viernes, diciembre 13

De mi dolor te doy una Rosa

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Dibujo para la campaña de apoyo a Adelir
Este artículo ha sido publicado originalmente en el Blog Gitanízate. Agradecemos desde aquí a sus editores. Compartimos luchas. Ha sido escrito por Silvia Guero Fernandez.

Adelir Carmen Lemos de Góes (recordemos la campaña “#SomostodasAdelir”), gitana brasileña a quien, en la madrugada del 1 de abril del 2014, 9 policías armados invadieron la casa amenazándola a ella y a su marido delante de sus dos hijos mayores y obligándoles a subirse a una ambulancia. Adelir fue arrestada, secuestrada, obligada a hacerse una cesárea sin su consentimiento. Además de obligarla a la cirugía le negaron el derecho a tener a su marido acompañándola durante el procedimiento, lo que en Brasil está garantizado por la ley federal. Aunque ella lo había dicho clara y específicamente, en la campaña de apoyo no se mencionó su pertenencia étnica, gitana, y que esos hechos, por tanto, se producían con un componente antigitano. Su identidad gitana (o más bien el hecho de que el antigitanismo estigmatice nuestra identidad) hizo posible la virulencia con la que fue tratada. Un caso claro de Violencia Etno-Obstetrica.

Doy por sentado que se comprende que la violencia obstétrica es parte de la violencia que se ejerce contra la mujer, parte del control y la apropiación patriarcal de nuestros cuerpos, como se puede ver en cualquier campaña de marketing. Como dice mi querida Prima Araceli Cañadas Ortega, gitana y profesora lectora de la Universidad de Alcalá de Henares, de la única asignatura de todo el sistema universitario español dedicada a la Historia y la Cultura Gitanas, no hay que dar nada por sentado. La violencia obstétrica es un tipo de violencia invisibilizada por las instituciones académicas, sumisas del sistema patriarcal capitalista, blanco y payo que durante siglos se han apropiado de nuestros cuerpos y nuestros procesos reproductivos, hasta el punto de no solo quitarnos el protagonismo en los momentos más vulnerables y maravillosos de nuestra vida, de la vida de las mujeres, sino además de vejarnos, humillarnos, rajarnos y acallar nuestras quejas.

Las mujeres gitanas sufren, sufrimos la suma o, mejor dicho, la multiplicación del racismo y del machismo. Sí, el machismo y el racismo interseccionan y victimizan a las gitanas, a nosotras. A esa confluencia o interseccionalidad de antigitanismo y machismo podemos denominarla gitanofobia/romofobia de género o podemos llamarla malasombra/malage/malafollá machista antigitana. Para gustos los conceptos.

Las mujeres gitanas sufrimos, como las otras mujeres pertenecientes a colectivos racializados, la opresión del sistema de dominación étnica en el que vivimos y la del sistema patriarcal que nos han impuesto los poderosos tal y como lo sufren todas las mujeres cualquiera que sea su adscripción étnica.

Fertilidad excesiva, hipersexualización, exótismo son los adjetivos prejuiciosos que nos etiquetan. En una sociedad en la que el Capitalismo y el Patriarcado han hecho que tener 1 hijo sea un milagro de la ciencia para mujeres con edades que rondan los 40, la mujer gitana sigue siendo estigmatizada por los casamientos y embarazos “tempranos” cuando en la mayoría de ocasiones estos embarazos y casamientos son por nuestra libre decisión a pesar del tópico estereotípico que afirma nuestra sumisión: no es verdad que la cultura gitana sea más machista ni más patriarcal que la cultura de la sociedad mayoritaria (si es que algo así como una cultura de la sociedad mayoritaria existe).

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Jacques Leonard, El Payo Chac (Barcelona 1960’s)

La Tía Alexandrina da Fonseca (2009) dice desde hace años y a quien quiera oírla: “Nuestra evolución y desarrollo no debe pasar por una pérdida de nuestra identidad cultural, ya que esto repercutiría negativamente en nuestra autoestima, autoconcepto y seguridad en nosotras mismas”

Y esto es lo que se pretende desde los innumerables programas y proyectos: “integrarnos”.

Como dice mi compañero de vida, y marido “lo que no se ve es invisible”.

Y el Feminismo Gitano se invisibiliza de una manera brutal, mi pensamiento y opinión no es nada nuevo, hay muchísimas mujeres escribiendo, difundiendo sobre esta cuestión, como la Prima y profesora (Universidad Rutgers) Ethel Brooks, o la Prima y socióloga Nicoleta Bitu o, en España, la Tía Alexandrina da Fonseca. Mujeres que, junto a mi abuela y mi suegra, han causado en mi vida un antes y un después, ejemplo de lucha feminista romaní, invisibilizadas por el Antigitanismo y por el Machismo.

