tus antepasados?
He estado ligada toda la vida, es lo que tenía en casa. Mamá lo tenía muy claro: “Que sí, que eres española, pero tú vienes de África”. La comida, la ropa, la forma de hablar… Así que no me he desvinculado. No he ido allí hasta ahora de mayor, pero ya tenía una base cultural.
¿Y cómo fue tu encuentro con Guinea Ecuatorial?
Muy bien. Siempre digo: “Bioko, volveré”. Me gustó mucho conocer mi origen y ser una más. Mis padres son de la isla y mis abuelos también.
Entrando en materia: tu libro Los cuentos de la abuela Chioma parte de un juego de palabras, “Nisintory”, que mencionas en el prólogo y que es, asimismo, el nombre de la colección que inaugura el libro. ¿Cuál es el origen del término?
Si vas hacia atrás en el origen etimológico, este es “Listen stories”: escuchar historias. La tradición de los abuelos sentándose en el patio con los niños para contarles cuentos. Yo eso no lo he vivido, pero mi madre sí. Ahora es ella quien debería estarle contando historias a los niños. Muchas de estas historias no habían salido de África, y creía necesario compartirlas con el mundo. El otro día me preguntaban por libros de temática afro que yo hubiese leído en mi juventud, y yo les dije que no me había leído ninguno. He escuchado a mis mayores, he aprendido de ellos. Por eso sé lo que sé. Yo he preguntado a mi madre, a mi tío: “Oye, ¿vosotros en vuestra época qué hacíais?”. Y lo iba escribiendo. Es pura cultura oral, y es nuestra responsabilidad que esas historias del pasado no se pierdan. Todo esto hace que siempre esté en conexión con África.
Hablando del contenido del libro: en la introducción, cuando relatas el origen de estos cuentos, el lenguaje que utilizas para contarlo es el mismo que usas para las fábulas. ¡Es como una fábula más!
Sí. Porque es un cuento breve, la historia de nisintory. Te introduzco en la historia y luego, con cada cuento concreto, vas viajando a uno y otro lugar.
Sobre los cuentos, recopilas cuatro…
Recopilo dos y me invento dos. Los que son de mi autoría son Dahomey y el último, protagonizado por una sirena. Pero me baso igualmente en esas historias que te va contando tu familia. El primero de estos homenajea el reino de Dahomey, uno de los muchos que había en África hace siglos. Mi madre me contó la historia de mi tatarabuela, que era la madre de Chioma, y que venía de Dahomey siendo hija de rey. Yo ya había escrito el cuento por entonces. Había trabajado en la historia de un monarca, sabiendo que mi tatarabuela venía de allí, pero no que era la única heredera del rey. Resulta que sin saberlo había estado contando una historia muy parecida a la de mi familiar. El río de la verdad y Pikanchus son autóctonos. El de la sirenita y el pescador proviene de los relatos de sirenas que me contaba mi madre. Hay sirenas buenas y sirenas malas, y en ello me inspiro para narrar esto. El capítulo que mejores críticas ha recibido es El río de la verdad, en cualquier caso.
En Dahomey, aparte de la fábula, hay un trasfondo histórico muy claro. Incluso detalles relativos a la manera en que vivían los yoruba, los igbo o los bini. ¿Qué labor de investigación llevaste a cabo para recrear el marco histórico y político de la narración?
No investigué mucho. Me centré en que era un reino, había un rey y ya está. Luego es verdad que he introducido quién es yoruba o quién es bini, porque no tenía muchas nociones. Mi idea era homenajear a través de Dahomey todos los reinos que hubo en África. Es verdad que si quiero hacer una segunda parte, centrada en el momento en que la hija del rey se hace adulta, necesitaré seguir indagando para entender el conflicto étnico que tuvo lugar. El argumento de una mujer heredando un reino en aquel entonces es más difícil de tratar. Contando la historia de mi tatarabuela conjeturo si la tribu enemiga la entrega como esclava para quedarse ellos con el reinado, por ejemplo. Me limité a tomar las dos tribus de mayor peso, yoruba e igbo, y centrarme en el enfrentamiento constante entre ambos. A día de hoy las etnias siguen chocando, como sabemos.
En Chioma comentas que tu bisabuela era de la etnia criollo. ¿Qué ha llegado hasta ti de la cultura criolla, conformada por una diversidad de culturas?
Cuando buscas información sobre ellos, se hacen llamar normalmente fernandinos o isabelinos, según les dé. La isla de Bioko pasó a ser Fernando Po bajo dominio español. Los criollos somos esa mezcla de dos orígenes distintos. Yo soy una de ellas. Soy hija de criollos (aquel que viene de fuera y crece en una nación diferente), provengo de cuatro lugares distintos de África. Por ejemplo, de mis abuelos paternos, él es de Ghana, y ella es de Sierra Leona y Nigeria. Mi abuela materna es de Santo Tomé, nacida en Bioko, y mi abuelo materno es el único autóctono de Guinea Ecuatorial. Si tuviera que identificar esa pincelada mía de bubi, viene de Sampaka, el pueblo de mi abuelo. Pero sí que es verdad que sobre los criollos se lee poco. Había un lugar que se llamaba Club Fernandino: un club social de la gente que estaba emancipada en la época colonial. Solo iban quienes tenían dinero, y la mayoría de ellos eran de hecho criollos. Ahí vuelves a ver que pese a la colonización, seguía habiendo clases sociales entre los negros, y los criollos eran normalmente más poderosos, pues ellos provenían de otras sociedades y civilizaciones más desarrolladas. Mi abuelo era de Ghana, por lo que leía y escribía. Se posicionaban mejor que los nativos.
