viernes, noviembre 22

Cuando las heridas del pasado todavía escuecen…

yo_2015

 

Tendemos a entrevistar a afroféminas jóvenes, a mujeres afrodescendientes de diferentes partes del mundo que narran la situación actual de su entorno visto a través de sus ojos. Pero, hasta ahora, nadie nos ha hablado de cómo eran las cosas antes en esa España en la que, dicen, sin acierto, que no había negros: de la segregación y la división de los colegios en zonas para negros y para blancos, en los que, incluso la comida del comedor era diferente; de los insultos por la calle; del rechazo de algunas familias blancas a sus nueras negras; del desconocimiento de una colonia que llegó a ser provincia por parte del resto de territorios de lo que antes era España. Y ha llegado el momento de que lo sepamos. 

Entrevistamos a Florentina Makuy Ntutumu, ahora maestra jubilada, pero, durante mucho tiempo, educadora de varias generaciones de niños españoles que nunca habían visto a ningún otro negro que no fuera ella (y después sus hijas). Se “desnuda” para nosotras como profesional, como mujer y como madre, con la fuerza resultante de luchar desde el día que nació… hasta hoy.

La parte en la que habla de sus pequeñas es especialmente dura… Preparaos para apretar los dientes y levantar el puño.

Estudiaste magisterio en una época en la que no muchas mujeres de Guinea Ecuatorial (por aquel entonces, colonia española) accedían a la universidad. ¿Cuáles fueron tus motivaciones?

Hice mis estudios en España, y paralelamente al Magisterio estudié Instructora de Educación Física, que es a lo que finalmente me dediqué en todos estos años; Primero en Guinea Ecuatorial y finalmente en España.

Con amigas en la escuela de instructoras
Con amigas en la escuela de instructoras

Me preguntas por mis motivaciones. Sinceramente a los trece años no tienes del todo claro  qué te gustaría hacer de mayor, por lo que te diría que el artífice de la persona que configura mi personalidad, mis principios y valores, mi ídolo, es mi padre.  Mi padre me inculcó y enseño que la educación es la única vía posible, real y fáctica, para el cambio. La herramienta que realmente te permite ser libre y más como mujer africana. Todo esto lo entendí con todo su valor mucho después.  Añadiría que una de las razones que más le preocupaban era dotarnos de formación para tener un futuro mejor, y eso solo lo veía posible si éramos personas instruidas.

Mi padre vivió durante la época de la colonia española, y sufrió un racismo  del que yo no era del todo consciente, pues tenía unos diez años. Aún así notaba que pasaban cosas  de las que nunca nos habló, cosas relacionadas con su trabajo. El era enfermero y muy capacitado, tanto que llegó a dirigir un dispensario o lo que hoy se llama centro de salud. Muchas veces mi padre era frecuentemente “aislado” por considerar que su comportamiento era subversivo o poco “adecuado” para “un negro”. A los negros de la colonia (y hablo desde mi propia experiencia) no se nos permitía rebelarnos, pues hacerlo suponía un un castigo severo físico o psíquico, en definitiva ejemplarizante, para que no volviera a suceder.

Ese tipo de hechos determinaron que a mi hermano  mayor y a mí, nos internaran en sendos colegios privados. Mi hermano en Malabo, y a mí en Evinayong (Rio Muni), donde podían visitarme cuando podían (tenía 13 años) y eso quedaba a unos 250 km de mi casa. El Bachillerato lo hice en Bata y lo finalicé en 1965. Ya en el mismo año me trasladé a España a cursar los estudios superiores que finalicé en 1968, año en que volví a Guinea a trabajar siendo Ebebiyn (Rio Muni) mi primer destino. Allí trabajo hasta 1973 .

Curso 1968-1969
Curso 1968-1969

¿Cómo reaccionó la sociedad ecuatoguineana a tu instrucción y, por tanto, posición?

Diría que la sociedad ecuatoguineana reaccionó bien. Por aquella época había grandes inquietudes de formación intelectual; El problema era que no había suficientes medios económicos ni centros educativos, los que  había eran privados y  muy caros. Por ejemplo, mi promoción fue becada desde los estudios de secundaria hasta los estudios superiores. Fue un grupo de guineanos que hicieron una labor encomiable para la juventud guineana; Debe ser el último suceso bueno, práctico y real respecto a la educación en guinea hasta 1968. Me sentí muy valorada y apreciada por mis alumnos y yo fui extraordinariamente feliz con ellos.

¿Crees que tu labor sirvió de referente para otras mujeres jóvenes?

Indudablemente creo que otras mujeres jóvenes se vieron inspiradas. Fue un antes y un después. Las guineanas, como todas las mujeres africanas, son elementos claves en sus sociedades, capaces, con coraje y emprendedoras. La mujer en África debe ser vista como motor y agente de igualdad y cambio. Únicamente carecen de oportunidades.