Las gitanas somos sometidas a las mismas prácticas de violencia obstétrica que las demás mujeres añadiéndole un plus, una ración extra, de violencia que podemos denominar etno-obstétrica: la violencia obstétrica en nosotras, en las gitanas, llega a agresiones que no se dan en las mujeres payas de nuestro entorno. Además en nuestro caso, no es solo violencia obstétrica ejercida desde la institución médica, si no desde más instituciones como pueden ser los servicios sociales. Y no sólo me refiero a los casos extremos de esterilización forzada y/o no informada que se han producido en ¡¡¡Europa!!! sino también a las agresiones cotidianas y que  son generalmente minimizadas por las propias mujeres blancas, payas (católicas, ateas o agnósticas) que incluso afirman que a ellas les pasa lo mismo. No, no es así, sufrimos tanto en los embarazos como en los partos, postpartos y periodos de lactancia vejaciones y maltratos no solo como mujeres sino específicamente como gitanas.

La violencia etno-obstétrica afecta, con su propia especificidad, a las otras mujeres racializadas con las que habitualmente trato: musulmanas (sobre las que golpea la islamofobia de género), afrodescendientes y latinas.

Las gitanas somos sometidas en diferentes lugares de Europa ‒sí, sí Europa‒ a la esterilización sin nuestro consentimiento. Chequia y Eslovaquia han sido condenadas por ello pero esta práctica continúa.

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Coercive and cruel. Sterilisation and its Consequences for Romani Women in the Czech Republic ( ERRC, 2016)

La Prima Ethel Brooks, citando un informe elaborado por Ruth Weinberger[i] para el Centro de Derechos Reproductivos de la Ciudad de Nueva York que documentaba al menos 110 casos de esterilización forzada de mujeres romaníes, documenta el racismo extenso y los abusos verbales y físicos hacia las mujeres romaníes en hospitales públicos, incluyendo la negación del acceso de las “pacientes” a sus propios registros médicos y la segregación en las habitaciones, maternidades, baños y comedores. Weinberger  (Brooks, 2009) afirma que “el temor de aumentar el tamaño de la población romaní fue y continúa siendo una fuerza motriz para justificar las violaciones de los derechos reproductivos contra las mujeres romaníes”.

Otro estudio reciente, de las profesoras Watson y Downe (2017), revela que muchas mujeres romaníes se encuentran con barreras para acceder a la atención de maternidad. Incluso cuando son capaces de acceder a la atención, pueden experimentar maltrato que es discriminatorio sobre la base de su origen étnico, situación económica, lugar de residencia o idioma.

Sin llegar a esos extremos que sufren nuestras primas de los países centroeuropeos, las gitanas españolas padecemos una gitanofobia de género constante, permanente, de manera que nos acostumbramos y ya nos parece normal que entremos a una tienda e ipso facto acuda el guarda jurado y nos siga por todo el comercio o que los proyectos de “integración” destinados  a mujeres gitanas sean en su esencia de planificación familiar o tengamos “asignada” una habitación específica para gitanas en las plantas de maternidad. Esto es algo que las gitanas de cada ciudad de España sabemos, es un protocolo invisible que se sigue en cada rincón de España, pero que no se dice ni hay estudios sobre ello.

Esto me demuestra que no estoy “loca” ni soy “exagerada” en mi temor de pensar que cada día cientos de mujeres gitanas somos invadidas y embuchadas de hormonas anticonceptivas sin que nos expliquen las contraindicaciones o efectos negativos de ellos, además de no estar mal encaminada en los casos en los que se nos convence para la esterilización o en el aumento de las tasas de cesáreas en la mujer gitana que lleva a un control de natalidad. Me lo demuestran estos estudios que aquí en España no hay ni están en pensamiento de ningún gobierno o institución. Además de que en cualquier programa o proyecto de intervención en la población gitana (de cualquier parte de España) Hablar de mujer gitana es hablar de planificación familiar, estos programas se hacen y diseñan por Hombres (en su mayoría) y payos (en su totalidad). No es un problema verbalizado por el Pueblo Gitano, si no que se ve como un problema desde las instituciones y gobiernos y se ataja dando instrucciones para el control de natalidad, convenciéndonos desde hace años de que para “liberarnos y trabajar” lo primero es no tener tantos hijos.

Volvemos al control Capitalista del asunto: “La planificación familiar permite que las personas tomen decisiones bien fundamentadas con relación a su salud sexual y reproductiva. Brinda además la oportunidad de que las mujeres mejoren su educación y puedan participar más en la vida pública, en especial bajo la forma de empleo remunerado en empresas que no sean de carácter familiar. Tener una familia pequeña propicia que los padres dediquen más tiempo a cada hijo. Los niños que tienen pocos hermanos tienden a permanecer más años en la escuela que los que tienen muchos” (Centro de prensa de la OMS, diciembre de 2016).

