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jueves, marzo 28

Tres relatos de discriminación

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Una plantación de Trinitarias decoraba el frente de la Casa de Trina María, la comarca se engalanaba con las rosa-ditas, cuidadas como las hijas primeras de Trina: Ella había heredado el gusto por cultivar y adorar las trinitarias de su padre titilan el viejo.

De baja estatura, una sonrisa que cada tanto ponía en evidencia los hermosos dientes blancos de la negra Trina María, la mayor parte de esas sonrisas las provocaban las hermosas Trinitarias.

La esquina de la casa de Trina, era referencia en kilómetros a la redonda y a la cuadrada también, por la hermosa vista; referencia para caminantes perdidos, punto de encuentro.

Una mañana como de costumbre, Trina María salió al patio a regar sus Trini como les decía; conversaba con ellas, sabía si estaban triste, felices, falto de cariño o caricias, eran sus consentidas.Una lata de aceite crisol, con muchos hoyos era la regadera, esta le permitía dividir el agua y regarlas suavemente, gota por gota.

Uno de esos vendedores ambulantes que transitaban por la barriada, ofertando productos, para vivir, dar vida, se quedó observando la hermosa plantación de trinitarias; absorto por la belleza, embebido por lo bien organizada que estaban y, cómo embellecían la casa y el entorno, dijo a Trina María: “Mire señora hágame un favor, llámeme a su jefa; la dueña de la casa, a ver si me regala una matita de esas, pa plantarla en el frente de la mía”.

 

El recóndito Lugar

Pedro de la concepción había logrado colocarse como maestro de sociología en la Universidad del Estado, una buena remuneración económica y una mejor vida le daría a su familia.

Un día salió en su carro cepillo, por un lugar recóndito, que apenas comenzaba a formarse a buscar: vivienda o solar.

Por aquella época los empleados universitarios se asentaban allí: en el lugar recóndito, por las facilidades de pago de las viviendas o terrenos a empleados. Pedro de la concepción estaba sudado, había dejado el cepillo, en la entrada de aquella calle maltrecha, empedrada, estaba harto de caminar y caminar sin encontrar nada que le complaciera.

Divisó a lo lejos cuando el cansancio le estaba ganando, una deslumbrante mansión y un señor sentado, en una silla de guano, con mirada pérdida frente a la hermosa vivienda.

Como, si a un oasis hubiese llegado, se quedó mirando maravillado. De repente el señor salió del letargo y le preguntó con voz fuerte:

¿Qué le pasa amigo?
¿Lo puedo ayudar en algo?
¡Lo veo sudado!
¿Quiere un jarro de agua?

Los últimos años de la vida de Macario, los pasaba en la tranquilidad que le daba un empleíto de sereno en la universidad del Estado, cada tanto amaneciendo, pero más tiempo en el calor de la casa que había soñado cuando se desempeñaba como albañil.

Tenía el cuerpo fornido, brazos enormes y mirada áspera, por años realizó el trabajo de albañil por cuenta propia; había pegado Block por todo el país, creció tirando mezcla, con el pañete a cuestas y siempre pensando que algún día juntaría para tener un hermoso lugar donde vivir.

Pedro de la Concepción acepto el agua para refrescarse, con el jarro en las manos, observaba el entorno, la casa a la vez, agradecía la gentileza y solidaridad a Macario, cuando tomó el último sorbo de agua dijo: “Don, yo ando buscando casa o solar para comprar” ¿Usted no sabe si el dueño de esta le interesaría vender?

 

¿Y está maldita loca de dónde salió?

Petra llegó a su casa, cansada, con hambre, desgreñada y aturdida, pensando que tendría que recoger el reguero de mezcla y barrer la polvareda que deja el cemento y los residuos del cemento.

Junto a su esposo había contratado un ingeniero para construir los segundo niveles de las casas que tenían en alquiler, desde su visión querían algo digno y organizado para ofertar a los sin techo; gente que no tiene donde guarecerse en un país donde esto es lujo.

Petra llegó a la casa, subió al segundo nivel, encontró al ayudante de ingeniero midiendo las dimensiones del lugar, dijo: buenos días: “El tipo no me hizo caso, me miró de pies a cabeza , detenidamente me observó, lo vi distante como si : me veía mover la boca , pero, actuaba como si no me escuchaba , para sus adentros pensaba él , digo yo”:

¿Y está maldita loca de dónde salió?

 

 

Alicia Méndez MedinaAlicia Méndez Medina

Graduada e Arte Dramático, actualmente estudia periodismo. Santo Domingo.

«Escribo alrededor y sobre la marginalidad, las desigualdades sociales, el desarraigo, la frontera y el amor. La cotidianidad del barrio de Herrera como referencia de los barrios marginalizados de Santo Domingo un poco conectado con un pasado atravesado por la discriminación racial y el misterio de un pueblo en el sur profundo , que nos habla de lo difusa que pueden ser las fronteras»

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