Como siempre digo, el africano debe ser consciente de que ayudar a la mujer en África, es ayudar a toda la sociedad.

¿Cómo era la España a la que llegaste a estudiar en esa época?

Desafortunadamente, no pude conocer la España real porque la mayor parte de mi tiempo lo pasaba en los internados. Carecía de libertad en ese sentido.

Sin embargo, en alguna salida que hacíamos alguna que otra vez, percibía la incredulidad de las personas al ver a alguien de diferente color. Era asombro más que rechazo.  Me daba la sensación de que no creían lo que veían, y algunos me hacían preguntas tales como: “hablas muy bien, ¿no?”, “estás mejor aquí que en tu país ¿verdad?”. La mayor parte de ellos creo que desconocían que España tenía una provincia en África occidental.

Florentina en 1969 durante su boda, junto a su padre y marido
Florentina en 1969 en su boda, junto a su padre y marido

Volviste a Guinea Ecuatorial, conociste al que luego se convirtió en tu marido y regresaste a España, esta vez, de manera definitiva. ¿Cómo reaccionaron vuestras familias?

Mi familia reaccionó  muy  bien cuando les comuniqué que mi futuro marido era blanco y lo acogieron sin ambages.

La opinión de mi padre me importaba y mucho, sin embargo, aunque estuviera lógicamente preocupado solo me dijo: “Si lo has pensado bien, adelante”.

Mi padre siempre priorizó las libertades individuales. Creo que la razón de ello era el hecho de que durante la época colonial, él mismo careciera parcialmente de dicha libertad, por lo que quiso ofrecernos la determinación de poder elegir qué queríamos hacer con nuestras vidas sin ningún tipo de limitación.

Mi familia política me rechazó desde el principio y se negaron de entrada a conocerme como futuro miembro de su familia. Creí por aquel entonces que eso no era importante, y que dicho hecho no impediría que mi matrimonio funcionara, pero me equivoqué. El aislamiento al que me condenaron fue terrible y afectó a mi matrimonio y a mis hijas.

¿Y en el entorno no tan cercano? (¿Os miraban por la calle? ¿ os increpaban? )

Lo anormal era que la gente no te mirase o no te dijeran alguna grosería como: “Negra”, “vete a África”, “Kunta Quinte”…etc

Era un asedio constante. Me hacían gracia, en realidad, todas esas tonterías dirigidas a mi persona con  intención de dañar (o no) pero cuando se trataba de lastimar a mis niñas, la contención era difícil y todo mi ser se rebelaba.

La situación era a veces tan insostenible que muchos daños psicológicos no pudieron evitarse por carecer mis hijas de la madurez de la que yo disponía. Eran unas niñas. Mis hijas mayores de alguna forma se acompañaban y se defendían entre sí, pero la pequeña de las tres hermanas lo pasó peor  al no tener en quien apoyarse pues nació 11 años después.

Su primera hija 1970
Su primera hija 1970

Mis hijas fueron las únicas niñas negras en la mayor parte de sus periodos educativos. Hubo mucha violencia que generó heridas muy profundas que difícilmente se cerraran pues las heridas del alma y la mente cicatrizan tarde o no lo hacen nunca.

La primera vez que viniste a España (1965) fue como española, puesto que Guinea aún era colonia, la siguiente (1973) , ya eras inmigrante ya que Guinea ya había obtenido su independencia. ¿Observaste un trato diferente? 

Antes de 1973 mi vida transcurre en otro internado regentado por La Sección Femenina que pertenecía a la Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, que surge durante la guerra civil española.

De este internado tengo muy buenos recuerdos, pero no así de los anteriores en los que estuve en Guinea Ecuatorial, donde la sombra del racismo siempre estaba presente.

Aún sin entender muy bien el significado completo de la palabra “racismo”, ya por aquel entonces en Guinea y durante la época de la colonia, iba tomando conciencia de que no se nos trataba ni “veía”, de la misma manera. Había un pabellón de niñas blancas y otro de niñas negras, y la comida era diferente para unas y otras, así como otros privilegios a que nosotras no teníamos acceso. Solo eramos iguales en la iglesia, el único lugar donde no había distinciones evidentes.

Mi vuelta a España en 1973 fue un aterrizaje brutal a la sociedad real española. Ciudadana de a pie y madre de dos niñas, estaba temerosa de qué me iba a encontrar, pero también estaba decidida a intentarlo. No te puedo engañar, sentí mucho rechazo  desde el primer momento y en  todos los estratos sociales donde tenía que desarrollar mi día a día: familia, trabajo, ocio etc.