En España no ha habido ni denuncias ni condenas, claro, pero a todas las gitanas, en cuanto que tenemos 2 o 3 hijos –en mi caso ha sido al segundo embarazo, a mis 30 años‒ nos aconsejan que nos hagamos la ligadura de trompas no vaya a ser que llenemos España y el mundo de gitanillos y gitanillas. Esta cuestión se minimiza constantemente cuando lo planteo en foros de maternidad. En España no hay estudios sobre la violencia etno-obstetrica (la interseccionalidad del racismo y la violencia obstétrica) o, en este caso, no hay estudios sobre la violencia obstétrica antigitana.

Lo más cercano que podemos obtener en español y en relación a la violencia obstétrica antigitana se encuentra en La Parra & Jiménez (2015). Aunque ni mi marido (sí, sí, tras ese Jiménez se camufla mi marío) ni el profesor Daniel La Parra hablan directamente de V.O pero sí que hacen referencia a la salud de las gitanas españolas: “En el 2006, los datos de la encuesta de salud dirigida a la población romaní indicaron que el estado de salud auto percibido de los hombres y mujeres romaníes se encontraba en los niveles de los grupos sociales peor situados en la escala ocupacional en la población general. Se halló, además, que las mujeres gitanas eran el grupo social más desfavorecido respecto a algunos problemas de salud específicos”.

Si buscas en google “porteo” o “lactancia materna” y les añades “gitanas” encontrarás decenas de páginas en las que se relatan vivencias de mujeres blancas, payas, europeas que dicen sentirse discriminadas porque cuando van por la calle amamantando a sus bebés las insultan diciendo que parecen gitanas y lo mismo ocurre en relación al porteo. Incluso he encontrado páginas y blogs reprendiéndonos a las gitanas por haber perdido la tradición del porteo o del amamantamiento.

Se sienten insultadas. No respetan esa tradición más cercana que la de sus propias abuelas, no respetan a la mujer gitana a la que compraban zapatos baratos en el mercadillo mientras en la teta tenía a su chavorrillo.

Esto me lleva a lo que la otra noche me explicaba mi hermano José Heredia Moreno de la teoría del espejo (las identidades especulares, es un concepto aún en elaboración por este politólogo gitano), en la que cabe perfectamente la idea de que en los años 60 cuando la moda del biberón, el potito y la libertad de la mujer era la moda más feminista y cuando los hijos eran motivo de esclavitud en la mujer de la sociedad mayoritaria, las mujeres gitanas no llegábamos ni al yogurt ni al potito de farmacia y seguíamos con nuestras tetas llenas de leche y el puchero aplastao con el tenedor.

Ahora nos critican por todo lo contrario: cuando la moda es llevar a los niños descalzos porque el pediatra-famoso-con-artículo-científico-publicado lo recomienda, la lactancia es una práctica por la que luchar o el parto es motivo también de lucha feminista, para volver a lo natural, digo, que nos critican el querer medicalizarnos mucho, el poner zapatos a los niños o de ya no dar la teta ni portear. Así continuamente.

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La Revolución de las Rosas Romaní, I Rromani Rozenqe Revolùtia [movimiento pacífico y global contra la Violencia obstétrica ]  nace de ese pensamiento, de todas ellas, referentes en mi vida, de mi mala experiencia en mi parto , de mis hijos, de mi familia y por supuesto de la sororidad de  las mujeres como Jesusa Ricoy quien no ha dudado en dar espacio, apoyar y escuchar la visión gitana, desde el respeto y proyectando el protagonismo de mi propia voz y de las voces de mis primas, de mis hermanas, de mis tías y de mis abuelas.

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Recordad que este es un espacio para dar visibilidad a la violencia obstétrica antigitana y que no vamos a consentir en él ni el más mínimo atisbo de apropiación cultural ni de banalización de nuestro dolor.

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Jacques Leonard, El Payo Chac (Barcelona 1960’s)

Referencias

-Brooks, E. (2009) (Mis)Recognitions: romanies, sexualities, sincerities. Nevi Sara Kali Roma Women’s Journal, 1, 21-29(20.05.17)

-Da Fonseca, A. (2009) La mujer gitana en el siglo XXI. Anales de Historia Contemporánea, 25, 233-238 (20.05.17)

-La Parra, D. & Jiménez, N. (2015) Sastipen aj Rroma. Desigualdad en salud y comunidad gitana. Alicante: Universidad de Alicante/FAGA/UNGA.(20.05.17)

-Watson, H. L. & Downe S. (2017)Discrimination against childbearing Romani women in maternity care in Europe: a mixed-methods systematic review. Reproductive Health, 14:1, 1-16 (20.05.17)

WHO MEDIA CENTRE (2016)  (23.05.17)

[i] Ruth Weinberger, ha escrito sobre la esterilización forzada de mujeres romaníes en eslovaquia, comparandolo con la experimentación medica durante el Holocausto.


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