Pese a haber sido Guinea Ecutorial colonia española, España se ha desentendido completamente de la difusión de la cultura guineana. Algo que salta a la vista si nos atenemos a otras relaciones poscoloniales.
Yo digo lo mismo. Me he criado aquí, y todo lo que sé de África lo he aprendido en casa. En España nos llega más sobre los negros de Estados Unidos que sobre los de Guinea Ecuatorial. El año pasado fue el 50 aniversario de la independencia y todo sigue igual. A nivel cultural se habla poco o nada, cuando no debería de ser así, ya que fue la única colonia española perteneciente al África negra, la única que mantiene el español como su lengua, la única que mantiene sus tradiciones, ya que son mayoritariamente católicos romanos. Las costumbres españolas arraigaron mucho. Hay una base común en nuestra manera de hablar, rezar o pensar. ¡Pensamos en español! Como siempre, la política acaba pisando a la cultura. Guinea se ha quedado en el olvido. Los niños de mi generación sabemos que existe. Tú al menos sabes lo justo, la gente normalmente no sabe nada. Todavía te dicen aquello de: “¡Qué bien hablas español!”. Yo sobreentiendo que aquí la gente sabe que Guinea Ecuatorial fue española. Aunque políticamente no se lleven bien, históricamente no pueden forzar esta separación. No ha ocurrido lo mismo con Cuba, Filipinas o la parte española de América.
Esto se ve muy claramente en el caso de los escritores guineanos que tienen que recurrir a la industria editorial española para publicar. Justo hablaba de esto hace un tiempo Trifonia Melibea Obono. No hay una industria editorial en Guinea ni ha habido históricamente ayudas españolas para fomentarla.
Por supuesto. Hay un proyecto ahora del que yo soy miembro partícipe que se llama Locos por Cultura. Una plataforma de jóvenes de la que muchos son escritores sin medios para publicar. Una compañera que se llama Adelaida Caballero ha creado un proyecto editorial, Habitación 323 (voy a hacer sobre ello un documental también). A partir de la carencia de editoriales y de fondos para que la gente pueda publicar, nos instruye acerca de cómo con la maquetación casera se puede crear un libro. Es para obras pequeñitas, en grapa, pero ya es una contribución para estos jóvenes de los que hablamos. Hay una antología en la que distintos autores han contribuido con textos de diversa índole y se ha publicado así.
Se empiezan a escuchar nombres de jóvenes escritores guineanos que, pese a los obstáculos, están encontrando formas de difundir su creación.
Sí. El Centro Cultural Español en Guinea apoya a autores mediante concursos. El caso es que ellos te publican el libro… pero este se queda en Guinea. Si llega fuera es a la Biblioteca Nacional de España. Pero ese escritor no comienza una trayectoria internacional. No va más allá. Estoy aún esperando que me den el libro de un compañero, Eladio, que ganó el concurso. La obra no se comercializa. Hay que hacer algo por esos jóvenes con tanta sed de publicar, porque venir a España y editar aquí les cuesta muchísimo dinero.
A la hora de abrirte paso en el mundo cultural español, ¿te has sentido particularmente incómoda por tu condición racial?
A lo mejor esta respuesta no gusta a todo el mundo. El desprecio lo he recibido de mi propia gente. Es puro egocentrismo. Tú llegas la última y te apoyas en los que ya tienen experiencia. No es que te vayan a pisar o ponerte la zancadilla, pero no te ayudan para que vayas más rápido. Mi libro lo ha publicado un editor español; mi primer documental, lo he hecho con un director español… Siempre han sido españoles blancos quienes me han ayudado a crecer en el mundo cultural. ¿Entonces los blancos valoran mi talento y los negros no? No me he encontrado con problemas de racismo, sino de ego. La gente que sabe que estoy contribuyendo con algo interesante y no me ha prestado atención pudiendo haberlo hecho, es negra. En el Festival de Cine de Tarifa hice mi presentación y, aparte de mi tía, porque es mi tía, no había ningún negro más. Te preguntas qué está pasando aquí. No quieres que te solucionen la carrera, pero como ellos han caminado solos, tampoco quieren prestarte ningún apoyo. Eso es algo muy típico de los africanos. En lugar de darle la mano a quien viene detrás y ayudarle a hacer el camino, pues estamos creando referentes, te ignoran. O compran tu libro y lo leen, pero jamás te lo dirán o se moverán para hacerte una entrevista en caso de que sean periodistas. Igualmente, no me puedo quejar. La experiencia ha sido muy buena. Todo lo que he trabajado lo he sacado adelante. He tenido más problemas por temas personales que por choques raciales. Para mí eso es una suerte. Yo sé que es complicado medrar siendo mujer y madre. No me puedo quejar. He tocado las puertas por dos lados, y siempre se abre por el mismo, nunca por el de la persona negra. Eso sí: en Guinea jamás se me han hecho esos ‘feos’. Los negros que estamos en España tenemos un problema. No somos capaces de crear una comunidad donde quepamos todos. Si no perteneces a tal pandilla o eres amiga de una persona determinada, no van a hacerte caso. Después de criticar toda la vida a los blancos, los negros acaban haciendo lo mismo: esas bandas a las que tienes que pertenecer si quieres que te presten atención. Sí que te encuentras a las típicas personas, por ejemplo, cuando voy a la radio, que te miran como si fueras un bicho raro. Pero eso me parece normal, es un tema de educación, y prosigue el estereotipo de que una mujer negra no puede ser locutora de radio. También hay quien se sorprende en la Feria del Libro al enterarse de que soy escritora.
