domingo, diciembre 22

Racismo ambiental

Si bien nuestras contribuciones al movimiento por el cambio climático no se reconocen en gran medida, las personas racializadas estamos tan preocupadas, o incluso más, que los demás. Seguramente porque somos los que más sufrimos sus consecuencias. Sacarnos de ese grupo revela claramente un prejuicio.

Las personas se sientan en un techo esperando ser rescatadas después del huracán Katrina que azotó Nueva Orleans en agosto de 2005. Elñ huracán afectó, principlamente, a personas negras. (Wikimedia Commons / Jocelyn Augustino / FEMA)

Las personas racializadas tenemos buenas razones para preocuparnos. Recientes estudios han encontrado que el racismo ambiental deja a las personas racializadas en los países occidentales, desproporcionadamente expuestos a la contaminación del aire y el agua, así como a la muerte por desastres naturales relacionados con el clima, como olas de calor y huracanes. 

Es fácil llegar a esta conclusión, ya que la racialización suele ir unida a peores condiciones laborales, de vivienda y de servicios sanitarios. Recordemos que la racialización también está unida a las migraciones no regularizadas.

Justicia ambiental

A nivel mundial el cambio climático afecta a comunidades vulnerables en todo el mundo: 

Mala calidad del aire debido a un sitio de perforación petrolera cercano. Agua envenenada de una planta química en el área. Viviendas de bajos ingresos ubicadas en una llanura de inundación, por no hablar de los incendios en la Amazonia. Estos son solo algunos ejemplos. 

Las comunidades minoritarias, los pobres y las personas al margen de la sociedad son las que están expuestas desproporcionadamente a estas amenazas a una vida segura y saludable. El racismo ambiental es un término que surgió de la justicia ambiental.


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Robert Bullard, considerado el «padre de la justicia ambiental», la definió así en The Guardian: «Es el principio de que todas las personas tienen derecho a la misma protección ambiental, independientemente de su raza, color o nacionalidad u origen. Es el derecho a vivir, trabajar y jugar en un ambiente limpio». Añade que cuatro de las principales prioridades de la justicia ambiental son «reducir las disparidades ambientales, de salud, económicas y raciales».

Como todo en este mundo, disfrutar de un medio ambiente sano, a medida que esto sea más difícil, va ir unido a un mejor posicionamiento social y económico. En esa partida las personas negras y racializadas sabemos que tenemos las de perder. Ni siquiera se nos ubica en esta discusión.

Es nuestra obligación entrar en el debate, representarnos a nosotros mismos y a nuestras comunidades, y exigir nuestros derechos también en este ámbito. No podemos dejar que una vez más, el racismo, también nos robe la salud, el agua y el aire.


Ayomide Zuri 

Inconformista, luchadora ayomidezuri@gmail.com



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