Cuando estaba creciendo en la década de los 90, el fenómeno de Papá Noel era muy poco relevante en mi pequeña ciudad. La Navidad todavía era patrimonio de los Reyes Magos, aunque el gordito barbudo ya estaba introduciéndose en los hogares de una manera potente, sobre todo debido a la influencia del cine y las series norteamericanas. Pero Gaspar, Melchor y mi preferido, Baltasar, eran los amos de la ilusión de las niñas y niños.
En la actualidad, Papá Noel, que llega el 25 de diciembre, es una estrella en España, y hoy en día las niñas españolas reciben regalos dos veces en estas fiestas, la mañana de Navidad y el día de Reyes. Empieza a ser tradición.
Crecí en una ciudad pequeña donde la inmensa mayoría eran blancos, y veía cada Navidad como mi querido Rey Baltasar era suplantado por un impostor blanco pintado con una horrible pintura negra y unos labios exageradamente grandes en un rojo intenso. Esto era muy difícil para una niña negra como yo. Me hacía muchas preguntas que no tenían respuesta.
Hasta hace poco, el black face en las festividades navideñas españolas no era motivo de polémica. No porque los españoles sean particularmente racistas, sino porque siempre había sido así. Había muy pocos personas afrodescendientes y las que había tenían otras preocupaciones o compartían una cultura común que no cuestionaba las tradiciones. También estaba el tema de que era una tradición, algo sagrado como en Alcoi, donde cientos de pajes también se pintan su cara de negro y labios exageradamente rojos para repartir los regalos. Un asunto, en otras palabras, de conservadurismo.
Dichas tradiciones son aún más importantes hoy en día, dada la visión de que, para salvaguardar la identidad nacional o regional, la cultura propia y el folclore no deben ser alterados, una opinión expresada principalmente, aunque no exclusivamente, por los partidos más conservadores, los nacionalismos y ahora también, por la extrema derecha al estilo VOX.
Pero al igual que la defensa de las tradiciones se ha fortalecido, también lo ha hecho la crítica a las más polémicas. En concreto la de que el Black face Navideño es un vestigio racista del pasado colonial en España. Ya nada será igual porque ya hay una comunidad afrodescendiente y racializada muy importante, que se está empoderando y articulando como grupo de presión. Muchas cosas que parecían eternas, lo de siempre, están a punto de cambiar.
Hace poco el Grupo de Trabajo de Expertos sobre Afrodescendientes de la ONU presentó el informe final de su primera visita de investigación en España ante el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de las Naciones Unida y recomendó al gobierno español: que apoye y facilite un debate abierto con respecto a las festividades españolas que practican el blackface, y que se dialogue con diferentes grupos, incluidos los afrodescendientes, para identificar pasos que puedan responder a las opiniones y preocupaciones de todos. (Hago un aparte: Si la ONU piensa esto, ¿alguien cree que le darán la categoría de Patrimonio Inmaterial a la cabalgata de Alcoy?)
El informe, que hablaba de todas las preocupaciones e injusticias sufridas dentro de la comunidad afrodescendiente de España, fue ignorado completamente por el Gobierno. Respondió diciendo que estaba altamente comprometido en combatir la discriminación en todas sus formas, que es lo mismo que decir que bla, bla, bla. Este informe, que toca temas como las agresiones racistas, la falta de afrodescendientes en la administración pública, las expulsiones en caliente y un largo etcétera, apenas ha tenido difusión en los medios.
El año pasado Afroféminas inició una campaña contra el blackface de los pajes de Alcoi. Las emociones eran tan altas, que recibimos numerosos insultos y amenazas a través de las redes sociales e también telefónicas. La sobrerreacción en defensa de las tradiciones alcoyanas se tradujo en una campaña en Change.org, para oponerse a la que se hizo en nuestro nombre, aunque no fuimos nosotras. En esa escalada de odio incluso hicieron otra campaña para retirarnos unas subvenciones que no tenemos. Los políticos alcoyanos hicieron un cierre de filas vergonzoso, con ataque personal a Rita Bosaho, que había osado dar una opinión en redes contraria al black face de los pajes de Alcoi.
Vinieron las declaraciones a favor del black face, las mentiras, la utilización de la ilusión de los niños (blancos por supuesto) como excusa, y finalmente el apoyo a la cabalgata de todos los partidos del Senado en un episodio ridículo. Este año todo se ha repetido milimétricamente.
Ha cambiado que vamos de la mano de nuestros hermanos de Black Barcelona que se han unido a recibir ataques e insultos. Los propios alcoyanos y algunos trolls de extrema derecha nos hacen la campaña subiendo de tono el contenido racista de sus mensajes. La defensa de la tradición se traduce en insultos cada vez más fuertes y amenazantes. Quiero resaltar con preocupación la cantidad de insultos recibidos de parte de adolescentes, chicos y chicas, que apenas pasan de los 16 años. El racismo era brutal.
Para ser justas, hemos de decir que ha habido bastante gente de Alcoy que ha abierto un debate serio con nosotras y algunos incluso nos han mostrado su apoyo, eso si, en privado. En el resto del país personas han visto las cosas las cosas de manera diferente a los alcoyanos y el apoyo en redes está siendo masivo. Fuera de nuestro país no hay nada que decir, todo el mundo considera esto una barbaridad.
Sabemos que, por regla general entre el público español la opinión más común por ahora, es que «estos» deberían dejar en paz «nuestras tradiciones», una opinión que se puede escuchar con diferentes variantes en cualquier lugar de España. Por «estos» se entiende la gente de «fuera» y los ciudadanos españoles que«no son de aquí», osea a los que han nacido aquí de padres extranjeros (no sabemos cuantas generaciones hay que remontarse) o a los nacionalizados.
El debate de los pajes de Alcoi subraya lo profundo que está en la próspera y segura sociedad española el miedo a perder su identidad, sin duda impulsado por la globalización, la migración y la idea, que empieza a calar con partidos como VOX, de que la multiculturalidad está eliminando gradualmente la identidad nacional.
Durante la entrada triunfal de los Reyes Magos a Alcoi el año pasado, retransmitida en directo por la televisión conservadora 13 TV, el black face estuvo presente una vez más en la cara de los cientos de pajes negros que entregaban los regalos a los niños, y este año volverá a suceder.
Pero también estuvo en el ambiente, por primera vez, la denuncia de la comunidad afrodescendiente y los grupos antirracistas, a un acto con el que se nos estereotipa e impersonaliza.
Este año nuestra sombra volverá a estar presente en la cabalgata, y eso resulta perturbador para muchos alcoyanos.
Pero lo verdaderamente perturbador es la agresividad suscitada por este debate público, la xenofobia, sin tapujos, que salió a la superficie cuando se ha osado tocar la tradición. Resulta esclarecedor ver las respuestas violentas y amenazantes hacia algunas personas que dieron ideas para que los pajes fueran menos ofensivos para las personas negras. Una persona civilizada, después de todo, podría decir: «Yo no tengo ningún problema con los pajes de Alcoi, pero si esto ofende a alguien, bueno, entonces, ¿por qué no los pintamos de verde o azul?»
Pero no. Para mi asombro, los alcoyanos han tomado la postura de: «el paje negro es nuestro, y solo puede ser negro».
Lo que, una vez más, demuestra que la identidad nacional o regional, a menudo es reducida por muchos de sus defensores, a un folclore desagradable.
Tania Castro
Asesora de Imagen y redactora de Afroféminas
Santander
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debo rectificar lo de «que no seamos racistas…» por «casi todos no seamos racistas», porque visto lo visto… Disculpad a las minorias escandalosas, solo son eso… minorias…