Hay un hecho concreto y anecdótico que me gustaría mencionarte. Después de 1973, y ya trabajando como funcionaria en el ministerio de Educación y Ciencia, olvidé renovar el documento nacional de identidad por razones personales. Cuando fui a intentar renovarlo se alegó para no hacerlo el hecho de que no constaba en el nuevo formato de registro de identidades, por lo que mi única opción era volver a Guinea y perder todos mis años de servicios y derechos adquiridos.

Busqué ayuda, primero a nivel ministerial y luego sindical, sin mucha suerte; Durante el proceso alguien me comentó (no recuerdo quién), de una agencia en Madrid que quizás podrían ayudarme. Contacté con ellos y asentamos las bases del trabajo a seguir. Pasado algún tiempo se pusieron en contacto conmigo para comunicarme que en unos días me llegaría contra reembolso la resolución favorable de mi ciudadanía española. En este caso imperó la razón, porque al final se hizo justicia y el desenlace fue feliz.

Y luego te tocó criar a 5000 Km del lugar que te vio nacer a  tus hijas, ¿cómo ha sido esa experiencia?

La experiencia como madre fue maravillosa porque fue algo que deseé desde el primer momento, fuera el padre de la ascendencia que fuese. Sin embargo, no te niego que las circunstancias en las que tuve que hacerlo fueron muy adversas. De alguna manera era una náufraga buscando mi lugar en España para mí  y para mis pequeñas.

Me ayudó mucho el que siempre me  acompañaran los buenos recuerdos de mi infancia repletos de valores dentro de un micro-universo de amor y seguridad.

Crecí en un entorno familiar muy cohesionado, constituido por  miembros de un mismo tronco familiar y consanguíneos, donde era costumbre que los varones continuaran en el seno del clan.

Mi infancia transcurrió en una sociedad matriarcal, donde las mujeres desempeñaban un papel fundamental en todas las decisiones y en la resolución de problemas y conflictos. Se trabajaba en equipo y se compartía todo (lo bueno y lo malo),  siendo decisivo el papel de las más ancianas.

La crianza de los niños se compartía por igual; Todos/as tenían derechos y deberes; hasta los niños, en la medida en que iban siendo capaces, se dedicaban a pequeñas tareas y al cuidado de los más pequeños.

Reinaba un ambiente de paz justicia y seguridad que se reflejaba en la salud física y mental de los niños. De manera que el cambio para mí fue brutal. De verme rodeada de gente, pasé a verme sola en España con tres niñas y un entorno absolutamente hostil.

Para serte sincera creí que no sobreviviríamos.

Afortunadamente me equivoqué.

Surgió el coraje de las mujeres de mi familia y me propuse seguir luchando como había hecho siempre;  Eché mano de todos mis aprendizajes, valores y mis referentes. De alguna manera recordé cómo fui la primera mujer de su clan que salía fuera de su aldea a estudiar, y me armé de fuerza.

Pensé una vez más en mi padre y  comprendí al final su mensaje: “el conocimiento te hace libre”, y  es por ello que me prometí a mi misma que haría todo lo posible por entregar ese testigo a mis hijas.

Si, es cierto, en la lucha hubo perdidas irreemplazables. Y hoy  entiendo, que en una batalla difícilmente puede haber ausencia de muertes, supervivientes, victorias y derrotas. Tengo la certeza de que mi padre se habría sentido muy orgulloso del trabajo que he realizado desde que salí de mi aldea en Guinea Ecuatorial. Muy largo ha sido el viaje desde entonces.

¿Crees que has logrado inculcar algunos de los valores de tu sociedad de origen a tus hijas?

Indudablemente, creo que algunos de los valores de mi sociedad han sido transmitidos a mis hijas. Con frecuencia les hablaba de Guinea, de su gente (nuestra gente),  de mi familia, de mi infancia. No obstante creo que son ellas las que mejor pueden responder a eso. Yo lo intenté, pero no sé si lo logré.

¿Estabas preparada para criar a niñas que, a diferencia de ti, que creciste en un lugar en el que la mayor parte de la gente es negra,  formaban parte de una minoría?

Ni mucho menos estaba preparada, y creo que nadie lo está en esas circunstancias.

Constaté rápidamente que mis hijas iban a crecer cargadas de inseguridades, miedos y complejos que terminarían  empobreciendo su  autoestima y personalidad, especialmente cuando eres sometido constantemente a cualquier  tipo de acoso.

Si los hechos sucedían estando tú presente el dolor era indescriptible, y si no estabas la angustia era peor.

Suponía estar en un continuo estado de alerta para anticiparme a cualquier posible agresión que, pudiera surgir en cualquier momento y en cualquier parte. Esos sucesos me hicieron tomar conciencia de la enfermedad o la irracionalidad  del racismo. Una pobre mujer con niñas pequeñas ¿qué daño podíamos hacer ó podíamos causar?, ¿a quién molestábamos?.

