Existe un peaje que pagamos las mujeres negras antes de llegar a la edad adulta: nos damos cuenta de que las personas pueden tratarnos como si tuviéramos el doble de nuestra edad. Incluso antes de llegar a la edad adulta, somos conscientes de que tenemos que ser más responsables que los demás niños y habrá momentos en los que tendremos que demostrar nuestra inocencia. Muchas de nosotras, éramos muy jóvenes cuando aprendimos a luchar, escapar y protegernos. Al crecer, mis seres queridos me prepararon para todas y cada una de las adversidades que pensaron que podría enfrentar, incluso las que ellos mismos habían propiciado. Sabían, luego lo descubrí, que había una guerra contra las niñas negras.
Ser una niña negra en este mundo significaba que la gente haría suposiciones sobre mí, y esas suposiciones pueden causar daño. Seguramente, si lucha lo suficiente e hace “lo correcto”, estará a salvo. Recuerdo haber aprendido lecciones acerca de presentarme como valiente pero también modesta, defenderme de los silbidos de los hombres en las gasolineras, ser educada con la gente en la calle, usar ropa que no se ajustara demasiado a mis nuevas curvas y, lo que es más importante, el valor de hacerlo bien en la escuela. Aprendí a usar mis palabras, mi cuerpo, mi mente y mi amor como arma y escudo. A veces mi protección funcionó, otras veces me dejó enfrentando el daño contra el que traté de luchar con tanta fuerza.
La intersección del racismo y el sexismo, impacta la salud y el bienestar de las niñas y mujeres negras. Hay una larga historia de violencia contra las niñas y mujeres negras sin fanfarria ni consecuencias. Durante la esclavitud legal, las mujeres negras fueron violadas, golpeadas y se esperaba que fueran nodrizas. Tenían poca o ninguna autonomía sobre sus cuerpos y como consecuencia eran cosificadas. Las mujeres negras son más propensas a sufrir violencia sexual, abusos en sus relaciones, y ser asesinadas por un compañero. Una de cada cuatro niñas negras experimentará abuso sexual antes de los 18 años. Los estereotipos comunes como la mami, Sapphire y Jezzabel se perpetúan sobre las niñas y mujeres negras en los medios de comunicación, retratándonos como cuidadoras eternamente enfadadas, varoniles, con obesidad, demasiado sexuales o asexuales. Estos mensajes nos obligan a luchar constantemente contra ellos o sucumbir a lo esperado y hacer cumplir la idea de que las mujeres y niñas negras pueden manejar el abuso y no pueden ser violadas. Estos mensajes permiten que la violencia sancionada por el estado contra las niñas y mujeres negras no se controle.
A veces, la evidente amenaza de daño es inevitable, incluso cuando nuestra vida está en peligro. Considere la historia de Ma’khia Bryant. Era una adolescente con una sonrisa brillante que disfrutaba haciendo videos sobre cabello afro en TikTok. Mientras temía por su seguridad, llamó a la policía, solo para acabar recibiendo cuatro disparos en el pecho cuando llegaron. Cuando se supo que Ma’khia tenía un cuchillo, la gente justificó su muerte. Ella no fue vista como una víctima o necesitada de protección, solo una amenaza. Los estereotipos sobre las mujeres negras se extienden a las niñas negras, creando un sesgo de adultificación. Los titulares de las noticias la enmarcaron como agresiva, se refirieron a ella como una mujer en lugar de una niña e ignoraron por completo la opresión cruzada que enfrentaba antes de llamar a la policía.
Según un estudio del Centro Legal de Georgetown para la Pobreza y la Desigualdad, las niñas negras son percibidas como más responsables de sus acciones, agresivas, enojadas y más conocedoras del sexo. Esta sobresexualización puede crear imágenes distorsionadas de uno mismo y de los demás. Simplemente existiendo y creciendo, existe la posibilidad de que las niñas negras sean consideradas «frescas» o promiscuas. Hay presión para ser mayor, ser ejemplar en la escuela y tomar decisiones más maduras que otros jóvenes. Para las niñas negras que no son binarias o trans, existe una mayor posibilidad de que enfrenten discriminación y violencia. En la escuela, un punto de influencia común para las niñas negras, reciben castigos más severos y tienen cinco veces más probabilidades de ser suspendidas que sus compañeras blancas. Este sesgo de adultificación puede hacer que la escuela sea insegura, y las niñas negras pueden encontrar seguridad a través de medios poco saludables. Los factores de riesgo superpuestos para el abuso en las relaciones y la violencia sexual pueden convertirse en caminos hacia la delincuencia y la prisión. Una vez en confinamiento, existe una mayor posibilidad de sufrir violencia sexual o abuso en las relaciones. ¿Dónde pueden ir realmente las niñas negras y sentirse seguras?
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En un mundo donde las niñas negras están siendo arrestadas, sacadas de los pupitres escolares, y brutalizadas en sus barrios, el espacio para la alegría es una línea de vida. La presión de ser visto como más adulto quita la capacidad de experimentar la inocencia. Al desmantelar los estereotipos dañinos y dejar espacio para la afirmación de la identidad, las niñas negras pueden tener un sentido de pertenencia, seguridad y aceptación. La afirmación de la identidad puede aumentar la agencia personal y la confianza, factores protectores contra el abuso en las relaciones y la violencia sexual. Sin embargo, incluso si las niñas negras tienen todo lo que necesitan para sentirse libres, no se logrará sin comunidad. La guerra contra las niñas negras solo terminará cuando haya liberación social. Nuestro camino hacia la libertad es liberar las presiones sociales, implementar las políticas de «tolerancia cero» en la escuela, la construcción de la comunidad y la atención informada sobre el trauma racial. A lo largo de ese camino, se desarrollan relaciones auténticas con organizaciones que apoyan a las niñas negras y brindan apoyo a las niñas en el sistema de justicia juvenil. Cuando brindemos oportunidades de seguridad, la guerra irá retrocediendo.
Con un esfuerzo comunitario podemos crear un mundo más seguro para las niñas negras, uno donde sean tratadas como niñas y no juzgadas como adultas. Fanie Lou Hamer nos dice que “nadie es libre hasta que todos somos libres”. Las chicas negras merecen ser libres. Las niñas negras merecen la oportunidad de soñar y esperar un futuro mejor. Es nuestra responsabilidad protegerlas y devolverles la inocencia que constantemente les está siendo arrebatada.
Cuando se les da la oportunidad de ser niñas y ser tratadas como niñas, las niñas negras corren menos riesgo de encarcelamiento, abuso en las relaciones y violencia sexual. Son capaces de explorar y jugar, sin preocuparse por consecuencias indebidas. Las niñas negras están librando una guerra y no verán la libertad hasta que se aborde el sesgo de adultificación.
+Artículo publicado originalmente en cpedv.org
Tonjie Reese
Tonjie es nativa de Detroit, creativa, prevencionista y fundadora de eleven24, un programa dedicado a reinventar la prevención a través de una lente de liberación y comunidad. En sus muchos años de trabajo al servicio de la juventud y contra la violencia de género, ha desempeñado funciones como directora de programas de prevención, coordinadora de iniciativas comunitarias nacionales y oficial sénior de programas. Tonjie tiene una licenciatura en ciencias del comportamiento y una maestría en educación, liderazgo y cambio. Impulsada por la creencia de que todos tienen un papel en la prevención de la violencia de género, su lema es «¡Depende de nosotros definir cuál será nuestro papel!»
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