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martes, marzo 19

Tres planteamientos prácticos para superar el racismo estructural: ideas desde la experiencia

Ilustración de Jamiel Law

España no nos trata bien. Es una conclusión a la que he tardado en llegar, pero que cuanto más planteo, más acertada me parece. Somos las que no encajan. El pelo, las costumbres, la forma de ser, se le hacen demasiado diferentes a la mayoría de la gente. 

A mi misma me queda como un recuerdo de mi tiempo viviendo en España el anhelo de encajar.

Después vine a Alemania. Y aunque uno pensaría que resultaría mas fácil encajar como persona racializada en España que en Alemania, no es así. 

Es verdad que la diferencia óptica en Alemania resalta bastante más que en España, pero Alemania tiene una historia de migración más larga que España. En pocas palabras, hay más inmigrantes en Alemania que en España. Por lo menos yo lo he percibido así. Y no sólo inmigrantes, si no hijos de inmigrantes e hijos de hijos de inmigrantes. 

Eso me lleva al primer punto práctico de este articulo: Los inmigrantes de segunda y tercera generación. Los llamados Brückenmenschen en alemán, traducido las personas puente. Nosotras, las que nos pasamos la vida buscando nuestra identidad y la forma de encajar en una cultura u otra, tenemos un papel clave en la lucha contra el racismo, porque conocemos las dos partes. Tenemos acceso a los unos y a los otros. Quizás las voces de nuestros padres o abuelos no sean escuchadas, pero las nuestras sí lo son, porque no damos opción: tienen que oírnos.

Si intentamos pensarlo de una forma utópica, lo ideal sería que gracias a nuestra presencia, por el simple hecho de existir, el estereotipo de español o la percepción de lo que es un Español tendría que cambiar. Nuestra simple existencia cambia la noción de “ser Español” a un concepto más heterogéneo. Obviamente en la praxis esto no sucede así. 

Eso me lleva al segundo punto de este artículo: crear comunidad. Juntos somos más fuertes.

Cuando era niña lo que más deseaba en este mundo era tener el pelo liso, así que con 14 años me decidí por gastarme 500 Euros en llenarme el pelo de químicos para por fin tener el pelo con el que siempre había soñado: liso. Después me cambié de colegio y no le conté a nadie que en realidad yo tenía un afro. Cuando nos fuimos al viaje de fin de curso a la playa, yo me pasaba dos horas al día alisándome el pelo cuando mis amigas dormían para que nadie se diese cuenta del desastre que tenía en la cabeza. 

Poco después me fui a Alemania y conocí a más chicas como yo. Éramos cinco chicas en el colegio, y de repente sentía la necesidad de mostrar mi afro para que viesen que yo también pertenecía al grupo. No solo eso, siendo varias de varias culturas diferentes empecé no solo a llevar el pelo suelto y rizado, si no a llevar ropa hecha con telas Wax y a hacerme trenzas en verano. Lo que ahora llamaríamos empowerment. Ahí me di cuenta de lo importante que es tener una comunidad en la que no te sientas desplazado, o al menos no por tu aspecto físico.

El tercer punto viene después. Al haber aceptado mi negritud, y no solo haberla aceptado si no al haberme hecho dueña de ella, empecé a comprender lo que realmente es y hace el racismo.

Y este es el punto en el que España va muy, pero que muy atrasado: la educación anti-racista.

Si preguntamos a cualquier persona medianamente normal si piensa que el racismo es malo, la mayoría de la gente respondería que sí. Pero si la pregunta fuese ¿Qué es racismo? Estoy segura de que todo el mundo respondería, pero solo muy poca gente contestaría correctamente.

Lamentablemente en España se habla muy poco y muy mal de lo que es el racismo. Y solo hay muy pocas asociaciones que se dediquen a estos temas. No hay institucionalizadas estructuras de ayuda, asesoramiento o simplemente de ocio o empoderamiento para personas racializadas en España. 

Por dar un ejemplo, en Alemania hay una red de científicos negros, hay oficinas federales de antidiscriminación, becas para personas racializadas con compromiso social, redes de artistas negros, asociaciones anti racistas, y muchas más cosas. Yo mismamente soy miembro de un coro BIPoC en Berlín. 

Son cosas, que por tontas que parezcan ayudan a motivarse en los tiempos más duros, a valorarse y a conectarse. 

Lo que no quiero decir con este artículo, es que en Alemania no haya racismo, o que el racismo sea “mejor” que en España. Obviamente los blancos siguen dominando de forma no proporcional en puestos directivos, política, gentrificación y en todos los ámbitos en los que en España también pasa. Pero lo que sí he visto aquí es gente negra unida, y eso es el mayor miedo del sistema opresor.


Carlota Memba Aguado

Licenciada en Política, Administración y Relaciones Internacionales. Defiendo lo que es justo con creatividad, pasión y responsabilidad. 

2 comentarios

  • Aurora

    Estoy realmente de acuerdo con el comentario de Antonio y también estoy totalmente de acuerdo con lo que dio la escritora. Pasé una temporada en Holanda y tuve la misma perspectiva que tú con Alemania.
    Yo creo que el mayor peligro es pensar que no eres racista y serlo, porque sino sabes que tienes un problema, cómo vas o piensas solucionarlo?
    Cuando hablo de este tema en mi clase, muchos de mis compañeros( +18) me miran raro, no están acostumbrados a abordar este tema.
    Estoy harta de oír, si no estás contenta vuelve para tu país.