En los momentos de más absoluta desesperación, mi ser al completo traspasaba tierras y mares para volar a África en espíritu y estar con los míos. Me entenderían, me aconsejarían, me arroparían, e indudablemente me proporcionarían la fuerza de la que carecía en muchos de los momentos.

Sí, mi fuerza emanaba de África. Su gente me forjó dotándome de valores y principios que, me acompañarán mientras viva. Hago una mención especial a la memoria de mi difunto padre, un ser integro con unas capacidades inigualables: inteligente, defensor de de su dignidad como ser humano y  de los suyos, con previsión de futuro, y sobre todo con un inmenso amor por sus hijos. Bueno o malo, soy su obra.

Y, a la inversa, ¿qué hubiera implicado que, siendo mestizas, hubierais vivido siempre en Guinea Ecuatorial? Porque mestizo y negro son casi sinónimos en España, pero ¿qué hay de Guinea?

Yo creo que no habría pasado nada.De vivir en Guinea desde una edad más temprana se habrían adaptado perfectamente, pero al haber vivido siempre aquí, pretender ahora que se adapten a la cultura y sociedad guineana implica un trabajo de adaptación que, sin embargo, no es imposible. Todo depende de las diferentes variables.

¿Qué has aprendido en este tiempo y qué consejos podrías dar a las que te suceden?

Primeramente, les diría que se valoren como personas. No somos inferiores a nadie, ni nadie es superior a nosotros. Somos personas que, se superan cada día en su proceso vital. En ese proceso es muy importante ser siempre honesto con uno mismo y con los demás y dar prioridad al conocimiento y la educación, porque el saber nos hace libres. Les aconsejaría recurrir a la historia para conocer al pueblo negro y conocernos mejor a nosotros mismos. Yo misma me he llevado grandes sorpresas que me han hecho muy feliz y me han hecho reflexionar sobre lo que el pueblo negro ha aportado a la humanidad, y nuestro gran papel en la historia.

También les diría que el sufrimiento no debe sernos ajeno. Que debemos esforzarnos por poseer  la capacidad de perdonar, y que todas las vivencias, positivas o negativas, deben servirnos como aprendizaje. 

¿Qué avances/retrocesos  has observado, en cuanto a la relación con personas de otras etnias se refiere, en España en los más de 40 años que llevas aquí?

He visto muchos avances en España en mis más de 40 años como inmigrante, desafortunadamente los mismos se suceden menos rápido de lo que, quisiéramos los grupos minoritarios y aquellos que se solidarizan con nosotros.

El futuro es un futuro basado en la diversidad y en la comunión de todos los pueblos. O lo entendemos así, o estamos abocados al fracaso.  El ser humano es un ser social que vive en comunidad. La exclusión es un elemento que nos debilita.  Una sociedad multicultural y multiétnica, que es capaz de dar valor a todos sus ciudadanos, será indudablemente, una sociedad mejor.

Creo que por pura supervivencia el cambio es inevitable. O así lo espero al menos.

¿Crees que tu nieto vivirá una España mejor a la que te tocó vivir a ti?

Como te decía en la anterior pregunta,  espero que sea así para el bien común y la mejora social, pues de ese modo todos ganamos.

Eres activa en redes sociales… ¿ sobre qué te gusta escribir?

Sólo un poquito, sobre todo en Facebook. En twitter también publico asiduamente gracias a la ayuda de mi hija.

Me gusta escribir sobre las injusticias en general, denunciar el racismo, la discriminación, y  apoyar los movimientos sociales. También me interesa la causa negra. Me interesa de igual manera, el papel de la mujer en África y en el mundo. Otros temas de mi interés son la cultura y la historia africana, y aportar un toque diferente y positivo a la visión general que se tiene del pueblo negro y de África.

¿Regalarías algunas de tus  palabras a Afroféminas? ¡Las esperamos!

En primer lugar, mi agradecimiento por darme la oportunidad de poder expresar mis ideas, y recuperar una parte de mi pequeña historia familiar y personal. Me ha resultado difícil hacer frente o recuperar algunos de los  recuerdos de mi azarosa vida durante todos esos años, pero ha merecido la pena.

En segundo lugar deciros que no paréis el trabajo que estáis realizando en Afroféminas. Estáis realizando una labor encomiable para con los afrodescendientes, el pueblo negro, y  las mujeres afro en particular, desnudándonos de los complejos que siempre nos han acompañado y permitiéndonos recuperar nuestra identidad. Os felicito y animo a que sigáis trabajando en la misma línea.

Yo también soy Afrofémina.

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