El otro día estaba con una amiga a la que hacía mucho tiempo que no veía. Estuvimos dando un paseo y hablando de muchas cosas, poniéndonos al día. Hablando, salió el tema del racismo y empezamos a debatir sobre ello. Yo estaba contando mis experiencias aprovechando para desahogarme un poco con alguien.
Cuando terminé de hablar y quise darle la palabra a ella, sin pensar más allá de lo que podría llegar a decir, puesto que es mi amiga y no pensé en medir mis palabras, volví a sentir algo que hacía años que no sentía. Ahí estaba yo, atónita, mirándola incrédula mientras ella pronunciaba las palabras a las que más miedo he tenido durante muchos años. Cómo quien va a la compra y pide una docena de huevos, mi amiga abrió la boca para contestarme: «Pero tú no eres negra, o sea, para ser mixed race eres muy clara de piel».
Mientras yo por dentro cocía de rabia, se me pasaron por la cabeza dos pensamientos: «¿De verdad esa es la única conclusión que puede sacar de todo lo que le he estado contando?» además de «¿Quiere decirme con eso, que todo lo que le he contado es mentira o lo he malinterpretado, porque “no soy lo suficientemente negra para poder experimentar el racismo en mi propia piel?”»
Aunque la respuesta de mi amiga me sorprendió, honestamente porque no contaba con una respuesta así, no es la primera vez que recibo algún comentario como ese.
Sobre todo cuando era más joven y estaba en proceso de encontrar mi identidad cultural, comentarios como ese reforzaban mi inseguridad. Por ese entonces había sido expuesta a más discriminación de la que cualquier niña debería experimentar a tan corta edad, haciéndome ver así que yo no era como los demás niños de mi clase. A la vez, no sentía tener una conexión con África más allá de un fenotipo (y además el de mi padre, que no el mío), lo que provocaba que cada vez que tuviese que decir que yo “era africana” me sintiese como si estuviese contando una mentira.
Hay una cosa que la gente blanca tiene que entender. Y sí, digo gente blanca, porque cuando se trata de racismo, los comentarios como el de mi amiga suelen venir de personas que no lo han vivido en su propia piel. El proceso de identificación por el que pasamos las personas racializadas, cuya ascendencia no proviene de un solo lugar, es un proceso complicado, largo y extremadamente agotador.
Pongo un énfasis en “racializadas” porque por ese proceso de identificación tan complicado sólo pasamos las personas racializadas. Porque siendo exactos, todos somos el resultado de mezclas étnicas, pero a la hija de un sueco y de una francesa no se le llama “mulata”.
Que por cierto, “mulata” es un término que proviene de la mezcla de diferentes razas de caballos, no de personas. Así que llamarme “mulata” ni es un cumplido ni la forma correcta de denominar mi etnia. Es un término usado en el periodo colonial, que se adaptó en el periodo poscolonial con una connotación altamente sexual cuando se atribuía a mujeres.
Imaginad, ¿Cómo de complicado debe de ser el proceso de identificación para que, aún habiendo sido expuesta al racismo, sabiendo el sufrimiento que ese tipo de discriminación provoca, he llegado a sentir satisfacción al experimentarlo, puesto que ser víctima de racismo implica el “ser negra”?
Si hubiese crecido en Sudáfrica, hubiese sido una mujer coloured. En Sudáfrica, a raíz del Apartheid se diferenciaban tres grupos de personas: los bancos, los negros y los coloured (personas con descendencia tanto blanca, como negra). Seguiría sin pertenecer a un grupo privilegiado, pero hubiese pertenecido a algo.
Si hubiese crecido en los Estados Unidos hubiese sido negra. En Estados Unidos, también instaurado a raíz de la esclavitud, existe una norma social, the one drop rule, que determina que al igual que al echar una simple gota de tinta en un vaso de agua éste queda enteramente teñido, una persona por poca sangre negra que tenga seguiría siendo negra.
En España, donde me he criado, no soy nada. El hecho de no pertenecer a ningún grupo, ni poder identificarte ni siquiera con tus padres es un conflicto interno que muchas de nosotras tenemos que vivir. El estar constantemente expuesta a discriminación no ayuda, y menos si esa discriminación se basa en cánones, que son imposibles de alcanzar.
A las mujeres de por sí se nos hipersexualiza. Siendo mixed race esto ocurre mucho más. Además, los medios y la sociedad tienden a ver a las “mulatas” como un grupo homogéneo. Todas son morenas de piel, con el pelo afro, pero no tan rizado como las mujeres negras, además de tener un cuerpo de escándalo, una nariz europea, labios carnosos, vamos, lo mejor de los dos mundos.
Esto no es así, y repito lo que le contesté a mi amiga después de su comentario: Las personas mixed race no somos todas iguales. Hay personas como yo, con la piel y los ojos claros y un afro al igual que hay personas morenas con el pelo liso. O personas blancas con la nariz grande y el pelo rubio o morenas delgadas, gordas y más de lo que se pueda imaginar.
Siendo clara de piel, o como dirían los americanos “pasable” sigo teniendo privilegios que mucha gente de piel oscura no tiene. Pero eso no es lo que nos describe como personas. Los estereotipos de personas negras son racistas. Ser africana o negra no está ligado a factores externos como cuanto racismo has experimentado o si te gusta bailar y tienes ritmo. No hay una forma correcta de ser negra y no vamos a dejar que nos la impongan.
Carlota Memba Aguado
Licenciada en Política, Administración y Relaciones Internacionales. Defiendo lo que es justo con creatividad, pasión y responsabilidad.
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