Es difícil en Colombia encontrar un lugar donde no haya mujeres afros y hombres afros, desde que nuestros antepasados fueron despojados salvajemente de África quedamos repartidos en todo el continente americano luchando y sobreviviendo ante el nuevo proyecto de nación racializada que se creó, en la cual, los territorios afros después de la colonia fueron pensados e incorporados al Estado colombiano a partir de referentes raciales. Fuimos declarados “ciudadanxs” sin ni siquiera poder asumirlo por el racismo, por la invisibilizaciòn, por la exclusión y por la violación de todos nuestros derechos en la esclavitud y posteriormente en la República.
La modernidad implicó, entre otras cosas, seguir con el ideal “civilizatorio” eurocéntrista y no abandonar el concepto de raza para la construcción de imagen del país. Con la constitución de 1991 Colombia se “reconoce” como un país pluriètnico y multicultural (después de ser pensado como un territorio con una mezcla homogénea donde todxs debían tener la misma lengua, la misma religión y la misma alusión cultural) al tiempo que nos llamó como las comunidades negras diferentes con la inversión de la significación relacionada con lo “negro” a través de su transformación en afrocolombianx, la transición de la raza, identificada por el color de piel y definida por la pertenecía cultural. Este supuesto reconocimiento no conlleva aminorar la permanencia de la discriminación racial, de la desigualdad social, y mucho menos llega a proteger nuestros derechos como ciudadanxs del país, que en consecuencia, nos convierte en poseedores de los mismos derechos que todas las demás expresiones de la nacionalidad.
Pese a que existe un artículo constitucional que dice proteger nuestra diversidad étnica y cultural junto con nuestros derechos, los pueblos afros no son completamente reconocidos ni protegidos, porque con toda nuestra diversidad y diferenciación positiva hemos sido identificados históricamente como negros y negras, reducidxs únicamente al color de piel racializado y estereotipado. Porque a pesar de que han transcurrido 500 años desde la esclavitud todavía preexiste ese esfuerzo irracional por la eliminación o blanqueamiento de todo lo afro e indígena en Colombia y el mundo. Porque lamentablemente el Estado carece de la voluntad moral y real de entregar protección y progreso a estas comunidades, que desde entonces, tuvieron que desarrollar una amplia gama de estrategias para poder sobrevivir como personas, familias y grupos sociales segregados.
Colombia desde sus cuencas, flora, fauna, y desde sus 48.258.494 habitantes (Dane 2018) contiene una pirámide. Un triángulo racial que ubica a los afros e indígenas en las escalas más bajas, en la periferia, y en lo alto de la jerarquía, la élite blanca y política alardea una supuesta pureza racial que los hace ser dominantes y superiores frente a las demás poblaciones, pero a la vez, yo me permito ubicarlos en esa línea de brutalidad indolente no humana. De esta categoría racial, nacen los efectos intencionalmente lentos e inoperantes del Estado colombiano, en cuanto, a la resignificación y redignificaciòn verdadera de estos territorios.
En este país que pregona por todas lados su diversidad, las vidas negras e indígenas no importan, desde antes y después de la oficialización de las lenguas en la constitución. De hecho, las vidas negras e indígenas no importan en este país, aunque los colombianxs utilicen (sin analizar antes) en las redes sociales el hashtag de #ColombiaLivesMatter o cuando dicen que “ ser colombiano en Colombia es como ser negro en USA” indiscutiblemente estas comparaciones, estos hechos, que son igual de doloroso y aterradores, no se pueden poner en la misma balanza, porque aquí, no todxs estamos en la misma posición, pero seria reconfortante, humano y hasta bonito pensar que todas las vidas en este país importan. Sería un buen inicio para cambiar la estructura de sociedad opresiva, desigual y racista que tenemos, pero de ahí, debemos dejar de ser colombianxs que solo siguen patrones en las redes, que buscan seguidores en sus perfiles y que efectivamente, demuestran solidaridad cuando publican imágenes significativas, pero vistas desde el conocimiento quedan vacías, porque solo conocen la realidad colombiana desde la inmediatez de la prensa y de la información digital en redes, que les entrega una noción superficial de la realidad y para ir en contra de eso, deben leer y conocer la historia del país, la diversidad que lo conforma y la memoria que demuestra y prueba el presente que estamos viviendo ahora.
El racismo en Colombia también se niega, es un fenómeno psicosocial e institucional, que el mismo Estado y lxs colombianxs niegan y normalizan, pero que a la vez se confirma cuando vas a arrendar un apartamento en la Capital de Bogotá y simplemente no te lo dan por tu color de piel “Es que yo no puedo aceptar un negrx en este conjunto habitacional” o “ Mira es que ya lo tengo arrendado” o cuando buscas empleo en Cartagena y te dicen “Te aceptamos si te quitas las trenzas o si te alisas el cabello”. Al negar la existencia del racismo y mostrar hasta en las propagandas la diversidad cultural, las diferentes lenguas y la variedad de colores, el Estado asume que aquí todxs estamos posicionados y que nadie es discriminado por su color o segregado por su fenotipo, porque según, «el racismo y la exclusión se acabó con lo expresado en la constitución», pero al negar estas realidades con la excusa de decir «que los negrxs somos flojos por eso vivimos como vivimos» aparece una voluntad manifiesta de no resolver el problema del racismo en Colombia ni por parte del Estado ni por parte de la misma sociedad, si bien el tema de las razas humanas es una construcción social dominante, y no una realidad biológica.
Hoy no necesitamos de esa carta en la constitución que “promete proteger nuestros derechos en todos los planos” cuando antes y después de este artículo no hemos dejado de ser racializados, invisibilizados y segregados. Hoy no es suficiente con esa ley que promulgó el gobierno, porque necesitamos descolonizar los pensamientos, descolonizar la sociedad, descolonizar el Estado, descolonizar el mundo y borrar esa historia que nos ha mostrado cómo seres inferiores que no son dignos de un espacio en este país, porque el racismo es un problema de todxs.
Betty Zambrano Zabaleta
Colombiana. Estudiante de Comunicaciòn Social y Periodismo.
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