Criar es un gran desafío y cuando se trata de guiar a las niñeces en el día a día la identidad parece ser algo necesario no sólo para uno mismo, sino también para que el otro que nos ve y dialoga nos coloque en algún lugar «que nos corresponda».
Aquí va una experiencia recurrente en el lugar que me toca ocupar como madre de dos niñas AfroIndígenas.
Nos encontrábamos con mi hija caminando hacia un restaurante a comer, y de repente una familia se acerca y nos saluda sorpresivamente. Enseguida me pregunta… Que linda niñita!!! ¿Donde la adoptaste?
Pues claramente mi rostro de desagrado se puso en evidencia frente a ellos, y respondí… Es mi hija, ella es afroargentina.
Y ellos me respondieron: Mira que curioso, ella es muy morena para ser tu hija. Nosotros tenemos amigos que han adoptado niños «así».
Sentí sus prejuicios pisando la dignidad de mi hija, y les explique que soy de ascendencia colono-indígena pero que el papa de la niña es afrodescendiente. Por ese motivo la niña es morena y que eso a nosotros nos significaba un gran valor.
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Realmente se quedaron asombrados y creo se fueron con muchas dudas y puertas abiertas para empezar a ver la realidad identitaria con otros lentes.
Bien, por donde empezar?
Luego de que me dijeron que se adoptaban niños «asi», me quedé pensando en que el problema no era el color de piel de mi hija, sino lo que ello significaba ante una historia esclavizada.
Las personas que me preguntaban por el origen de Aiapaec, mi hija, se acercaron con ánimos de mostrar bondad ante la «penosa situación de niños negros». Me temo que cada vez somos más los que alzamos la voz para contar que no somos penosos, ni tan solo fruto de la miseria e injusticia social. Sino además, que «estos niños» tienen un origen cada vez más visible y resistiendo a más de 500 años de la intervención colonial.
Responder con seguridad y claridad, ante mis niñas fue sentirlas emancipadas de las miradas juiciosas de esas personas. También creo que ante actos de opresión étnica y violencia identitaria es clave que las niñeces vean en nosotros, sus mamas y papas, la fuerza de su origen presente.
¿Será que es necesario ser negro para ser de la calle o adoptado?
¿Será que el rostro de las niñeces negras es sinónimo de lucha y pobreza?
¿Será que la mirada penosa del que ocupa un lugar colonizador nos merece sumisión o respeto?
Bueno… sinceramente los caminos se siguen abriendo y mirar la negritud en argentina me significa vivir una realidad que en la mente de las mayorías es como una historia de ciencia ficción. Podría decir que se cree que los negros desaparecieron y por ello, una pequeña negra que camina de la mano de su madre es resultado de miseria o injusticia social. Esa niña no es resultado de una historia y un origen digno.
Así que, escúchenme bien hermosa gente, las niñas negras en argentina existen y no son mascotas o cosas exóticas. Por ello les pregunto: ¿que ha impregnado en el rostro de las niñeces negras esta sociedad?
Ada Juncos
Estudiante de Antropologia Social – Activista en la recuperación de saberes Afro Originarios
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