Creo que a veces hay más un problema de ignorancia que de desprecio agresivo. Europa lleva tiempo siendo multirracial, así que quizás el tiempo sea lo que más pueda ayudar.
Exacto. Dan por hecho que eres negra y por tanto inmigrante, que seguro que has llegado en patera, que cómo vas a estar haciendo nada creativo, etc. También pasa que llegas a un ‘cole’ a trabajar, vean que eres negra y se pregunten por qué no tienes una fregona en la mano.
¿Crees que no se puede hablar de una comunidad afroespañola como se habla de una identidad afrofrancesa?
Cuando nos comamos el ego, estaremos todos juntos. El negro, para llegar arriba, lucha, llega solo… pero tienes que ser consciente de que vienen muchos detrás, y que esa conquista la has logrado también para todos nosotros. Pero se niegan a mirarte, solo apoyan a quien es su colega de toda la vida. Es típico encontrarte al que ha rechazado desde siempre su identidad racial y que de pronto, cuando ve la oportunidad, se deja un afro y es más africano que nadie, sin haber a lo mejor ni siquiera pisado África. Hay una experiencia que me duele recordar. Cuando empecé a hacer el documental, El arte de ser mujer, busqué a cuatro chicas blancas y cuatro chicas negras. Las blancas contestaron todas y de las negras no respondió ninguna. Debería haberlas animado que una chica joven, negra, que acaba de terminar sus estudios, las llame para un proyecto en común. Así que en el documental terminaron saliendo cuatro blancas y yo. Las negras ni siquiera contestaron al e-mail, y yo no voy a estar detrás. Te ofrezco un papel, ¿no lo quieres?, ¡pues se lo doy a otra! Al principio dijeron que sí, en la primera toma de contacto, y cuando envié el dosier y el guion, dieron la callada por respuesta. Así que me dije: “Voy a hacer el documental. Cuatro blancas y yo. Y cuando me pregunten por qué, les diré que hablen con las cuatro chicas negras que rehusaron participar”. Si viene una niña detrás de mí mañana, yo le pondré una escalera para que suba conmigo. Si estamos diciendo que somos referentes, lo que no podemos hacer es fallarles a quienes esperan algo de nosotros. Ahora soy consciente de que puedo ser distinta a ellos. A veces, basta con dar una palmadita en la espalda y un consejo.
¿Eres optimista con respecto a la creatividad negra en España a día de hoy?
Los negros se quejan de que nadie crea historias sobre negros en España. Si eres negro y eres cineasta, ¡créalas tú!, aunque sea con medios exiguos. No esperes que otros hagan ese trabajo, porque no lo harán. Estamos demasiado acostumbrados a quejarnos sin hacer nada y a que otros nos solucionen las cosas.
Para terminar, háblame sobre próximos proyectos. Acabas de publicar un libro de cuentos…
Me gustaría tener más medios a disposición, y si tuviese la suerte de trabajar en una productora, me encantaría seguir hablando de mujeres artistas. Tengo para rato. Acabo de publicar una continuación en espíritu de Los cuentos de la abuela Chioma. Se titula Troki, en busca de la abuela Chioma. Me da la oportunidad, además, de seguir haciendo cosas con colegios, que es lo que me apasiona. El libro, que tiene ilustraciones de Eusebio Nsue Nsue, cuenta la historia de una tortuga que va buscando a Chioma y encontrándose relatos distintos, pero su camino no termina como ella esperaba, porque se topa con Fumilayo, que la ayudará a descubrir la confluencia entre Guinea y España. He estado pensando en la posibilidad de llevar a Troki al terreno audiovisual. Está por verse. Pronto espero sacar otro documental que hice en Guinea, titulado Locas por Cultura. Va en la misma línea que El arte de ser mujer, pero se centra íntegramente en mujeres negras de Guinea Ecuatorial. Todo esto parte de mi trabajo con la fundación Locos por Cultura, que de verdad apoya al crecimiento de la mujer en el ámbito cultural.
Ignacio Pablo Rico
Nací en Buenos Aires, 1986. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Crítico cultural y editor.
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